La tensión aumenta en Irán, mientras Jomeini llama a los mahometanos a la guerra santa
La tensión aumenta y abundan las declaraciones. Parece que empezarán ahora las grandes prisas por solucionar este dramático pasatiempo: «¿Cuál es la fórmula para evitar la extradición del sha y lograr a la vez la puesta en libertad de los rehenes secuestrados en la embajada? ¿Hay alguna alternativa que satisfaga simultáneamente a iraníes y norteamericanos?
La última intervención del imán Jomeini, que el jueves se dirigió a un grupo de oficiales paquistaníes que volvían de La Meca, no puede llenar a nadie de optimismo. «Esta no es una lucha entre Estados Unidos e Irán, sino entre el Islam y los infieles. Nadie tiene que temer a América, que es una potencia satánica, porque América no puede usar su fuerza contra los musulmanes», dijo Jomeini, como si estuviera ensayando ya el llamamiento a la guerra santa. « Si los norteamericanos tratan de liberar a los rehenes por la fuerza, los estudiantes volarán la embajada», añadió.La radio emite con regularidad programas en los que recuerda las derrotas de las grandes potencias en Argelia y Vietnam. Decenas de miles de habitantes de Teherán tomaban ayer la carretera sur de la ciudad para llorar a sus muertos en el cementerio. Entre plañideras, cánticos religiosos y desfiles mortuorios, decenas de fieles cumplían las penitencias del mes de Mojarram, autoflagelándose las espaldas.
Frente a la universidad coránica de Qom, miles de personas esperaban en pie, durante horas, la remota posibilidad de ver de lejos al imán. Se sabe que a la residencia de Jomeini han llegado varios cardiólogos para vigilar el corazón del viejo líder.
En la Universidad de Teherán, cerca de un millón de fieles acompañaban las oraciones del ayatollah Montazeri, quien leyó una larga serie de mensajes solidarios del mundo islámico.
En las calles de Teherán han aparecido octavillas que incitan a la ocupación de la embajada de la Unión Soviética. La radio no ha tardado en prevenir a la población: «Se trata de una provocación norteamericana», ha dicho. En cambio, todo hace suponer que es tan sólo la propuesta de un grupúsculo maoísta.
Bani Sadr, titular a la vez de los ministerios económicos y del de Asuntos Exteriores, volvió a hablar otra vez. «Estados Unidos no debe intervenir», repitió una vez más. A la Unión Soviética se refirió siempre con cierta simpatía. «La URSS tampoco tiene que entrar en este problema. No queremos que Irán se convierta en un campo de batalla de las grandes potencias. En el momento deseado, ya diremos qué ayuda nos interesa», añadió.
No pagaremos deudas
Quizá como advertencia a los países industrializados que observan expectantes la evolución de la crisis, Bani Sadr expuso las nuevas líneas de la política económica iraní. «Irán no pagará todas sus deudas. Primero, vamos a revisar todas aquellas que se encuentran pendientes, y luego, seleccionaremos las que vamos a pagar», afirmó. Según Bani Sadr, al nacionalizar la banca han visto que la deuda exterior era mayor de lo que pensaban: unos 40.000 millones de riales (40.000 millones de pesetas, aproximadamente, al cambio oficial).
Bani Sadr dijo también que su país trata de llevar a cabo una nueva política comercial: se buscará una menor dependencia del comercio exterior y el petróleo se irá extrayendo, exclusivamente, en función de las necesidades internas.
En busca de soluciones llegó a Teherán Sean McBride, premio Nobel de la Paz cuando trabajaba para Amnesty International, y actualmente dirigente de la Unesco. «Las Naciones Unidas no han perdido la esperanza», ha dicho.
Sin que se sepa hasta qué punto sus gestiones son más pintorescas que efectivas, un grueso congresista republicano por Idaho, George Hansen, intenta también mediar en el conflicto. Anteanoche se entrevistó con Bani Sadr y vio también al encargado de negocios norteamericano, Bruce Laingen, que se encuentra refugiado en el Ministerio de Asuntos Exteriores, en compañía de su secretario y de un guardaespaldas. «Bruce está bien, aunque algo cansado y preocupado», dijo Hansen.
Hansen ha propuesto la formación de una comisión investigadora en el Congreso estadounidense que indague sobre los posibles delitos del sha. Una vez concluya su trabajo la comisión, «se actuaría según decidan las leyes norteamericanas». «Bani Sadr y algunos miembros del Consejo de la Revolución no han descartado esta salida», dijo Hansen.
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