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Nueva oportunidad para negociar el conflicto del Sahara

El cambio de Gobierno en Mauritania, seguido del alto el fuego decidido unilateralmente por el Frente Polisario en el Sahara mauritano constituyen, a criterio de muchos sectores políticos y -diplomáticos europeos, la mejor oportunidad que se ha presentado durante los últimos tres anos para negociar no sólo la pacificación de la ex colonia española sino también una nueva fórmula de equilibrio político en todo el norte de Africa. El Ministerio español de Asuntos Exteriores ha mantenido hasta ahora una reserva absoluta en torno del derrocamiento del presidente mauritano Uld Daddah, Otro tanto ha hecho París, aunque por razones diferentes. Mientras el Quai d'Orsay, que debe atender en Mauritania a cuantiosos intereses económicos y estratégicos, no pare ce haber estado demasiado lejos del golpe militar, el palacio de Santa Cruz se ve obligado a afrontar estos días los debates de la OUA en Jartum sobre el archipiélago canario. De su discreción depende en alguna medida que ese problema, muy ligado por cierto al del Sahara, pueda encontrar en la cumbre de jefes de Estado africanos, el próximo día 18, el camino de una paula tina complicación «administrativa» que suavice el asunto de fondo.

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Será, pues a partir del. día 2 1, una vez superada la cumbre de Jartum, cuando el Gobierno español podrá decidir qué clase de participación tomará en las eventuales conversaciones tendentes a «reacondicionar» los diversos factores políticos y económicos del Magreb. Si se considera que la actual situación de la zona es una consecuencia directa, en el plano diplomático, de los acuerdos tripartitos de Madrid de noviembre de 1975, no cabe duda de que esa participación tendrá que ser por fuerza significativa. El señor Oreja y sus hombres nada han dicho sobre esta perspectiva, y cabe pensar que si lo hicieran sería, por ahora, para desmentirla, o para difuminarla en la farragosa prosa gubernamental, en la que son maestros. Pero hace apenas unas horas (véase EL PAIS del 13 de julio) la posibilidad de una gran negociación norafricana ha empezado a cobrar cuerpo en las propias Naciones Unidas. Debe recordarse, a la vez, que el señor Oreja se entrevistó recientemente en Nueva York con el secretario general de la ONU, Kurt Waldheim, también proclive al secreto. Varios diplomáticos europeos y norteamericanos aseguran que amboshablaron sobre el «futuro» del Sahara.

El nacionalismo de Salek .

Sea como fuere, lo cierto es que los antecedentes políticos del coronel Salek, nuevo «hombre fuerte» en Nuakchott, y las características de los intereses franceses en Mauritania, así como los de Argelia en todo el norte de Africa, exigen ya que el conflicto saharaui no se prolongue demasiado. Salek ha sido calificado de «conservador», lo que sin dejar de ser cierto no significa mucho en el mundo árabe. También lo fue de «nacionalista», que sí supone un dato más firme. Se ha señalado además con acierto, que su acción contra Daddah ha tenido el propósito de evitar la desmembración política interna y de frenar la grave crisis económica de un país que está gastando el 50% de su presupuesto nacional en la guerra contra el Frente Polisario. Tanto el «nacionalismo» corno esta preocupación financiera de Salek se contradicen, indudablemente, con la penetración militar (10.000 soldados) y cultural (la construcción, por ejemplo, de nuevas mezquitas en Nuakchott y Nuadhibu) de Marruecos en Mauritania, donde ni los erguibats ni los negros (20% de la población) tienen mucho que ver con Rabat.

La expansión marroquí, destinada a acrecentarse a medida en que la guerra se prolongue, tampoco le resulta conveniente a París, puesto que el objetivo de Francia al crear el Estado mauritano fue justamente el de establecer un «tampón» entre el Magreb y los países francófonos del sur, con Senegal a la cabeza. Por eso quizá apaña ahora con un silencio casi cómplice el nacionalismo de Salek.

Interés de Argel

En cuanto a Argelia y el Frente Polisario, su interés en negociar no ofrece dudas. El cese unilateral de las hostilidades en Mauritania prueba su voluntad pacificadora. La guerra sólo puede continuar mediante el desarrollo ininterrumpido, político y militar, del Polisario, lo que conlleva la cesión del control de la situación por parte del régimen argelino. A largo plazo, tal cesión equivale para Bumedian a privarse de las ventajas estratégicas que para Argelia pueden derivarse de un Estado saharaui independiente; lo cual, en definitiva, hace inútil su esfuerzo militar y diplomático de hoy, que tantas dificultades le crea respecto de otras áreas importantes de Africa y de los Estados Unidos, su gran respaldo financiero en este momento.

Por razones obvias, a Marruecos también se le está haciendo necesario negociar, ya que la alternativa no es más que una prolongada guerra de desgaste, con la consiguiente aparición para Has san de un lideruzgo militar que ponga en peligro su corona. Entre tanto, Rabat verá además paralizada la explotación de los fosfatos.

Bases de la negociación

Todo indica, pues, que la reconsideración del problema por las partes implicadas es inevitable. ¿Cuáles serían las bases de esa reconsideración? Fundamentalmente, la realidad ya establecida, en particular la continuidad de la soberanía de Marruecos en parte del territorio. Pero a esa realidad se le agregarían, según sugieren los expertos, nuevas garantías para Argel, que podrían consistir en alguna forma de federación o confederación saharaui-mauritana, con la que se le aseguraría a Bumedian la imposibilidad de un «gran Magreb» bajo la férula de Rabat, y posiblemente cierta participación argelina en la explotación de los fosfatos y demás riquezas del Sahara occidental; todo ello acompañado de un esquema previo de autodeterminación para los saharauis y de la retirada de las tropas marroquíes de Mauritania.

Si todo eso se pudiese conseguir en una mesa «cuatripartita», lo que no es fácil, España, que podría actuar corno «colaboradora preferente» de la ONU en el asunto, tendría mucho a ganar, tanto en las Canarias como en Ceuta y Melilla. Por lo menos, el señor Oreja no debería viajar con tanta frecuencia, y el diálogo del Gobierno con la oposición se haría más fluido en materia de política exterior.

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