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La contaminación impide la observación astronómica

La Administración pública ha invertido casi dieciseis millones de pesetas en obras de reforma y consolidación del Observatorio Astronómico, situado en el parque del Retiro. Sin embargo, este dinero no servirá para hacer del edificio un lugar de observación astronómica (la contaminación lo impide) ni un recinto cultural abierto al público.

Está terminándose la reconstrucción del antiguo Observatorio Astronómico de Madrid, realizada por el arquitecto Antonio Fernández Alba, bajo los auspicios del Instituto Geográfico y Catastral. En la actualidad, el observatorio (erigido en el siglo XVIII), no puede cumplir la misión para la que fue creado debido a que la contaminación atmosférica no permite ya ver las estrellas, mientras las luces de la ciudad en constante crecimiento impiden realizar fotometrías. Además, los avances tecnológicos en este campo exigen otras instalaciones.El edificio seguirá cerrado al público, pues será destinado finalmente a oficinas y no a museo de astronomía.

La historia del Observatorio se remonta al reinado de Carlos III, que patrocinó su realización dentro del conjunto urbanístico que comprendía la Universidad Politécnica (hoy museo del Prado), Jardín Botánico y museo de Ciencias Naturales. Elevado sobre lo que se llamaba Cerrillo de San Blas (luego Colina de las Ciencias), en el emplazamiento de una antigua ermita, es la última obra de su autor, el prolífico Juan de Villanueva. Inscrito en el pensamiento teosófico del momento, el edificio es, en síntesis, un templo religioso de planta cruciforme coronado por una cúpula. La fachada principal es neoclásica, la posterior carece de tratamiento, correspondiendo su aspecto al de una casa rural. Se reconstruye tras la guerra de la Independencia, durante la cual fue utilizada por los franceses como polvorín. Pascual y Colomer hace luego unas reformas, básicamente en el interior, y realiza un edificio destinado a viviendas para los astrónomos, hoy ocupado por oficinas. Fernández Alba planteó el problema de la reconstrucción desde el punto de vista de consolidación de la obra, ya que de lo que se trata es de «restituir» el edificio.

Asi pues en la actualidad se ha conseguido reproducir el original con bastante fidelidad. El proceso comenzó por realizar la documentación, ya que no existían planos y la poca información que había era parcial y aleatoria. Se levantaron planos in situ, se hizo un análisis de la construcción y de las técnicas de la época, y un planteamiento que trataba de reproducir las características primitivas, siendo la técnica de revoco de la fachada lo más complicado. Aún así el costo de la obra no ha sido elevado, pues oscila alrededor de los dieciseis millones de pesetas. Se incluía también un pequeño proyecto que trataba de reproducir a su alrededor el jardín romántico de la época, y un acceso desde el paseo de la Infanta Isabel, que no se van a realizar.

El tema de las restauraciones no se había tratado con amplitud en nuestro país, salvo en el caso de edificios de gran relevancia histórica (catedrales, etcétera), y, según Antonio Fernández Alba, plantea tres niveles de análisis:

«Primero, el proyecto de reconstrucción o restitución de lo que es el edificio histórico. Después, la restauración propiamente dicha, o política de restauración, que no está ni siquiera esbozada, y, por último, la administración de todos estos temas: un edificio histórico, si no hay una política mediante la cual se asignen nuevos usos y nuevas funciones, hace insostenible su reconstrucción, debido fundamentalmente al problema económico que supone. Es lo que está ocurriendo con la mayor parte del patrimonio histórico. No tiene una finalidad, no se le ha puesto nuevamente en uso, por tanto no hay rentabilidad y no se puede mantener un edificio sólo como monumento. Por eso el tema del observatorio estaba bien planteado en un principio: hacer la restauración, y dedicar el observatorio a museo de astronomía, pensándose incluso en la creación de una estructura hinchable para albergar un planetarium, ya que no existe ninguno en España. Se creaba así toda una zona de interés, por su cercanía con el museo del Prado, Retiro, etcétera.»

Sin embargo, como en tantas otras ocasiones, la burocracia y la falta de imaginación han prevalecido sobre consideraciones de utilidad ciudadana y el lugar donde los madrileños podían haber encontrado un nuevo foco de interés cultural, va a verse ocupado por unos ficheros que, sin duda, no merecen ese emplazamiento.

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