Se aleja el peligro de un desastre irreversible en la central atómica norteamericana
El riesgo de una catástrofe radiactiva en la central atómica Three miles island parecía haberse reducido considerablemente ayer, cuando un alto funcionario norteamericano confirmó que la temperatura en el interior del reactor está bajando y que la peligrosa burbuja de gases que impedía la refrigeración ha disminuido su tamaño.
Harold Denton, jefe de operaciones de la Comisión Reguladora de Energía Nuclear y enviado especial del presidente Carter, dijo en una rueda de prensa que «la situación es más segura que lo era ayer» y que existen, por tanto, «motivos para ser optimistas». El alto funcionario indicó que el peligro de una explosión química en el reactor ha disminuido en las últimas veinticuatro horas, al reducirse «espectacularmente» el tamaño de la burbuja de hidrógeno y otros gases.Por otra parte, el peligro de que las varillas de uranio utilizadas como combustible en el reactor llegaran a fundirse, provocando la emisión de altas dosis de radiactividad, tiende también a desaparecer, señaló Denton. Sólo dos células de combustible registraban temperaturas superiores a 400 grados Fahrenheit, añadió el enviado especial de Carter, mientras que el sábado la temperatura llegó a los 700 grados.
Sin embargo, los planes de evacuación continúan ultimándose y no se descarta la posibilidad de que en las próximas horas, o incluso en los próximos días, hubiera que ordenar la evacuación de un número indeterminado de habitantes de la zona. Según el radio que se decidiera evacuar, las personas afectadas oscilarían entre 24.000 y 635.000. De cualquier modo, se estima que más de 60.000 residentes en el área han abandonado la misma voluntariamente en los últimos dos o tres días.
El presidente Jimmy Carter, acompañado de su esposa, Rosalynn, y un pequeño séquito de una decena de personas, visitó el domingo la sala de control de la central atómica. Carter llegó en helicóptero a la pequeña ciudad de Middletown, situada a cinco kilómetros de la planta nuclear, y se trasladó a ésta a bordo de un autobús escolar de color amarillo.
La única protección visible en el presidente y sus acompañantes eran unas fundas de plástico amarillo para los zapatos y un pequeño detector de radiactividad en la solapa. Carter, que trabajó como ingeniero atómico en la Marina, permaneció durante media hora en la central y después hizo unas breves declaraciones a los habitantes de la ciudad y los periodistas en el Ayuntamiento de Middletown.
Animos más tranquilos
«La primordial preocupación de todos nosotros es la seguridad y la salud de la población de esta zona», dijo el presidente, quien añadió que de «cometer un error», quiere cometerlo del lado de las «precauciones extras». De los 11.000 habitantes que cuenta Middletown se calcula que han abandonado la ciudad entre 3.000 y 4.000.
El ambiente era, sin embargo, más tranquilo el domingo. Algunas iglesias habían cerrado sus puertas y suspendido los servicios religiosos. Hoteles y restaurantes aparecían también cerrados en algunos casos, principalmente porque muchos de sus empleados no se presentaron a trabajar. La presencia de Carter fue recibida con aplausos por unos centenares de personas y, sin duda, su visita a la región amenazada por el «peligro invisible» contribuyó a calmar los ánimos de muchos residentes.
Emisoras de radio y televisión de la zona mantienen programas de consultas durante veinticuatro horas y todas ellas están conectadas a la red de emergencia, por la que se transmitiría la orden de evacuación en caso necesario.
El gobernador del Estado, Dick Thornburgh, revisa los planes de evacuación y tiene instalado un puesto de mando en un búnquer subterráneo, a prueba de radiaciones, en los sótanos de un edificio, que se comunica por un túnel con el Capitolio del Estado, una construcción de cúpula dorada y escaleras copiadas de la Opera de París. El presidente Carter evitó pronunciar la palabra «evacuación», pero instó a los habitantes de la región a cumplir con calma las instrucciones del gobernador en caso de que haya que tomar «las medidas apropiadas».
Muchos de los residentes tienen ya las maletas hechas, a la espera de la orden de evacuación. Algunos han enviado fuera a sus hijos y a sus mujeres. En los bares de Middletown y Harrisburg no se habla de otra cosa y se recuerdan las inundaciones de 1972 en esta región. Pero, como explicaba uno de ellos, cuando el río Susquehanna se desbordó era fácil verlo, mientras que ahora nadie, excepto quizá los científicos, puede saber la amenaza real para la población de ese «peligro invisible».
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