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Los comunistas y la enmienda foral vasca

Miembro del Comité Ejecutivo del PCE y del Comité Ejecutivo del PSUC Diputado por Barcelona

La aprobación por la Comisión Constitucional del Senado de la disposición adicional primera del proyecto de Constitución sobre el reconocimiento y la, garantía de los derechos históricos de los territorios forales -más popularmente conocida como la «enmienda vasca»- ha dado lugar a una áspera polémica pública que no se ha distinguido, precisamente, por el sentido de la ecuanimidad y por la serenidad de muchos de los que han tomado parte en ella.

Ha habido mucha frivolidad y mucha irresponsabilidad política en el debate. Se han manejado argumentos increíbles para reducir al absurdo la reivindicación foralista y, en algunos momentos, ha parecido que lo único que se buscaba era crear un clima adverso a la reivindicación vasca, encrespar los ánimos y hacer imposible la única vía de solución: el diálogo abierto y franco, la discusión y el acercamiento de las posiciones hoy encontradas.

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El problema es serio y no se resolverá, como parece creer UCD, con la simple vuelta de la tortilla. Tampoco se resolverá votando sí a la enmienda del PNV y diciendo luego que no, como ha hecho el PSOE. Desde el principio la discusión se ha llevado mal y se ha resuelto peor. A estas alturas parece que sólo cabe el todo o nada y en virtud de eso se menosprecian o se ignoran los gestos y las actitudes conciliadoras. Sin embargo, el acuerdo no sólo es necesario, sino que es posible. Y a alcanzar este acuerdo deben dirigirse todas nuestras energías.

El mismo PNV ha avanzado propuestas de negociación y ha hecho gestos de acercamiento que no se pueden echar en saco roto, aunque a veces la pasión y la intransigencia con que ha defendido sus posiciones puedan haber inducido a creer lo contrario y hasta a agudizar las tensiones existentes. Digo esto porque la actitud general del PNV puede invalidar su propia capacidad de negociación. El hecho es que en los debates constitucionales el PNV ha votado sí al artículo dos del proyecto de Constitución, donde se consagra «... la indisoluble unidad de la nación española, patria común e indivisible de todos los españoles ... ». Y ha votado no a la pretensión de introducir en la Constitución una regulación explicita del derecho de autodeterminación.

Ahora se acerca el momento decisivo y cada cual debe asumir sus responsabilidades. Después del Pleno del Senado no queda más instancia que la Comisión Mixta. Hay que llegar, pues, a un acuerdo antes de culminar estos dos trámites.

Llegar a un acuerdo significa partir del hecho de la aprobación de la enmienda del PNV por la Comisión Constitucional del Senado. El texto aprobado se puede matizar de modo que quede a salvo el sentido profundo de la enmienda y queden a salvo también los temores de que esa enmienda pueda alentar reivindicaciones independentistas.

Cuando se discutió el tema, en el Congreso de los Diputados se había alcanzado prácticamente un acuerdo, que luego no se concretó por los temores de UCD y las vacilaciones de otras fuerzas. Pero la fórmula entonces alcanzada era y es válida, porque solventaba todos los equívocos y satisfacía las aspiraciones más sentidas.

Los comunistas apoyamos entonces dicha fórmula y la seguimos apoyando. Pondremos toda nuestra energía y haremos cuanto esté en nuestra mano para que ese acuerdo sea posible.

Pero también decimos que si el acuerdo, finalmente, se frustra, apoyaremos hasta el final la enmienda que presentó el PNV y que aprobó la Comisión Constitucional del Senado.

Las razones de esta actitud son muy sencillas. Lo que nos jugamos con la Constitución es la consolidación y el arraigo definitivos de la democracia en nuestro país. No habrá consolidación ni arraigo si Euskadi no se incorpora plenamente a la causa de esta democracia. Y para ello es indispensable conseguir que Euskadi vote afirmativamente a la Constitución de manera masiva. Esa es una tarea política fundamental que no se cumplirá si no se disipan los actuales equívocos y no se eliminan las actuales crispaciones.

El primer equívoco es el que nos presenta a Euskadi como un país en plena guerra, como un país de enfrentamientos radicales. La gran mayoría de la población de Euskadi no está hoy en pie de guerra, sino que aspira a una participación activa en la causa de la democracia y de la autonomía. Y esa es la energía que hay que liberar, esa es la energía que hay que poner en funcionamiento. Dos obstáculos lo impiden hoy. El primero es el terrorismo. En la fase actual el terrorismo de ETA, -independientemente de sus orígenes y de su trayectoria- no es un elemento de concienciación activa del pueblo vasco, sino un elemento que reduce a la mayoría de ese pueblo a la pasividad. Sustituye la iniciativa de las masas por la acción violenta de un grupo, impide el protagonismo de la mayoría, frena la iniciativa popular, frustra los movimientos democráticos de masas. En ese sentido, es un factor contrarrevolucionario, un elemento de distorsión de la auténtica voluntad del pueblo vasco.

El segundo obstáculo es el centralismo político-administrativo y la política de orden público llevada a cabo en nombre de ese centralismo. Se ha querido solucionar el problema del terrorismo con una política de orden público que repercute sobre el pueblo vasco en su conjunto y que no ha dado a este último la sensación de que las cosas habían cambiado respecto al franquismo. Durante demasiado tiempo los llamados «incontrolados» han campado por sus respetos, cuando todo el mundo sabía que eran perfectamente controlables.

De este modo la vida política vasca ha quedado totalmente distorsionada por un enfrentamiento minoritario entre los terroristas y las fuerzas de orden público, con una población reducida al silencio y la pasividad ante la escalada de violencia.

La primera tarea política es, pues, eliminar esa hipoteca, levantar esos obstáculos y liberar la inmensa energía democrática existente hoy en la población de Euskadi. Para ello hay que modificar radicalmente la política de orden público y hay que aislar políticamente al terrorismo.

Sobre la política de orden público se ha hablado mucho en los últimos meses, se han avanzado propuestas concretas por parte de las fuerzas políticas vascas, se han hecho incluso previsiones en el proyecto de Constitución y por eso no voy a extenderme en más consideraciones. Los términos del problema están claros; no así todavía las soluciones.

La política de orden público es un aspecto fundamental para abordar con éxito la otra cara de la cuestión: el aislamiento político del terrorismo. Pero no es suficiente. Si se quiere aislar políticamente al terrorismo hay que crear en Euskadi las condiciones para la ,formación de una gran mayoría democrática que, acepte el marco de la Constitucióny se plantee la edificación concreta de la autonomía vasca dentro de ese marco.

Esta mayoría no se podrá constituir si en las precarias condiciones actuales se ponen por delante de todo las preocupaciones electoralistas del PSOE, del PNV y de la UCD.

Tampoco se podrá constituir si por esas preocupaciones electoralistas la sociedad vasca se deja escindir en dos cuerpos distintos: el «vasco» y el «español». Y esto es lo que puede ocurrir si el PNV llama a votar no a la Constitución.

Resolver este problema exige un gran sentido del equilibrio y del acuerdo, una gran sensibilidad hacia los planteamientos que puedan conducir a acuerdos mayoritarios apoyados en las aspiraciones reales de la población.

Lo importante hoy es empezar a edificar la autonomía con una gran mayoría detrás. Para ello no basta con las fuerzas que ya aceptan hoy el marco de la Constitución. Es preciso que otras fuerzas -como el PNV- acepten también ese marco, sin que ello signifique pérdida de su naturaleza política ni desprestigio ante su base social.

Hoy las distancias son grandes y hay que superarlas. Cada paso dado en esta dirección aisla al terrorismo y convierte a los radicales independentistas en fuerzas de segundo orden. Y, al revés, cada retroceso en el camino de la mayoría democrática y autonomista convierte a los independenti5tas en árbitros de la situación.

Como ha escrito recientemente el secretario general del Partido Comunista de Euskadi, Roberto Lertxundi, la solución existe: «El sí a la Constitución, la pacificación del país, la reconstrucción nacional vasca en el marco de una España democrática.» Hay que incorporar a Euskadi a la Constitución. Y como dice Lertxundi: «Esta es la cuestión clave y no tanto el tema de fueros- sí o no, disposición adicional sobre derechos históricos sí o no. Los comunistas haremos todo lo que esté en nuestra mano para que el PNV se encuentre a gusto en la Constitución, pero aceptándola plenamente.» Esperemos, pues, que los demás partidos adoptarán una actitud parecida y que todos -incluyendo, naturalmente, al PNV- asumirán sus responsabilidades.

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