El magisterio de Orson Welles
ENVIADO ESPECIAL, El viejo maestro Orson Welles se levantó ante los estudiantes de Boston y les dijo, con la frescura que le ha hecho esencial en la historia del cine: «Lo único que hace válida una obra de arte es la cantidad de accidentes que la hayan hecho diferente a lo que en un principio se pensó que iba a ser.» Orson WeIles paseó su mirada por el hall para recibir la reacción de la audiencia. «Todos los accidentes son bienvenidos: en el cine puede cambiar la estructura y el fundamento de una película. El propio olor del aire del estudio en el que se rueda la historia, el sol, todos los elementos naturales, más que el director, son esenciales para marcar el rumbo del trabajo cinematográfico.»En Boston, Massachussetts (Estados Unidos), había mucha gente escuchándole, sorprendiéndose con Orson WeIles de los hallazgos de los que él mismo se regocijaba. Sin embargo, en Deauville, Francia, donde se ha producido el estreno europeo del filme en el que WeIles hace esas reflexiones, sólo una decena de locos del cine acudieron a verle.
La película Filming Othello es una pequeña obra del arte de la palabra y del cine. Cuesta trabajo creer que alguien, con su voz, rodeado de cintas de películas viejas, sin más apoyatura que su cara y la luz, pueda mantener durante dos horas la atención de un espectador que en otras circunstancias no aguantaría un discurso de esa duración sobre las posibilidades cinematográficas de Otelo, uno de los personajes más apasionantes de William Shakespeare. Orson WeIles da, sobre todo, una lección literaria y cinematográfica.
El realizador de Campanadas a medianoche, cuya devoción por Shakespeare es ampliamente conocida y privada, considera que su interpretación de Otelo y los diferentes problemas que le supuso esa filmación ha sido esencial para su vida cinematográfica. «No hay posibilidad de mirar hacia atrás o hacia adelante en mi carrera sin pensar en Otelo», dice WeIles al final de su película. En realidad, Orson WeIles comenzó a rodar este filme en 1948. Otelo era una obsesión. En la mente de Welles, el personaje era un homosexual, un impotente, un celoso, un hombre atrapado. De esa controversia nace una interpretación magistral, en la que Orson Welles, muestra la complejidad shakespeariana de ser tan obsesivo. Para él, Otelo, el filme, era una necesidad constante. Terminarlo podía ser un fracaso. Filming Othello es, pues, la crónica de esa lucha por no acabar la película, por prolongarla hasta ahora mismo, se rodó en Marruecos, Viterbo y Roma, en épocas diferentes, cuando Orson WeIles quedaba libre de su trabajo como actor en filmes como El tercer hombre, de Carol Reed (1949), y La rosa negra, de Henry Hathaway (1950). Mientras tanto, además, WeIles actuaba y dirigía en una versión teatral de Otelo en un escenario de Londres.
Lo que mantiene la atención en esta historia «académica» de Orson WeIles es su capacidad para reírse de sus mitos principales y, sobre todo, de sí mismo. Sentado ante la moviola, Orson Welles aprovecha, como hizo ya en For fake, la película sobre un famoso falsificador de cuadros, para reírse del cine.
No son muchos los que han aprendido la lección, lo que provoca la existencia de películas solemnes e inútiles, realizadas con un presupuesto excepcional y destinadas a aburrir a los primeros espectadores engañados. Es el caso de An enemy of the people (Un enemigo del pueblo), un filme realizado por George Schaefer y (mal) interpretado por Steve McQueen, Bibi Anderson y Charles Durning. La obra se ha estrenado también en el Festival de Cine Americano de Deauville.
Un enemigo del pueblo sirve, únicamente, para ilustrar la historia de un actor que quiere huir sin éxito del carácter que siempre ha representado. Steve McQueen, héroe de películas de acción, «dandy» perpetuo, cara feliz y típica del cine americano, quiso cambiar completamente su imagen. En el filme todos los actores aparecen adornados con las barbas portizas que imitan las de los personajes descritos por Henrik lbsen, el escritor noruego del siglo XIX sobre cuya novela Un enemigo del pueblo se basa este filme. Steve McQueen, cincuenta años, acabado para el cine de acción, necesitado de adquirir una imagen dramática intelectualizada, es el único que luce su propia barba. En efecto, del escenario, desaparece su antigua imagen, pero también desaparece él, porque la película es inútil, reiterativa, sombría y tremendamente aburrida. Por lo que se ve pudiera haberla realizado el propio Ibsen, porque los medios utilizados para filmarla no son mucho más avanzados que los que había disponibles cuando se descubrió el cine. Steve McQueen es el productor ejecutivo del filme. Del fracaso de su película, pues, saldrá doblemente perjudicado, porque ni siquiera habrá establecido una reputación como actor teatral.
Un enemigo del pueblo, la historia de un médico que se enfrenta a toda una población porque denuncia un caso de contaminación de aguas, se desarrolla prácticamente en una sola casa. Los pozos en los que se encuentra el agua no aparecen jamás y, en general, podía haberse filmado en Tokio o en alguna localidad noruega y ese detalle hubiera pasado desapercibido. Posiblemente, Steve McQueen lo previó todo: los trajes, las barbas, el escenario. Pero se olvidó de rezar para que se produjeran accidentes. El no estaba entre la audiencia juvenil de Boston cuando Orson WeIles dio sus consejos magistrales sobre el arte de cambiar de rumbo en el cine.
Babelia
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