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Acercamiento crítico a la colonización cultural norteamericana

Ponencias de Jiménez Losantos y Juan Cueto en el congreso de escritores de habla hispana

Juan Cruz

El Congreso de Escritores Españoles y Latinoamericanos, que comenzó el pasado fin de semana en Las Palmas de Gran Canaria, estuvo punto de iniciarse, el pasado domingo, con un incidente originado por un presunto militante ultraderechista. La situación fue solucionada gracias, en particular, al ingenio de uno de los autores españoles presentes, el dramaturgo Antonio Gala.

Un presunto militante de extrema derecha increpó, en el bar del hotel en el que se aloja la mayor parte de los 150 congresistas, al poeta peruano y karateka Rodolfo Hinostroza, a quien sugirió imperativamente que gritara «¡Arriba España!». Su deseo no fue correspondido ni por el poeta ni por los otros autores presentes, ante cuyo silencio el cliente implicado hizo notar un puño de acero y clavos que guardaba en su bocamanga. «¿Qué hace aquí este objeto disuasorio?», fue la pregunta de Antonio Gala que desarmó de violencia la extraña situación.Ese incidente, la ingeniosidad de Antonio Gala, la gracia cubana y perversa de Severo Sarduy, la precisión, un poco tímida, de Manuel Puig, el exilio voluntario y hotelero de Juan Carlos Onetti, presidente del congreso, la locuacidad desusada de Juan Rulfo, escritor mexicano que ha signado con su influencia la literatura latinoamericana de la última mitad del siglo, son los datos más sobresalientes de una reunión cuyo principal mérito, de acuerdo con quienes la protagonizan, es el hecho de haberse celebrado.

Ayer, cuando enviamos esta crónica, no se habían producido las ponencias más esperadas, por el carácter polémico que podían contener. Federico Jiménez Losantos, una especie de Cid Campeador de la identidad española en trance de perderse, y Juan Cueto, otro asiduo de estas páginas, iban a analizar, uno como ponente y otro como moderador, temas graves de la actualidad cultural de España y América, Jiménez Losantos anunció que de nuevo iba a poner en cuestión la receptividad cultural de los catalanes, y Juan Cueto iba a moderar un coloquio con título medieval: «De nuestra ignorancia que facilita la colonización cultural yanqui.»

Este tremendo pesimismo cultural no es siempre compartido porque Manuel Scorza, el peruano que dio una gran novela a la historia de la narrativa, Redoble por rancas, vivificó el ambiente húmedo y soleado, proclamando ante una audiencia entusiasmado y coloquiante, que la literatura «es el único territorio libre de América». Al lado, un nicaragüense narraba cómo podía escribirse en un territorio ensangrentado.

Las sesiones del congreso prosiguen como un travelling cinematográfico. Mientras José Antonio Gabriel y Galán repasa, junto a la piscina de la sede del congreso, su ponencia de ayer («Actitudes del escritor español ante el actual proceso político»), José Agustín Goytisolo lee ante un público de mediodía un prólogo que le ha escrito a la obra última de Lezama Lima. Antes, el poeta catalán, la generación del cincuenta en cuerpo y alma, leyendo despacito, había dicho: « Cuando me excito, me enamoro de alguien.»

Las sesiones de gala son vespertinas. Manuel Puig, el autor argentino de Boquitas pintadas y Pubis angelical; el venezolano Adriano González León (País portátil), y Severo Sarduy (Maitreya) compartieron una mesa redonda con el moderador mexicano Agustín Yáñez y con el experto cinematográfico español Ricardo Muñoz Suay.

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