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Hoy comienza en Bonn la reunión de los siete países más ricos del mundo

La debilidad política de Carter puede decisivamente en los resultados de la "cumbre"

A sólo doce horas del inicio de las conversaciones, cuando prácticamente todos los dirigentes de los «siete» países más ricos del mundo se encuentran ya en Bonn para asistir a la cumbre, las especulaciones continúan centrándose en la postura del presidente Carter y las que para cada uno de los temas a debatir decida adoptar el primer ministro japonés, Fukuda. La única que aparece clarificada es la postura alemana, entendida como representativa de los criterios de los «nueve» países de la CEE, reunidos previamente en Bremen la pasada semana.

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Tres precedentes poco eficaces

En términos generales, un cauto optimismo rodea el clima previo a la reunión. El desarrollo de las primeras horas de Carter en la República Federal de Alemania disipa temores y concita esperanzas, en el sentido de que el presidente norteamericano pueda ceder algo de terreno en diversos temas, entre los que destaca de modo prioritario el monetario. No hay que olvidar que precisamente en este aspecto es en el que Schmidt logró obtener un consenso previo, sentando las bases de una incipiente unificación monetaria europea, en la reunión de Bremen. Consenso que, obviamente, beneficia en primer lugar al marco, mitigando su riesgo en el marasmo de los mercados monetarios internacionales. La pugna dólar-marco es, en principio, el punto de arranque previsto como inevitable para esta cumbre.

El fantasma del paro

La clave esencial de lo que pueda acontecer hay que basarla en la realidad tangible de que todos los interlocutores, sentados a la mesa de Bonn, acuden al diálogo con la experiencia de tres convocatorias previas, tras las que apenas nada fructificó . Antes bien, sus respectivas posiciones son, en general, menos favorables que en anteriores ocasiones similares. Y el paro, el gran fantasma que se cierne sobre las economías occidentales, muestra tasas más elevadas si cabe de las que cupo esperar en Rambouillet, Puerto Rico o Londres, escenarios previos de estas convocatorias. En superar la disyuntiva crecimiento-paro han prometido emplear sus mayores esfuerzos los máximos dirigentes del «club de los ricos», al menos en sus declaraciones a nivel interno. El paro -nadie lo ignora- puede convertirse, de hecho, en un grave problema social e, incluso, en un factor de deterioro de la actividad económica, según opinión generalizada de la mayoría de expertos que, al tiempo, no cesan de recordar los diecisiete millones de desocupados que totalizan actualmente los «siete» reunidos en Bonn.

Frente a todo ello, priman en el ambiente los intereses de cada uno de los presentes en la capital federal. Intereses por supuesto particulares, sean o no coincidentes con las «recetas» que la economía mundial demanda para alcanzar al deseado sendero de crecimiento estable, menos sensible en lo que a estabilidad se refiere al puro y elemental crecimiento económico. Y en esta línea, la antítesis Estados Un¡dos-Europa, con la posición encontrada de Japón, beligerante en cada tema, pero con propensiones de alternancia a la hora de apoyar uno u otro bando, podrá erigirse en protagonista último de los debates, sea para bien o para mal.

Peligro de "boomerang"

Ya se ha dicho que Schmidt intentará por todos los medios aprovechar la debilidad interna de Carter, que atraviesa ciertamente su peor momento desde que accediera a la Casa Blanca, al tiempo que esgrime la contundencia de la sólida posición del marco y los excelentes resultados de su política económica. Pero la debilidad de Carter puede llegar a convertirse en un «boomerang» que coloque al canciller federal en difícil posición. El presidente norteamericano, precisamente consciente desu bajo momento, puede no estar dispuesto a regresar a Washington con las manos vacías y menos con una estela de concesiones tras de sí. En tal caso, la suerte de la conferencia podría truncarse para los germanos, yugulando sus aspiraciones de reverdecer esplendores, esta vez con base en la potente divisa alemana. Carter puede emplear en ello su capacidad disuasoria, mediante invocaciones a la dependencia defensiva, que arranca de los 300.000 soldados norteamericanos todavía estacionados, y alcanza toda la gama de armamento, de cuyo suministro sigue dependiendo el aparato defensivo occidental. Por si no fuera suficiente, Carter puede invocar también el tema energético, obligando con mayor firmeza a Europa a replantear su política al respecto.

Fukuda, "mister 7%"

La base trilateralista entre Estados Unidos, Europa y Japón es esencial para el mundo libre, gustan de decir los medios oficiales japoneses ante la cumbre de Bonn. Takeo Fukuda, primer ministro japonés, se defiende por todos los medios del papel asignado, como «acusado» por la buena marcha de la economía nipona.

Fukuda prometerá en Bonn abrir fronteras a las importaciones y comprar tecnología, sobre todo nuclear, a Estados Unidos por valor de 2.000 millones de dólares, permitiéndose además el lujo -anormal en los tiempos que corren- de pagar por adelantado el coste de la operación.

A nivel de políticas sectoriales, Japón accederá a un principio de acuerdos de autolimitación de exportaciones y control de producción en siderurgia y producción naval, en lo que se refiere al comercio con países europeos.

Los japoneses recordarán también que la sólida salud de su balanza de pagos se debe, en parte, al cálculo en dólares «devaluados» que hacen europeos y americanos, cuando critican a Japón la buena marcha y gestión de su economía.

Fukuda prometerá, por último, llevar a cabo su decisión de mantener un crecimiento del orden del 7% del PIB en 1979, cifra muy por encima de las previsiones de la OCDE para el conjunto de los países occidentales, que sólo conocen tasas de crecimiento del 4,5% a lo sumo. Desgraciadamente, tal índice de crecimiento para Japón sólo puede levantar suspicacias en europeos y norteamericanos, por la implicación que puede representar a nivel de exportaciones el alto crecimiento económico japones.

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