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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Se debilita la dictadura en Nicaragua

EN NICARAGUA se agita de nuevo el clima insureccional contra el presidente Anastasio Somoza, siguiendo una tendencia que, con distintas vicisitudes, no ha dejado de manifestarse desde el pasado mes de enero. El asesinato del periodista Pedro Joaquín Chamorro, que al frente del diario La Prensa se había distinguido en sus críticas al régimen, supuso una convocatoria que ha encontrado ecos cada vez más profundos en la opinión pública. Con la segunda huelga general de este año se registra una ampliación en la protesta contra la dinastía de los Somoza, que ha rebasado los sectores tradicionales del descontento de la izquierda para llegar a los partidos legales y al parecer, también a la Guardia Nacional, cuerpo pretoriano de la familia Somoza. Incluso sectores de la alta burguesía, favorecidos por el régimen, empiezan a cambiar de campo. La posición de la dictadura es cada vez más insostenible y comienza a parecer viable lo que muy poco tiempo antes era impensable: que el dictador abandone de una vez el Poder, y que lo haga antes de que el año concluya.La posibilidad de esta dimisión cobra fuerza por la corrupción declarada de un régimen familiar que posee Nicaragua desde hace más de 40 años como si de una finca particular se tratara. El primer general Somoza se apoderó del Gobierno en el año 1936 y permaneció al frente de la nación hasta su asesinato, en 1956. Su hijo, Luis Somoza le sucedió como presidente, cargo que ocuparía hasta 1963, para ser, a su vez, sustituido por su hermano Anastasio, el actual presidente una y otra vez reelegido. El término legal de su mandato expira en el año 1981, aunque se duda que pueda agotarlo. Esta lista de padres e hijos se alargaría mucho más por la enumeración de otros familiares que, situados siempre en puestos clave controlan el 85% de los sectores productivos de la nación.

La alternativa política para el país parece deslizarse de la lucha guerrillera, patrocinada en un principio por el Frente Sandinista de Liberación Nacional, hacia fórmulas más amplias de participación, que incluirían sectores burgueses y liberales y, por supuesto, elementos conectados con la oligarquía somozista. Estos sienten ya necesaria una solución de recambio que, incluso, pudiese recibir las bendiciones de Washington. En la evolución de la situación de Nicaragua son siempre esenciales los designios de Estados Unidos, que ocuparon militarmente el país desde 1912 a 1933 y que, de un modo u otro, han estado presentes en la política nicaragüense (incluido el apoyo a la dinastía Somoza). Nicaragua todavía no ha sido beneficiaria de la política de derechos humanos del presidente Carter, quien jamás permitiría que su aplicación hiciese que Nicaragua se le escapase de las manos.

Nicaragua recuerda Cuba a los Estados Unidos y Somoza al Batista de 1958. Si Washington ha respaldado a la familia Somoza es porque consideraba a su dictadura como un bastión de su estrategia contra la Cuba de Castro. No hay que olvidar que precisamente desde allí fue lanzada la expedición de Bahía de Cochinos en el año 1961.

El presidente Somoza continúa negándose a dimitir. Su sustitución, por mucho que responda a los deseos de la opinión nacional, no será fácil. debido al dominio que ejerce la gran familia en toda la vida nacional. La solución para Nicaragua no sólo será política, también social. Requerirá tanto la eliminación de poderes personalizados como de concentraciones monopolistas abusivas y de inmoralidades abundantes. Y no será posible sin una voluntad decidida por parte de Estados Unidos.

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