"Las Fuerzas Amadas no aspiran a perpetuarse en el Poder"
Pregunta. ¿Cuál es el futuro del tema Beagle?Respuesta. Resulta imposible predecir el futuro en tan delicado asunto, que no depende sólo de nuestra voluntad. En tal sentido puedo expresarle los propósitos del Gobierno argentino -que son los de toda la nación- y las esperanzas que abrigamos. Nuestro país no está dispuesto a tolerar la pérdida de su patrimonio soberano. Está en juego en ello el orgullo de su nacionalídad y la defensa de sus intereses. Como es de público conocimiento, un laudo arbitral nulo por sus inexactitudes, contradicciones y excesos obligó a nuestro Gobierno a rechazar su validez y vigencia. Conscientes de la trascendencia de tal actitud, así como de la imperiosa necesidad de un entendimiento directo con Chile, impulsamos negociaciones con el Gobierno del país hermano, tendentes a concretar un acuerdo definitivo sobre la disputa de soberanías en la zona austral.
Confiamos en que, a través de las negociaciones que se están desarrollando, se encuentren soluciones imaginativas, renovadoras, respetuosas de los intereses de ambas partes, así como dignas y honorables para ambas naciones.
P. ¿Qué diferencias reales existen entre el cambio producido en Chile y el régimen argentino?
R. No compete a mi Gobierno hacer referencias a las características políticas de otras naciones. Dos de los principios liminares de nuestra política exterior son la autodeterminación de los pueblos y la no intervención en asuntos internos de otros Estados. Puedo, en cambio, sintetizar los propósitos y objetivos del proceso que encabeza el actual Gobierno argentino. Por una parte, devolver el orden y seguridad a la nación, agredida por el terrorismo apátrida, y, por la otra, crear las bases políticas, económicas, sociales y culturales necesarias para la instauración de una auténtica democracia, fuerte y estable.
Las fuerzas armadas no aspiran a perpetuarse en el Poder ni a modificar las condiciones esenciales del régimen republicano (le gobierno.
P. La enmienda Humphrey Kennedy, aceptada por el Senado y la Cámara de Representantes, imposibilita que Estados Unidos venda a Argentina nuevas armas o repuestos de las adquiridas con anterioridad. Estados Unidos y la Organización de Estados Americanos por la defensa de los derechos humanos han puesto al régimen argentino en serios aprietos diplomáticos.
R. Argentina ya ha adoptado su decisión respecto de la llamada enmienda Humphrey-Kennedy. Estados Unidos, como nación soberana, puede disponer libremente de sus recursos propios y otorgar o negar crédito a quienes quiera. Lamentamos, sin embargo. que tal decisión, en el caso de la Rcpública Argentina, haya sido tomada con escaso conocimiento de nuestra realidad, que no guarda relación con nuestro país.
Aquí no se han violado los derechos humanos. Fuimos víctimas de la agresión terrorista, orquestada y dirigida desde el exterior, y nos defendimos, tal como hubiera hecho cualquier pueblo digno y libre. Si hubo algún exceso -nunca tolerado-, ya se enmendó. Defendimos y salvaguardamos los derechos humanos de la ciudadanía que, con las temporales y necesarias restricciones impuestas por la lucha, puede ejercer sus libertades esenciales: vivir dignamente y con seguridad, expresarse a través de la prensa , peticionar a las autoridades y trabajar para la paz. Las relaciones entre Argentina y EEUU no deben centrarse exclusivamente en la llamada cuestión de los derechos humanos.
P. ¿Qué opinión le merece la próxima visita del Rey de España?
R. Argentina no puede ni debe abrir juicio sobre lo que ocurre internamente en España. Sabemos de alguna dificultad, pero no abrimos juicios sobre ello. Solamente podemos decir que la visita del Rey de España a Argentina constituirá para los argentinos realmente un honor, y aparte, una prueba recíproca del filial cariño que Argentina siente por España al poder recibir a su Rey con nosotros y compartir con él algunos días de labor en común.
P.¿Cuál es el número real de presos políticos en su país?
R. En Argentina no existén presos políticos. Nadie se encuentra perseguido u obstaculizado por sus ideas políticas. Expresamente las fuerzas armadas proclamaron, al verse obligadas el 24 de marzo de 1976 a asumir el Gobierno para evitar el caos generalizado que imperaba entonces, que su pronunciamiento no se hacía ni en favor ni en contra de sector alguno. En cambio, sí se encuentran detenidos quienes de una u otra forma desarrollaron actividad terrorista.
No se puede ocultar que en la acción represiva pudieron haberse cometido excesos.
Fue preocupación esencial de mi Gobierno superarlos, para lo cual practicó, y lo sigue haciendo todavía, un efectivo control sobre el accionar antisubversivo. Sin embargo, no puede atribuirse a las fuerzas del orden una exclusiva responsabilidad en hechos de esa índole. Como ya lo expresara en otras oportunidades, los extremistas, que actúan carentes de toda valoración ética, son causantes de muchas desapariciones y muertes de personas que fueron castigadas de esa forma por su intención de defeccionar de las filas terroristas. También hay quienes, por propia decisión, han preferido ocultarse como una forma de preservar sus vida! y eludir así las sanciones de aquellos que hasta ayer habían sido sus cómplices. Resulta, entonces difícil atribuir un único origen a episodios de este carácter cuya dilucidación es una inquietud permanente de los niveles de conducción gubernamental. En este sentido se han dado pasos positivos, tales como la publicación, por parte del Gobierno y dentro de lo que obra en su conocimiento, de listas de detenidos, de desaparecidos y de quienes han recuperado su libertad. Además se continúa derivando a la instancia judicial la resolución de los distintos casos, como muestra de una efectiva garantía de objetividad y ecuanimidad en la aplicación de las respectivas condenas.
P. ¿Cuál es la relación real entre el Gobierno y el peronismo?
R. Para contestar su pregunta creo conveniente trazar a grandes rasgos los perfiles de Argentina cuando en marzo de 1976, las fuerzas armadas se vieron obligadas a tomar el Poder. El país estaba inmerso en una situación caótica. El vacío de Poder, la activísima presencia de las bandas terroristas, la quiebra del aparato productivo, un ritmo inflacionario del 900% anual, el desorden social y la imposibilidad de afrontar las obligaciones financieras contraídas con el extranjero eran algunos signos de la aguda crisis que vivíamos. Además, el cuadro se vio agravado porque las instituciones, que eran las que tenían que dar la respuesta constitucional adecuada a esa ardua situación, soslayaron tan decisiva cuestión. Las fuerzas armadas, que no querían el Poder, se vieron obligadas entonces a tomarlo para evitar el riesgo cierto de la disolución nacional.
En tan difíciles circunstancias se decidió suspender las actividades políticas y gremiales, sean éstas de trabajadores o empresarios. El sentido de esta suspensión, es abrir un interregno que permita poner las cosas en orden y echar las bases de una nación renovada y moderna.
P. ¿Cuándo podrá hablarse de normalización política y sindical?
R. Todavía no es el tiempo de la normalización política, aunque el proceso de reorganización nacional aspira a instaurar en Argentina una democracia pluralista, fuerte y estable. Creo, además, que solamente se puede constituir una democracia de tal signo mediante la presencia de los partidos políticos. También entiendo que las organizaciones sindicales, en tanto se circunscriban a su actividad específica, tienen un papel que desempeñar en el ámbito social argentino. Sin embargo, debo decir, una vez más, que este proceso tiene objetivos que cumplir y no plazos.
P. ¿Es partidario de un Gobierno civil a medio plazo o considera como solución más eficaz la continuidad de los Gobiernos militares?
R. Debo reiterarle el propósito democrático que anima a este proceso y del que ya habláramos antes. Sin embargo, el tema que usted plantea merece algunas consideraciones.
En otras oportunidades dije que, a mi juicio, la única manera de terminar con las crisis políticas, que se desatan cíclicamente en la nación, es concretar la convergencia de civiles y militares en derredor de un ideario y de una acción transformadora en común. Por ello las fuerzas armadas han anunciado que, en su momento, formularan al país una propuesta política. Anhelamos que ella sea el comienzo de un fecundo entendimiento entre los argentinos.
Es imposible pensar en un régimen democrático sin la existencia de partidos políticos. Partidos políticos que signifiquen instituciones al servicio de la formación de opiniones y no meras empresas recolectoras de votos. Si usted, al configurar o prever esa democracia que nosotros queremos construir, cree que pueden tener cabida partidos con vicios arrastrados del pasado inmediato, yo diría que no. Si usted entiende ver en eso democracia, partidos así definidos, como instituciones, realmente instituciones formadoras de opinión, sí, pues no habría una democracia sin partidos políticos.
P ¿Hasta qué punto existe división en las fuerzas armadas con respecto al futuro político de la nación?
R. El fortalecimiento de la unión de las fuerzas armadas ha sido y es una preocupación primordial de los hombres que tienen la responsabilidad de su conducción. Estuvieron sustancialmente unidas en el momento de asumir el Gobierno de la República, el 24 de marzo de 1976, luego de agotadas las instancias constitucionales que no brindaron las soluciones políticas que el país reclamaba con urgencia. Mantuvieron celosamente esa unidad en todas las medidas de ordenamiento que hubo de adoptar el Gobierno para superar la grave circunstancia que agobiaba a la nación. También la preservaron en la lucha que emprendieron contra ese enemigo común del pueblo argentino que fue el terrorismo inhumano. La siguen cultivando ante la incitante tarea de construir el futuro de la República. Este principio insoslayable -la unidad de las fuerzas armadas- no significa que no puedan surgir diferencias acerca de alguna cuestión en particular. Ello es natural si se tiene en cuenta la formación y convicción democráticas de las fuerzas armadas, y no se confunde unión con uniformidad.
P. Al almirante Massera se le presenta como el líder de un peronismo moderado...
R. Esa opinión va por cuenta y riesgo de quien la vierte. El almirante Massera, que fue miembro, de la Junta Militar, comandante jefe de la Armada, abandonó ya este puesto, y, según él dijo, pasó a su cargo en situación de retiro, como un miembro más de este proceso, porque lo vivió como protagonista desde su comienzo, y me imagino que va a seguir viviendo, como todo argentino de bien, hasta su final.
P. Pero el discurso de su despedida tuvo algunos pasajes, digamos, amargos...
R. Repito: eso corre por cuenta de quien emite ese juicio y forma esa opinión. Yo creo que cada uno que termina un ciclo tiene derecho a hacer su propio examen. En función de su examen, de ese ciclo vivido, porque esto fue vivido, y en plenitud, por cada uno de los integrantes de la Junta. Puede hacer su autocrítica respecto a si ese ciclo dio todo lo que se esperaba o no dio todo lo que se esperaba. El señor almirante manifestó su estado de ánimo, con todo derecho puede hacerlo.
P. Del almirante Masserá se habla como hombre elegible en el futuro.
R. Bueno, yo digo que si es un hombre elegible no me atrevería a decir por las urnas. Mas, sobre el 81, por cuanto el desarrollo del proceso entiendo no va a dar el grado de madurez deseable como para una apertura política eleccionaria.
P. Se habla de un plazo de doce años...
R. Nosotros nos negamos sistemáticamente a hablar de los plazos. Hablamos de objetivos. Nosotros debemos crear, sí, las condiciones para que esos objetivos se vayan cumpliendo.
P. ¿Se podría pensar en que el actual presidente fuera hombre que optara a una elección futura?
R. El Estatuto para el proceso establece justamente limitaciones en cuanto a la adopción de los mandatos, en cuanto a la reelección, así podemos llamarle, de los candidatos. En mi caso particular, yo no podría al término de mi mandato, es decir, en marzo de 1981, ser presidente por un período más. Nuestra apreciación es que para entonces no estará esto maduro como para pensar que mi relevo sea producto de una elección abierta.
P. ¿A qué atribuye el hecho de que la mayor parte de Suramérica esté en manos de regímenes militares?
R. Yo diría, tal vez, que más que por una determinación nuestra, ha sido por una determinación de quien desde afuera encontró acá, en América, y más concretamente en el Cono Sur, una vía de entrada a esa América para cambiar su sistema de vida, y concretamente me refiero a la agresión al terrorismo subversivo que hizo presa en las naciones americanas, para introducir un cambio de sistema de vida que no es el propio. Esto tuvo como reacción que tuvieran la oportunidad de hacer frente a esta agresión del terrorismo subversivo. La contemporaneidad de estos procesos, repito, no fue buscada, fue una circunstancia creada por esa agresión simultánea contra todos, y no significa, digamos, un acuerdo de partes, ni una concertada operación para esta presencia simultánea de Gobiernos militares en toda Suramérica. Prueba de ello es que cada uno de ellos, según su ritmo, tiene tiempos distintos, pero, a fin de cuentas, todos tienen el mismo ideal de pasar a un régimen democrático tan pronto las circunstancias internas de los países lo permitan.
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