Entre castellano y catalán
Encuentro muy acertada la postura que Jiménez Losantos mantiene en su libro, a juzgar por la presentación que de él hizo Umbral, y que se reproduce en EL PAIS del viernes 29 de junio.Quizá tenga algunas connotaciones más valiosas lo que voy a decir por venir de mí, persona catalana de origen y lengua. Estoy asistiendo abochornada a la campaña de mentalización catalanista a que se viene sometiendo a la gente de fuera. Esta postura vino, en primer lugar, de los partidos de índole nacionalista asentados en la burguesía tradicional; después del impacto, con beneficiosa rentabilidad electoral, que tal postura comportaba, se sumó precipitadamente la izquierda marxista. Caían una vez más en una flagrante incoherencia de principios: con la imposición del catalán a estas vastas masas de inmigrantes se caía en el sojuzgamiento de la intelectuafidad progre sobre los obreros y el despojo de algo irrenunciable: su lengua. Ya me dirá usted cómo se casan unos principios de redención del proletariado con estas chapuzas ideológicas.
Yo pregunto: ¿por qué obligar a hablar catalán a quienes tienen un idioma tan rico como el castellano, hablado nada menos que por trescientos millones (o casi) de personas?
Así las cosas, son cada vez más numerosos los que abogan por «atarles corto» a los catalanes en la cuestión del Estatuto. A mí, señor director, me duele mucho este asunto por estar casada con castellano, y me sabría mal que a com-
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patriotas nuestros se les desarraigara de la única raíz conformadora del hombre: su propia lengua.
Sólo quisiera honestamente contribuir a un esclarecimiento de este hecho.
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