Veinte años sobre el azúcar
FIDEL CASTRO ha conmemorado el vigésimo aniversario de la revolución cubana erigiéndose formalmente como líder único y máximo de la misma -de hecho ya lo era, pero a partir de ahora acumula todos los más altos cargos del Estado-, liberando a 1.500 prisioneros políticos y pronunciando un largo discurso cuya característica principal han sido sus furibundos ataques a la China Popular. Ya pasaron los tiempos del huracán sobre el azúcar, la revolución se ha consolidado y la efemérides no supondrá un cambio ni en la política interior ni en el contexto interríacional.Cabe preguntarse en estas fechas por el destino de aquella revolución que a principios de la década de los sesenta parecía haber perforado dialécticamente al continente iberoamericano, había conmovido a la opinión pública mundial y sacudido el pensamiento izquierdista occidental con una gran llamada de esperanza. Veinte años después, el sistema castrista permanece varado en un solo país de América Latina, sumida en un panorama sangriento y generalizado de dictaduras; las esperanzas de los intelectuales de izquierda se han desvanecido y el régimen cubano, sometido a una creciente arterioesclerosis estalinista, se halla discíplinadamerlte doblegado a los dictados soviéticos en el contexto internacional, y con serios problemas en su interior.
Fue también a principios de los sesenta cuando un gran novelista cubano, Alejo Carpentier, actual embajador de su país en París, militante de la revolución castrista de la primera hora, trazó en El siglo de las luces una metáfora trágica del destino de las revoluciones: el de desembocar en la dictadura y el terror. Aunque en su novela Carpentier trazaba un cuadro histórico de las Antillas en la época de la Revolución Francesa, aquella metáfora puede ser tomada hoy corno una premonición. Tampoco la revolución cubana, en cuyas filas ha militado y milita fervorosamente el gran escritor y diplomático, parece haber escapado al destino cruel de todas las revoluciones. La liberación de esos 1.500 prisioneros políticos no puede hacer olvidar que todavía otros 8.500 permanecen en las pnsiones de Castro.
Aunque no sea demasiado útil especular sobre lo que pudo ser y no fue, hay algo que ya es historia y por lo que habrá que comenzar todo estudio y análisis sobre el régimen cubano. Fidel Castro fue el liberador de Cuba en el mes de enero de 1959. De que la revolución castrista liberó a Cuba de una situación anterior de colonialismo y corrupción es algo de lo que ningún historiador serio puede dudar. De ahí la esperanza despertada en el mundo, sobre todo en los medios de izquierda occidentales y en el contexto político iberoamericano. Las primeras reformas contenían datos económicos que Estados Unidos no Podía o no estaba dispuesto a soportar. Al endurecimiento norteamericano respondió el de la propia revolución cubana, y todo ello desembocaría en la frustrada invasión de.bahía de Cochinos en 1961 y en la crisis de los misiles del año siguiente, ya bajo la presidencia de John Kennedy en Estados Unidos.
Por otra parte, la exportación al subcontínente de la revolución terminaría con la muerte de Che Guevara en Bolivia en 1968, cuando ya Fidel Castro había adoptado el modelo soviético.
En Cuba no existen hoy libertades individuales y políticas, el país sigue sumido en el subdesarrollo -aunque en una sociedad sin duda menos injusta que la anterior a Castro- y sometido desde hace diecisiete años al racionamiento. El bloqueo económico de Washington continúa y parece que toda posibilidad de solución pasa por el establecimiento de relaciones normales Washington-La Habana, cosa que Fidel desea y a lo que se opone la poderosa maquinaria del exilio cubano en Florida. La rigidez de la Casa Blanca en el tema tiene como respuesta permanente el alineamiento de Cuba a los intereses de la Unión Soviética en el contexto mundial. Ya no se exporta la revolución cubana, sino que el Estado Mayor del Ejército de Cuba apoya en Africa la expansión de los intereses del modelo soviético. En este sentido, la situacion aparece bloqueada por todas partes, y sólo un esfuerzo de imaginación por parte norteamericana podría ayudar a mejorar.
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