Alcázar Velasco era el jefe de los españoles que espiaban para Japón
Profesor del departamento de Estudios Internacionales de la facultad de Ciencias Políticas de MadridEn los archivos nacionales de Washington han sido abiertos al público algunos documentos acerca de los mensajes japoneses, diplomáticos y militares, descifrados día por día por los servicios de inteligencia americanos, bastante antes del ataque japonés a Pearl Harbour. El nombre de código con el que fueron bautizados fue Magic.
Esta apertura inmediatamente ha traído consigo un fluir de personas interesadas en el estudio del tema o en el lanzamiento del reportaje sensacional, sobre todo cuando un periódico tan influyente y aparentemente bien informado corno el Washington Post empezó a lanzar desde primeras páginas historias de dudoso rigor científico.
Ciñéndonos únicamente al tema del espionaje en Estados Unidos, la organización de la red y la cobertura diplomática, en función de la documentación abierta, que no supone más de once tomos de fotocopias, bastante cortadas y muchas de ellas en blanco, para el año 1943 y donde aparece la historia del espionaje español en Estados Unidos, se puede afirmar provisionalmente y a la espera de una laboriosa contrastación con otra documentación hasta ahora consultable en otros archivos, que:
1. Existió una red de espionaje japonesa cubierta por diplomáticos y periodistas españoles en Estados Unidos.
2. Que esta red estuvo supuestamente controlada desde Madrid.
3. Que fue un elemento de bastante utilidad para los aliados.
4. Que como red de espionaje tuvo nula efectividad.
Para comenzar diremos que lo primero que hay que establecer es el cuándo, cómo y quién organizó la red.
Una lectura atenta del tomo correspondiente al mes de enero nos lleva a lo siguiente: la necesidad de una organización que pudiera recoger información fue sentida de forma acuciante en Tokio tras el ataque de Pearl Harbour. El ministro japonés de Asuntos Exteriores envió tres días después una circular a sus diversos representantes en el mundo urgiendo una respuesta inmediata a las siguientes cuestiones:
1. ¿Qué información autorizada está dispuesto a ofrecer el Gobierno ante el que estás acreditado?
2. ¿Qué información se puede disponer proveniente de conexiones secretas con los nacionales de ese Gobierno?
El ministro japonés en Madrid, Suma, respondió en un primer mensaje, el 13 de diciembre de 1941, señalando que el asunto era bastante delicado, dado que España era neutral. Más tarde, el 9 de enero de 1942, enviaba otro mensaje afirmando que «la persona responsable de nuestra información aquí» le habla llamado, a petición del ministro Serrano Súñer, para planear la recogida de información en Estados Unidos.
El jefe de la red
La simple y apresurada lectura de la documentación puede llevar a hacer la siguientes afirmaciones, aparecidas en el Post el 10 de septiembre en primera página: «La identidad del líder nunca es revelada en los documentos abiertos al público, ni existen nombres de los espías que trabajaron para la organización en Estados Unidos, excepto la notificación de que existieron por lo menos seis y probablemente ocho espías trabajando para To durante la guerra. »
Veamos esto un momento. Los documentos, sí bien no citan nombres, sí dan detalles curiosos, como, por ejemplo, que esta persona era un confidente de Serrano Súñer y nada menos que había sido anteriormente agregado de prensa en Londres. Cualquier estudiante español de este período conoce perfectamente que se trata de Alcázar de Velasco. Aparte de esto hay otro dato que es importante reseñar, el juicio que emite el ministro consejero japonés sobre este jefe de la organización en Madrid: «Un caballero que haría cualquier cosa en este mundo por las personas que quiere, de carácter enérgico, pero bastante quijotesco y de mente calenturienta.»
Como es lógico, el servicio se montó sobre lo ya existente en Estados Unidos, tratando de incrementar algo más su número en función de las nuevas necesidades. Pero veamos ahora un detalle importante que aparece en los documentos y que fue alegremente pasado por alto en el Wasington Post. Un periodista español, cuyo nombre es perfectamente conocido, sintió miedo ,ante esta misión y se lo comunicó al embajador americano, Carlton Hayes. Otros aspectos no menos significativos son los calificativos que aparecen en los docurnentos, tales como «agentes con poca idea» que «no sopesan el graclo de confianza de las fuentes». Y sobre todo que el embajador británico en Madrid, Samuel Hoare, conocía perfectamente quién era Alcázar de Velasco desde hacía tiempo.
Por ello, no es sólo que los servicios de información americanos conociesen los cablesjaponeses, o que hubiese agentes de la organización al servicio de los americanos, es todo el contexio de la información que se pasa vi a Madrid y vía Lisboa -los famosos Fuji Reports- el que está manipulado.
Pero no sólo es eso lo increíble de la historia. Lo increíble son las continuas trampas, tretas y engaños a que está sometido el ministro japonés en Madrid, tanto por los miembros del Ministerio de Asuntos Exteriores español como del embajador italiano Paulucci, como del propiojefe de la organización, Alcázar de Velasco, y Serrano Sáñer en perscna. Esto es fundamental. Esto no es una red de espionaje, es un espectáculo circense.
El aspecto más curioso de toda esta historia aparece en el torno referente al mes de marzo. Alcázar de Velasco, el 24 de febrero de 1943, informó al ministro japonés que Serrano Stíñer marchaba a Roma para entrevistarse con algunos don juanistas.
El día 3 de marzo volvió a en trevistarse con él para comunicarle, en estricta confianza, que mientras Serrano estuvo en Roma asistió a una «estrictamente secreta» conferencia de dos días de duración en el Palacio Venecia, a la que asistieron Ciano, Von Ribbentrop y un representante americano, dando toda una serie de detalles de lo allí tratado, que dejaron sorprendido al ministro japonés, no sólo por el «absoluto secreto», sino, sobre todo, por el contenido.
Se trató nada menos que de parar la guerra en Europa y seguírla en Asia. Serrano, posteriormente, confirmó la veracidad del informe, añadiendo algún detalle de gran importancia para entender toda una serie de especulaciones que se han hecho posteriormente sobre el año 1943. El representante americano no era otro que el cardenal Spellman, en buenas relaciones con el Papa y con el presidente americano.
El ministro japonés en Tokio inmediatamente instruyó a su representante en Madrid para que enviase esa información a Berlín, Roma y el Vaticano para ser contrastada. El barullo que se armó en toda Europa es de imaginar. Von Ribbentrop negó rotundamente la historia, en Roma soltaron carcajadas y el enviado especial japonés ante el Vaticano, Harada, informó que Spellman no llevó a Roma propuestas concretas, sino que actuó más .bien como un observador.
Suma no cejó y volvió a ver a Serrano, quien le confirmó que había llegado a Roma el día 25 de febrero en un avión italiano, que había residido en la casa de Ciano, y que volvió a España el día 1 de marzo. De nuevo volvieron las consultas sobre el supuesto plan de paz separada, y el embajador japonés en Berlín, que no era tan ingenuo, envió un mensaje a Madrid diciendo que ya estaba bien de secretos y que el asunto era de la suficiente importancia corno para sacrificar, si fuera necesario. toda la red de espionaje.
De los documentos se deduce la perplejidad de los servicios de información americanos, la atribución de esta historia al deseo de lanzar a Japón contra Rusia, que Alcázar estaba al servicio y recibía dinero de los alemanes, que Hitler y Von Ribbentrop consideraron tanto este movimiento rumoroso como el discurso de Jordana del 15 de abril sobre una posible paz y el pasaje del discurso de Franco del 9 de mayo como extremadamente desagradable, y que Bastianini, subsecretario del Ministerio de Asuntos Exteriores italiano, manifestó que Sarnuel Hoare en
Madrid estaba usando muchísimo dinero. Alcázar recibió dinero de los alemanes. ¿Quiénes?
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