La Orquesta Nacional estrena una obra de González Acilu

Orquesta Nacional de EspañaDirector: Ros Marbá. Pianista: Joaquín Achúcarro. Obras de González Acilu, Ravel y Sibelias. Teatro ReaL 19, 20y 21 de octubre.

El segundo concierto de la temporada de la Nacional, también dirigido por el maestro titular, Ros Marbá, proponía como alicientes en la primera parte un estreno absoluto del navarro González Acilu, y la actuación del pianista bilbaíno Joaquín Achúcarro, en el Concierto en sol, de Ravel.

Interacciones, obra-encargo de la ONE, es un notable trabajo que viene a engrosar el breve, pero sólido, capítulo orquestal del catálogo de González Acilu, un compositor volcado en la mayoría de ocasiones hacia la voz, en sus más varias significaciones. Interacciones es una música portadora de gran tensión en todo momento, y no sólo por los registros instrumentales utilizados y la inteligente gradación de planos sonoros, sino también, y sobre todo, porque la propia idea musical es siempre en Acilu intensa y cargada depathos, por más que el discurso se atenga a un orden riguroso y racionalmente premeditado. Al escuchar Interacciones -bien llevada por Ros Marbá y la Orquesta- se tiene la impresión positiva de que el autor ha logrado plenamente su propósito sonoro-expresivo. Escribo, pues, de música espléndidamente construida, tensa y bien realizada en la versión del estreno. ¿Estaré totalmente equivocado? Porque el público del viernes palmeó (que no aplaudió) en proporción reducida, y con tan poca generosidad que casi resultó violenta la única salida a saludar del director con el autor.

Achúcarro, quien desde muy joven viene caracterizándose por la singular madurez interpretativa con que se acerca a un amplio repertorio pianístico, está actualmente en un formidable momento artístico. Su Ravel fue impecable de mecanismo, incisivo de expresión y sumamente atento a la obtención de la mágica sonoridad del piano raveliano. En este extremo, el solista recibió una buena colaboración por parte de la orquesta, que respondió con eficacia al cuidado planteamiento de su director; corno inglés, fagot y trompeta alcanzaron el sobresaliente entre tanta notable prestación instrumental como exige el Concierto, de Ravel.

Creo que habrá mejorado en las sesiones de sábado y domingo la realización de la Segunda sinfonía, de Sibelius, en cuanto se refiere a ajuste y a fluidez expositiva, pero lo escuchado el viernes permite de sobra hablar de una versión mucho más que correcta. Es evidente que Ros ama la música de Sibelius y la programa porque cree en sus calidades y en su capacidad comunicativa para su público de hoy. Así se entiende que su trabajo no adquiera el carácter de «montaje de obra infrecuente», sino de «puesta en sonido » de música querida y familiar. La Nacional, que no ha frecuentado demasiado las sinfonías de Sibelius, pero sí, en cambio, ha logrado grandes versiones -Sargent, Maazel, Celibidache...-, se mostró magníficamente adecuada al espíritu de esta música en principio alejada de la sensibilidad latina, redondeando un concierto francamente interesante.