_
_
_
_
_
Tribuna:DIARIO DE UN SNOB
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Andrés Fraguas

Ese esquinazo de la mañana, a vista casi del cementerio, esquinazo al Este de la ciudad, clínica clara, y la callada expectación -grumos de luz, grupos de sol- en que una sangre joven, no vista, expresada en flores rojas, eludida en flores blancas, se cuaja, va cuajando, sabemos que se está cuajando, que se está secando, como cristal o crimen, a mediodía. La clínica, misteriosamente, se ha quedado sin luz y sin agua.Me lo dice una vecina del barrio buena lectora de periódicos, mujer del pueblo:

-La clínica, oiga, se ha quedado sin luz y sin agua.

Entre las barbas amistosas (aquí se ve bien lo que toda barba tiene de duelo), entre los profesionales. los obreros, los amigos, los curiosos, entre las gentes de la mañana, grupos de insolencia y desafío, carteles de un matonismo cínico y madrugador. ¿Por qué esta veta loca de españoles entre los españoles, campo abierto de hombres y futuro?

El abrazo casi maternal de Juby Bustamante. Cebrián, que va tan sonriente a los pleitos, al peligro, viene hoy de gafas negras, serio, serio, y me duele la seriedad de este hombre, niño al que su precocidad está poniendo a prueba de asesinos. Máximo, con las palabras medidas y la cazadora cordial de la amistad. Alguien grita en la mañana, aíguien sufre en la mañana, una mujer, un hombre, una hermana, una madre.

Jesús Hermida, recién derribado del mueblecito del televisor, caído de lleno y por su gusto entre la flor sangrienta de los paisanos. En su viejo seiscientos amarillo me llevará al cementerio.

-¡Te vengaremos por cojones! -grita un obrero joven, golpeando en un coche con el puño.

Le reprimen los gritos y las lágrimas, esas lágrimas duras que a veces llora un hombre frente al crimen.

Venimos a enterrar a Andrés Fraguas. Vamos a enterrar a Andrés Fraguas. El crimen ha tocado en lo más puro y quieto del lago de la raza, en la juventud confiada de Andrés Fraguas, un chico de Castillo de Bayuela, provincia de Toledo. Un coche, delante de nosotros, lleva una pegatina de Castillo de Bayuela, provincia de Toledo. Debe ser un recorte de periódico, porque los callados pueblos con castillo no tienen pegatinas.

La Almudena, en la mañana primaveral de noviembre, es una fiesta de todas las flores y de todos los santos, de todas las luces, casi como si ayer, anteayer, se hubiera celebrado la romería de los muertos, la verbena de San Antonio de los muertos, entre las tumbas y los vivos.

Pero lo que traemos aquí no es un muerto de oficio. Alguien ha dicho, con la indiferencia shakesperiana de los sepultureros:

-¿Andrés Fraguas? Eso va a nichos.

Ya estás catalogado, Andrés, ya estás archivado en la blanca burocracia de la muerte. Pero lo que traemos aquí es el cadáver doncel -el doncel de Bavuela-, ileso de culturas -Y políticas. con fe sólo en su pueblo, su pueblo, la luz con el tiempo dentro, porque el español es de pueblo, fundamentalmente, y ya está visto que ni la Constitución, ni la democracia, ni los pactos, ni la izquierda, ni la derecha van a salvar del crimen legendario, casi bíblico, eterno crimen de España, a lo más puro, joven, hortelano y sencillo de la raza: Andrés Fraguas, sensato como un huerto, que miraba su vida como una hectárea, ni más allá ni más acá. Entrecejo poblado, mirada tranquila, boca triste, y el hoyo de los pacíficos en la barbilla. Qué ungido de infancia por ese hoyo.

Quieren enredarnos en el crimen para implantar la España fanfarrona. De la masa blanca del cementerio, donde el sol del mediodía se desvenda como una vieja momia, viene la masa negra del entierro, un luto masculino y unánime. Sacrificando a un inocente han malherido al pueblo en lo más puro. Traigo, de vuelta a Madrid, una insolación no de sol, sino de crimen.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_