Renfe: las lecciones de un acuerdo
LA DESCONVOCATORIA de la huelga acordada por el comité de empresa de Renfe para el próximo día 23 y las tres primeras jornadas de noviembre supone un triunfo de los planteamientos de la empresa frente a la presión social y, en última instancia, el reforzamiento de las tesis del Gobierno en el ámbito laboral y en su firmeza a la hora de mantener los topes fijados para la revisión salarial de los convenios.El conflicto de Renfe, que se materializó, en una primera etapa, en cuatro horas de huelga el pasado día 4, había devenido un auténtico pulso sindical al Gobierno. Este ha salido con bien de la prueba y ha impuesto su autoridad sobre el primer sindicato del país, que, en su estrategia, llegó incluso a movilizar una masiva concentración obrera en la jornada del 14 de octubre como acto de fuerza en apoyo de sus reivindicaciones.
La desconvocatoria de la huelga no puede considerarse comoún hecho aislado y limitado al marco exclusivo de Renfe. Precisamente por el carácter público de esta empresa, cuyo convenio colectivo supuso el pasado año una victoria sindical ante la limitación salarial que en aquellas fechas trataba de imponer -sin, éxito- el Gabinete Suárez, el acuerdo entre el comité de empresa y la dirección de Renfe, que disipa por ahora la amenaza de un nuevo paro ferroviario, resulta ejemplar en el ámbito de la negociación colectiva. La discusión de los convenios, tanto en lo que se refiere a la revisión que estos días registran muchos pactos como a la negociación que se avecina con el final del año, se verá influida por el resultado de esta confrontación que han mantenido sindicatos y Gobierno.
El comportamiento de la Unión General de Trabajadores, que había renunciado a lograr un incremento salarial en Renfe, convencida por los firmes argumentos del señor Abril Martorell («ni cuatro horas ni cuarenta días de paro» harían cambiar la decisión gubernamental de no proceder a revisiones salariales en las empresas públicas que presentarán déficit, como la Renfe), ha pasado de manera decisiva en el desenlace de la negociación.
No obstante, la posición del Gobierno ante los temas laborales no está exenta de cierta ambigüedad. Si bien en esta ocasión ha salido airoso del reto al que la habían sometido las centrales, ahora hace un año que sentó las bases de un conflicto que, a la vista de la solución encontrada ahora, se ve bastante claro que innecesario. En efecto, si Abril Martorell no hubiera propiciado en diciembre pasado, durante la negociación del convenio cuya revísión pretendían ahora las centrales, el rocambolesco planteamiento que justificaba en Renfe una subida salarial superior al límite establecido por aquellas fechas (el vicepresidente económico llegó a justificar como costes sociales el déficit de la primera empresa pública española), las centrales no habrían tenido hoy el pretexto necesario para volver a la carga. Con el innecesario y consiguiente deterioro de las relaciones laborales a que ha dado lugar el conflicto que ahora parece resuelto.
La oportunidad de una negociación en marcha entre sindicatos y patronal para llegar a un acuerdo-marco entre los interlocutores reales de las relaciones laborales es una buena ocasión para poner en práctica un nuevo estilo por parte del ejecutivo en su política laboral. El Gobierno se encuentra hoy en una posición de fuerza que le puede evitar protagonismos innecesarios. Sobre todo si el intervencionismo gubernamental comporta riesgos como el que, finalmente, la responsabilidad sindical ha sabido evitar en esta ocasión.
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