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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Un respiro para el rey Hassan

PARA HASSAN II, el cambio de posición de Estados Unidos, que ha decidido enviarle armas defensivas -la diferencia entre armas agresivas y defensivas es puramente semántica: su condición técnica, en esa pequeña escala del armamento, es la misma-, es un gran respiro. Hassan II, apoyado por todo el abanico de partidos políticos de corte, ha tratado siempre de mostrar que el conflicto del Sahara es un tema internacional, y no solamente un problema de expansión a costa de otros. Lo ha conseguido en parte. No tuvieron esa suerte Francia, en sus guerras coloniales de Argelia y de Indochina, ni Portugal, en la de Angola y Mozambique. Aunque a los dos países les costara el desmoronamiento de los regímenes metropolitanos -el paso de la tercera a la cuarta República, en Francia; la caída del fascismo, en Portugal- Pero aquellos países ofrecían otras condiciones de seguridad dentro de la organización militar y política de Occidente, mientras que la caída de Hassan se ve en Washington como la entrega de ese país a un revolucionarismo que sería más violento por la larga contención de las libertades públicas y por la eliminación -en la que Hassan II y sus colaboradores no tuvieron límite- de las grandes figuras de la oposición que podrían servir de recambio.La decisión de Carter -que está pendiente de la aprobación por el Congreso- parece apoyada por los últimos reveses militares del Ejército marroquí: un Ejército al que las sucesivas purgas -a veces sangrientas- han dejado sin los mandos que tenían experiencia de guerra, preparados muchos de ellos en Francia, algunos en España. Y con una base de soldados sin experiencia -se ha exagerado mucho la participación del núcleo del cuerpo expedicionario marroquí en el Golán- y con escasa motivación: dejan detrás una retaguardia socialmente pobre y sometida y tienen delante unos kilómetros cuadrados de desierto que no les estimulan. Estados Unidos ha debido apreciar que la actitud de Argelia a la muerte de Bumedian es menos negociadora -al menos en ese aspecto- de lo que creyeron, y que la expansión diplomática de los saharauis es creciente. La caída de un punto más de apoyo en el mundo, como lo es Marruecos, debía ser demasiado intranquilizadora para Carter, después de los sucesos de este año.

Probablemente Hassan II ha tenido que prometer, para obtener este cambio, que limitaría por su parte toda posibilidad de guerra directa con Argelia. La internacionalización del conflicto no puede pasar por el compromiso de Estados Unidos en lo que podría ser una vietnamización de ese amplio territorio africano.

La posición española no cesa de ser equívoca y un poco misteriosa. Hay también un simultáneo salto atrás: entre la visita de Suárez a Argel y sus conversaciones -«a nivel de partido»- con los representantes del Frente Polisario y la oposición de UCD en el Congreso a que ese mismo partido fuese reconocido hay una considerable diferencia, que no ha dejado de ser señalada dolorosamente por los argelinos y por los saharauis. Pensemos, a falta de otra información gubernamental -las que se han dado son más una confusión verbal que otra cosa- que el vaivén obedece, más que a unas posturas directamente éticas o una defensa concreta de intereses en la zona, a las obligaciones españolas para con la dirección del mundo occidental. La prontitud con que el Ministerio español de Asuntos Exteriores ha aclarado que la Casa Blanca no consultó a España para esta decisión, sino que se limitó a informar, representa una vez más un deseo de permanecer en el equívoco y en la reserva. Todo lo cual, hasta ahora, no ha conseguido más que levantar los recelos de todas las partes implicadas.

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