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Tribuna:SPLEEN DE MADRID
Tribuna
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Los cuerpos

He repetido mucho y utilizado a veces como lema una frase del gran escritor suizo Max Frisch: «Los cuerpos son honrados.» Efectivamente, pese a Baudelaire y Bataille, pese a la mística del placer como derroche y la autodestrucción como suntuosidad, mística que el pasotismo daoizyvelarde ha heredado quizá sin saberlo, y ejerce cotidianamente en Malasaña (donde la pasma sigue pidiendo carnets de identidad como si acabásemos de asesinar entre todos a la musa en yeso del Dos de Mayo), pese a tanto paréntesis y negrita, digo, los cuerpos son honrados, más honrados que nosotros: el cuerpo es, no el asnillo de Teresa, sino el caballo de carreras de La Zarzuela, que deja el doping para el jockey. A él le basta con la velocidad, que es su forma de inteligencia.Así, si el cuerpo es honrado y no hay manera de hacerle comer otras algarrobas que las que pide y necesita el interior caballo metafísico, resulta que sobran las leyes de vagos, maleantes, peligrosidades sociales y otras represiones beatonacionalistas que todavía ayer mismo acaban de denegar la legalización al movimiento homosexual de Cataluña. ¿Es que un homosexual se va a volver hetero porque le falte una póliza?

Ayer estuve almorzando con Rosalía Dans, hija de Marla Antonia:

-He hecho cabaret en Yulia, todo era un desencuerarse, qué morbazo, oye, tiene el cabaret, y allí sí que van los hombres machos a ver tías buenas, se liga cantidad, pero un tramoyista quería tocarme a todas horas y eso no podía ser.

Ahora trabaja con Concha Velasco en Filomena Maturano. Rosalía almorzó dos tazas de tila y un Winston que le pidió al comensal desconocido de al lado. Rosalía tiene una belleza clara, desvanecida, galaica y como pasada por una lejía lírica de indiferencia.

Los cuerpos son honrados y hoy me he encontrado con la asociación, o como se llame, de homosexuales de Castilla (hay como una contradicción de términos, ya lo noto, porque parece que Castilla es toda Cid, polvo, sudor y hierro). Me piden firmar, rubricar y apoyar la protesta y nueva petición de legalidad de los homocatalanes. Apelan, naturalmente, a la libertad de expresión, y en esto no hay eufemismo ni cinismo, pues las formas del amor y la sexualidad -todas-, necesitan no sólo realizarse, sino también expresarse, atreverse a decir su nombre, máxime las que estaban definidas por todo lo contrario.

El cuerpo es un lenguaje, tanto el del terrorista como el del homosexual o el funcionario del Catastro. El cuerpo es una expresión e incluso hay en teatro una asignatura que se llama expresión corporal, y que viene de Artaud a Nuria Espert.

Se ha pasado uno el verano leyendo a Gide y Luis Cernuda, no precisamente por estos encantos suyos, sino por los meramente literarios, y encuentro hoy que es mucho más ingenuo Gide en su Corydon, tratando de justificar y explicar la homosexualidad a una Europa fea de guerras, católica de encíclicas y sentimental de cancaces, que Marcel Proust ocultando con enredadas astucias su propia homosexualidad trasladada a dos señoritas sáficas.

Hace diez años, cuando hice de la homosexualidad eje y clave de mi Lorca, poeta maldito, sin ruido ni escándalo, como natural explicación de tantas cosas inexplicables en la obra del afedericado genial, algún coetáneo del 27 me negó tal afedericamiento (que a mí no me parecía nada grave), la familia Lorca se enfadó conmigo, la izquierda intelectualmente lumpem aprovechó para decir que había hecho un libro contra Lorca y la derecha intelectualmente rapada al cero por Fraga aprovechó para decir que yo, además de rojo, era maricón.

A estos heterodoxos, que hoy luchan por su libertad de expresión, yo les diría (mal de muchos, consuelo de españoles) que los vocacionales de ciertas formas de preamor a la mujer o amor a la premujer tampoco, nos bañamos en la orgía perpetua y el imperio de los sentidos. Cualquier jefe de negociado puede matar con una póliza la pasión de una vida.

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