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Crisis energética y refugiados indochinos, grandes temas de la "cumbre" de Tokio

ENVIADO ESPECIAL,Una larga entrevista del presidente Carter y el primer ministro japonés, Masayoshi Ohira, en la que fundamentalmente se han discutido la crisis energética mundial y el problema de los refugiados indochinos, ha servido de prólogo a la cumbre de las siete potencias económicas de Occidente, que mañana se inicia en Tokio en medio de un formidable despliegue de medidas de seguridad. Carter y Ohira -que trataron también de las conversaciones SALT II y las relaciones comerciales entre sus dos países han expresado serias reservas acerca de la propuesta europea de congelar las importaciones petrolíferas durante los próximos cinco años. En su lugar parece más probable que Washington y Tokio acepten la reducción de un 5% en las importaciones de crudo durante 1979 y se fijen objetivos más ambiciosos

El presidente norteamericano ha pedido a Japón que acepte más refugiados vietnamitas. Evitando molestar a China, Carter se ha quejado en Tokio de que su país está aceptando a 7.000 personas mensualmente, el 70% de las que abandonan en condiciones desesperadas el sureste asiático. Las draconianas regulaciones niponas impiden virtualmente en la práctica el asentamiento de refugiados en su territorio.Ohira se entrevista hoy con los dirigentes de Alemania Federal, Gran Bretaña, Canadá, Francia e Italia, que asistirán en la capital japonesa a la reunión del jueves y viernes. La cumbre se ha convertido para el país asiático en un tema tan importante como sus juegos olímpicos de 1964 o su exposición mundial de 1970: un acontecimiento destinado a consagrar la imagen internacional del nuevo Japón.

La sede de la reunión de los siete ricos de Occidente va a ser el palacio neobarroco de Akasaka, «copia» a la japonesa de Versalles. Los «siete» vestirán un traje safari ligero, manga corta, sin corbata, ofrecido por su huésped japonés para dar ejemplo de la «sobriedad» que impone la crisis del petróleo y, sobre todo, el calor tropical de treinta grados que registra actualmente Japón. Una austera gran mesa oval, en la sala de 330 metros cuadrados, llamada hagoromo-no-ma (vestido celeste de los ángeles) será el escenario para definir una estrategia energética, pasar revista a la situación económica y monetaria general y reactivar el denominado «diálogo Norte Sur, entre países ricos del hemisferio norte y países en vías de desarrollo, o simplemente «pobres», del hemisferio sur. La cena de gala, sin traje de safari, ofrecida por el emperador japonés, Hiro Hito, contará con un menú francés. Será el momento de hablar del drama humano de los refugiados indochinos y aceptar parcialmente su entrada en los países participantes a la cumbre.

Los jefes de Estado y primeros ministros estarán protegidos por mil policías de élite, más otros 23.000 que controlan la ciudad de Tokio, la más poblada del mundo: doce millones de habitantes, la más cara para vivir y la de inferior índice de criminalidad y gangsterismo de las capitales de países desarrollados. Pero el Gobierno japonés tomó muy en serio las amenazas de extremistas del Ejército rojo japonés y montó las más espectaculares medidas de protección de su historia.

En el conjunto del país hay más de 100.000 policías movilizados para impedir actos de protesta contra una reunión que la extrema izquierda japonesa califica de cumbre capitalista. Siete automóviles Cadillac blindados, que costaron más de setenta millones de pesetas, servirán de medio de transporte para cada uno de los participantes a la cumbre. El centro de Tokio queda parcialmente cerrado al tráfico para permitir el desfile de coches oficiales y aumentar las medidas de seguridad. Para que la señora Margaret Thatcher no se vea envuelta por los serios guardaespaldas de la famosa unidad de élite del orden japonés, la Security Police, unas treinta jóvenes policías femeninas del mismo grupo, titulares de cinturón negro en judo y karate, velarán por la primera ministra británica.

Los periódicos de Tokio daban ayer la noticia de que uno de los dos mayores buques de guerra soviéticos, el portaaviones Minsk, navegaba rumbo a las costas niponas con una escolta de cruceros lanzamisiles y un buque tanque. El significado de este despliegue naval soviético -es la primera vez que un portaaviones ruso visita aguas del Lejano Oriente- es objeto de especulación en los medios informativos, cuyas flotillas de aviones ligeros compiten en fotografiar detalladamente las cubiertas de los navíos.

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