El espectáculo taurino, abandonado a su suerte
La reforma del reglamento sigue estancada
Todo está paralizado en torno a la fiesta, y abandonada a su suerte. Su mundillo quizá bulle con el ritmo de siempre, en esta hora de fin de temporada, lo cual, es lo mismo que languidecer. Lo decíamos aquí no hace mucho: el taurino está desfasado; no sirve para llevar adelante el espectáculo con el pulso debido. Seguramente sabrá mucho del tejemaneje de las gentes del toro, pero nada en cuanto a organización y proyección de la fiesta cuando se la debe encauzar a través de nuevas formas de vida. Por su parte, la Administración, allá donde el espectáculo le incumbe positivamente, tampoco hace nada. Encuadrado en el Ministerio del Interior, dicen de este departamento que tiene demasiadas preocupaciones para dedicarse con especial atención a los toros. Es decir, que ni come ni deja comer. Ahí está la pretendida reforma del reglamento: tal día hizo un año.
En el seno del Ministerio de Cultura se ha creado la Comisión de Asuntos Taurinos y nos tememos que también tal día hará un año. Hay el riesgo de que convoque a un cierto número de notables -esa especie de stablishmen taurino que viene de la etapa de la dictadura, cuando también había una afición oficial- y en esa convocatoria se quede todo. La Diputación Provincial de Madrid, por su parte, que tiene atenaza da, en verdadero régimen de monopolio, la fiesta de toros en la capital, y que ingresa buenos dineros anualmente sin hacer absolutamente nada ni por promocionarla, ni sencillamente por defender la rentabilidad de ese monopolio, no dice esta boca es mía. Las previsiones de futuro no pueden ser más negras: la fiesta está tocada de ala.
Los del taurinismo, que acusan en sus economías esta crisis, jamás reconocerán su fracaso escandaloso -ellos son los verdaderos responsables- y se defienden argumentando que la gente ha perdido la afición, sin explicar por qué; y si lo explican es para decir que el espectáculo no va con los tiempos. Es curioso: una fiesta que ha salido indemne e incluso robustecida de acusadísimos movimientos sociales; de las conmociones producidas por dos guerras mundiales y una guerra civil, por todo tipo de cambios estructurales y nuevas perspectivas estéticas, resulta que, de repente se ve afectada por no se sabe qué misteriosas incidencias sociológicas. Los taurinos son capaces de inventar todo lo imaginable, excepto la fórmula que ponga en día el espectáculo que manejan.
Reforma del reglamento
Por lo que respecta a la reforma del reglamento, la situación es que, hace ya muchos meses, quedaron interrumpidas las deliberaciones de la subcomisión constituida para estudiar el tercio de varas. Entre otros acuerdos, se adoptó el de convocar (es el Ministerio del Interior el que tiene que hacerlo) un concurso público para la reforma del peto de los caballos. La convocatoria no se ha hecho y hay entre los miembros de la comisión algunos -los mas expertos en cuestiones de administración- que piensan que no se hará jamás. El veterinario Ramón Barga propuso unas bases que fueron aceptadas, y que en esencia son las siguientes:- Reducir el peso del peto por debajo de los veinticinco kilos que actualmente marcan el máximo reglamentario.
- Máxima protección del caballo, especialmente en el pecho, miembros anteriores hasta el carpo, esternón, costillares, dorso y lomo, vientre, bragada, grupa y miembros posteriores hasta el nivel de los corvejones.
- Aunque libre, el diseño será estético y no impedirá, de manera alguna, los movimientos del caballo.
- Los materiales a emplear no permitirán que las astas de las reses puedan resbalar sobre la superficie del peto.
- La sujeción será lo suficientemente sólida como para impedir el desplazamiento del peto en las acometidas.
En cuanto a la reforma de la puya, se trata de suprimir la actual cruceta, sustituyéndola por un artificio que impida la penetración más allá de la zona cortante.
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