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Entrevista:

"La fantasía, el mejor vehículo para comunicar la realida al niño"

Entrevista con Fernando Alonso, ganador del Premio Lazarillo

Con El hombrecito vestido de gris y otros cuentos, publicado por Alfaguara, Fernando Alonso ha ganado el premio Lazarillo de literatura infantil. «Mi intención fue escribir un libro que no se dirigiera a una sola edad -dijo a EL PAIS-, sirio que admitiera una doble lectura: la del adulto y la del niño.»

«Todos mis cuentos comienzan con el Había una vez ..., y quizás esta fórmula tradicional sea la mejor que se ha inventado jamás para establecer la complicidad con el niño. Una vez ubicados en ese plano fantástico, cualquier cosa puede suceder, hasta caer en la circunstancia vital más próxima. Y yo he utilizado de manera muy expresa la fantasía como puerta de acceso a una serie de problemas reales, en vez de servirme de ella para la evasión, como se ha hecho a menudo.»Los cuentos de El hombrecito vestido de gris fueron concebido por Fernando Alonso como una serie que finalmente se plasmó en un libro. Pero su unidad no la deben sólo a este origen: detrás de todos ellos existe además una preocupación unitaria: el niño. «El niño no es un aprendiz de hombre ni un embrión de adulto que al llegar a la mayoría de edad se enfrenta con los problemas. El niño encuentra en la familia, en la escuela, las mismas frustraciones que los mayores en su profesión. Y es así como aparece El hombrecito vestido de gris, que se ata la cara con un pañuelo, fingiendo un eterno dolor de muelas porque no puede dar rienda suelta a su vocación de cantante de ópera. O El espantapájaros y el bailarín, que plantea además el problema de un autoritarismo que llega a la violencia.»

Alonso comenta: «En una sociedad competitiva y, por tanto, agresiva, se les exige a los niños descollar sobre los otros, ser la estrella. La elección que se les plantea es el triunfo o la frustración. Por eso La pajarita de papel está triste, aunque le agreguen una máquina para volar o un aparato para cantar, triste aunque la pinten de colores, hasta que aparecen otras pajaritas que volarán con ella. El cuento opone a la soledad del individualismo competitivo la alegría de la inserción en un grupo.»

Un día, en lo alto de la torre que los vecinos de un barrio han levantado, aparece un hombre que saluda a todos inclinando la cabeza. Pero con el correr del tiempo cambia su saludo por un gesto leve de la mano. Y todos, sumisos, siguen inclinando la cabeza. La sonrisa de hombre se hizo más amplia, dice el cuento. Y si lo que sigue es historia conocida (el hombre se torna cada vez más autoritario), la solución parece desconcertante: para destruir la torre y su inquilino los vecinos se olvidan de ella.

¿Evitó expresamente Fernando Alonso dar un desenlace violento a este cuento? El cree que se trató más bien de la espontánea plasmación de vivencias propias: «Creo que refleja -dice- a todo un sector de la cultura, produciendo, durante todos estos años, una obra propia, con absoluta indiferencia hacia la cultura oficial.»

Alonso reconoce que una temática con un mensaje demasiado explícito puede poner límites al libre juego de la imaginación. «Sin embargo -cuenta-, necesitaba hacer este libro, pensando que en la literatura infantil hay muchos mensajes en otro sentido; quería mostrar, aunque parezca pretencioso decirlo, cuáles pueden ser los medios para educar en la convivencia, la solidaridad, la acción de grupo. Es probable que ahora escriba otro tipo de obras con mensaje menos dirigido.»

Un camino en este sentido podría ser el que se insinúa en El viejo reloj, donde una imagen (la forma de los números) origina la narración. A propósito de este cuento Alonso reconoce la influencia beneficiosa que tiene en su obra su trabajo en RTVE, que le enseña a pensar y ver en imágenes.

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