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27.º FESTIVAL DE CINE DE SAN SEBASTIÁN

Cuatro candidatos se disputan la Concha de Oro

Este mediodía se darán a conocer los premios de la 27 edición del Festival Internacional de Cine de San Sebastián. Los premios a las películas, es decir, la Concha de Oro, la de Plata y la Perla del Cantábrico -este último, para el mejor filme en castellano- se repartirán, muy probablemente, entre la americana Saint Jack, de Peter Bogdanovich; la rusa Maratón otoñal de Georgy Danelia, y las españolas Mamá cumple cien años, de Carlos Saura, y El proceso de Burgos, de Imanol Uribe.

Los más firmes candidatos a los premios San Sebastián, al mejor actor y a la mejor actriz son los americanos Allan Arkin y Ben Gazzara y el ruso Oleg Baseleastivili, y la española Rafaela Aparicio. El premio que otorgará el jurado internacional a los nuevos realizadores, consistente en un cheque de 5.000 dólares, irá probablemente a la película jamaicana Rocker, de Theodoros Bafaloukos.El festival toca a su fin; de los filmes a competición sólo faltan por verse el italiano Ilpiccolo archimedes, de Gianni Amelio, y el canadiense Running, de Steven Stern. Así como los dos filmes más esperados del festival: La luna y Apocalypse now.

La noche del domingo, cuando el filme de Carlos Saura Mamá cumple cien años se encontraba en sus últimos planos, una amenaza telefónica de bomba provocó que el teatro Victoria Eugenia tuviera que ser desalojado precipitadamente. Afortunadamente, sólo fue una falsa alarma. Pero la asistencia de público descendió notablemente al día siguiente.

La triple muerte del tercer personaje es una coproducción franco-hispano-belga dirigida por el chileno afincado en Francia Helvio Soto y que representa a Francia en la competición. Protagonizada por José Sacristán, Brigitte Fossey y Andre Dussolier, la película es la historia de un escritor que, tras dos años en prisión en un país de América Latina, vuelve llet. Una historia disecada, reducida a su propio esqueleto, donde vicios secretos, etcétera, intentan descifrar unas extrañas claves contenidas en su novela. A caballo entre el genero político, el policíaco y el fantástico, la película acaba por convertirse en un esquemático relato donde los juegos estructurales privan sobre los hechos y los personajes, que aparecen reducidos a meros números de una intriga cerebral y matemática que a lo que más recuerda es a algunos de los experimentos fílmicos de Robbe-Grillet. Una historia disecada, reducida a un propio esqueleto, donde todo está sacrificado a la construcción de un misterio vacío y sin solución.

Angi vera, de Pal Gabor (Hungría), filme prohibido en algunos países del Este, es la historia de la educación de una joven de dieciocho años en una escuela del partido a finales de la década de los cuarenta. Un filme sobre la más triste, profunda y horrible de las represiones, la que afecta al espíritu de las personas. La película es la descripción detallada de un proceso de domesticación y alienación absolutas. Un filme valiente y sincero.

Zmory (Pesadillas), de Wojciech Marczewski (Polonia), tiene un tema en cierta forma similar. Es una especie de «joven Torless» polaco, en la que el protagonista descubre la injusticia, la humillación, la crueldad y el sexo, cuando, a los diez años, es enviado a estudiar al liceo imperial. Ocho años más tarde, su individualismo feroz también le acarreará problemas con sus compañeros de ideas socialistas. Esta película completa el lote de filmes de los países del Este, que ha poseído un alto nivel, a excepción del consagrado Wajda.

Mamá cumple cien años, de Carlos Saura, es el cuarto y último de los filmes españoles a concurso. También el más esperado, puesto que había sido anunciado como un giro de 180 grados en la obra de su autor, cosa que no es en absoluto. La película tiene muchísimo que ver no sólo con Ana y los lobos, de la que es una especie de prolongación, sino también con la Prima angélica o El jardín de las delicias. Es, eso sí, un filme bastante más relajado que aquéllos. El único verdadero intento de renovación llevado a cabo por Saura fue el frustrado intento de «espontaneidad», que supuso Elisa, vida mía. Espontaneidad que ya aparecía concentrada, y en su más puro estado, en la secuencia del baile de las niñas en Cría cuervos, probablemente la escena más bella de todo el cine de Saura.

La verdadera innovación que Mamá cumple cien años introduce en la obra sauriana en el intento de apertura hacia un público más amplio. Probablemente sea esa también su mayor virtud, las concesiones que hace a un público hasta ahora ignorado, que hacen que esta película no posea la maciza construcción de sus anteriores filmes, para obtener, a cambio, una mayor soltura, que en muchos momentos es simplemente descuido Porque una cosa que Saura no parece haber tenido excesivamente en cuenta es que la comedia es el más serio de todos los géneros, el que menos admite cualquier falta de rigor o cualquier deficiencia en la construcción. Todo ello hace que la comicidad buscada en Mamá cumple cien años sólo se logre en contadas ocasiones, la mayoría de las cuales están dominadas por la insustituible presencia de Rafaela Aparicio, auténtico monstruo cinematográfico.

Mamá cumple cien años probablemente decepcionará a algunos seguidores de Saura, pero sus previsibles resultados de taquilla compensarán esta insignificante pérdida.

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