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Serias dudas sobre las posibilidades de ratificación del segundo acuerdo SALT

Contrariamente al primer tratado, que fue recibido con una aprobación mayoritaria, el segundo acuerdo soviético-norteamericano sobre limitación de armas estratégicas nucleares (SALT II) parece haber nacido bajo el signo de la duda y, a la luz de las voces importantes levantadas contra la totalidad o partes del tratado, su ratificación por el Senado norteamericano, y posterior entrada en vigor, puede ser mucho más problemática y larga que el reciente acuerdo con Panamá sobre devolución del canal y su zona.

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Casi todas las opiniones contra el tratado han partido, hasta la fecha, del sector más conservador del legislativo norteamericano, pero algunas, como la última, del comandante en jefe de la OTAN en Europa, general Alexander Haig, proceden de un sector que apoyó entusiastamente el primer acuerdo y las posteriores conversaciones con los soviéticos para alcanzar nuevas limitaciones en los respectivos arsenales atómicos.En una entrevista esta semana pasada con Flora Lewis, corresponsal del New York Times en París, Haig manifestó que, personalmente, «tiene serias dudas» sobre los términos del nuevo tratado. Para el general, de puntos de vista conservadores, pero considerado un técnico en la materia, el nuevo acuerdo deja a Europa y a la defensa occidental en una «posición disuasoria declinante».

Al margen de los puntos de vista similares al de Haig, como el conocido halcón Paul Nitze, el obstáculo principal que afronta el tratado es, sin duda, el importante cambio en el clima político que se ha registrado, tanto en Estados Unidos como en Europa occidental, respecto a la política de distensión. Desde 1972, cuando el primer tratado fue ratificado en el Senado norteamericano con un margen de 88 votos a favor por dos en contra, la política de detente ha registrado cada vez más desertores, mientras que han aumentado, o llegado a puestos de influencia, aquéllos que creen que la Unión Soviética se ha servido de ella para incrementar su poderío militar a nivel global y su ascendiente en zonas geográficas locales, como Africa y el sureste asiático.

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Por otro lado está el problema intrínseco de las mismas SALT. Las conversaciones, en efecto, han circulado en torno a la posibilidad de limitar la carrera armamentista de los dos países, pero los términos del tratado conocidos hasta la fecha (todavía no han sido hechos públicos) son harto confusos a la hora de especificar cuáles son sus provisiones para limitar las mejoras tecnológicas que, indudablemente, ambas naciones se proponen introducir en sus arsenales.

De hecho, tanto Moscú como Washington han mejorado considerablemente, desde la firma del acuerdo interino de 1974, en VIadivostock, la calidad de sus sistemas ofensivos. Por el lado soviético se aumentó el peso y tamaño de la cabeza nuclear de sus misiles, aparte de introducir mejoras en el sistema de guía al blanco, mientras que Washington prefirió incrementar el campo de acción de sus misiles intercontinentales ICBM.

Los defensores del tratado argumentan que el SALT II controlará o limitará estas mejoras cualitativas y, en este sentido, ya se ha anunciado que no se podrán fabricar nuevos tipos de misiles intercontinentales, la mayor amenaza nuclear por sus efectos devastadores.

Pero estas conquistas no han tranquilizado completamente ni a críticos ni abogados del acuerdo. Uno de estos últimos, el senador George McGovern, al considerar las posibilidades de ratificación del acuerdo, confesó que le resultará difícil a Carter obtener la ratificación. Lo mismo opinó otro pilar del Senado, el republicano Howard Baker, que personalmente lo favorece.

Como consecuencia, es muy posible que, pese a su pronta firma, el mes próximo, en Viena, el tratado no pase a consideración efectiva del Senado hasta el próximo otoño y, tras una dura batalla con el ejecutivo, no pase hasta votación hasta enero o febrero del año próximo. Como se verá, éstas serán unas fechas harto difíciles para el futuro político de Carter, ya que coinciden con el inicio de las elecciones primarias dentro de su partido.

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