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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Viaje a Oriente

DE TODOS LOS Viajes de los Reyes de España, el que esta mañana han emprendido rumbo a la República Popular China aparece, al mismo tiempo, como el más sorprendente y el más espectacular. Hasta ahora, el Jefe del Estado español ha visitado en menos de dos años países europeos como Francia o Alemania, Estados Unidos, naciones hermanas de Iberoamérica, y hasta ha efectuado dos viajes a Oriente Próximo. La actividad diplomática de don Juan Carlos le ha convertido en el primer embajador de España y su densidad ha corrido pareja con la eficacia de su significado. Pero es la primera vez que los Reyes visitan oficialmente un país de régimen socialista y, al mismo tiempo, es también la primera ocasión en la que un Jefe de Estado español viaja a ese país trimilenario que es China. Un país clave en la historia de la Humanidad, poseedor de una historia y una cultura propias y gigantescas, tanto por sus dimensiones como por sus significados. Puede decirse que tras miles de años de historia, España y China se encuentran por vez primera al máximo nivel.La última vez que España estuvo presente en China fue a principios de siglo, en 1900, cuando una pequeña fuerza militar española acudió a Pekín para luchar al lado de los occidentales en la rebelión de los boxers. Pero sería irrisorio atribuir a aquella intervención mínima y vergonzante un significado histórico. Es un recuerdo, una anécdota, que pone en evidencia la ignorancia que del gran país asiático se ha tenido en España, dejando aparte la curiosidad de algunos acreditados especialistas. Tras 3.000 años de historia, China se dotó, en 1949, de un régimen socialista peculiar, aunando en esta etapa contemporánea las necesidades de la vida moderna con el respeto a su gigantesco legado. Si el poeta Mao Tse-tung, el que lanzó la campaña de las «cien flores», pudo escribir su célebre tratado «Sobre la contradicción», fue posiblemente porque en el milenario «Libro del Tao» se efectuaba una revisión permanente de ese principio filosófico. De aquellas «cien flores» al «gran salto hacia adelante», o, más allá, hasta la revolución cultural de los años sesenta, China permanece, con su tradición de siglos, con su personalidad fascinante, siempre idéntica y siempre distinta, atravesando la prueba de la desaparición de Mao Tse-tung y de su vieja guardia: uno de sus Fieles compañeros, el político, poeta y ensayista Kuo Mojo, ha fallecido precisamente estos días. Pero las instituciones se han revelado sólidas y ancladas en un pueblo de 835 millones de habitantes. La tercera potencia del mundo.

Decir que las relaciones chino-españolas son escasas a todos los niveles sería poco decir: apenas existen. En el terreno cultural sólo hay esfuerzos espórádicos e individuales; en el político, un mutuo respeto y separación. China observa con una escrupulosidad total el principio de no injerencia en los asuntos internos de otros pueblos. En lo económico, las relaciones apenas llegan a unos intercambios anuales de menos de 5.000 millones de pesetas: España compra a China el doble de lo que le vende, pero este comercio apenas supone el 0,24% del total español en el exterior. La nueva política económica lanzada este año por el primer ministro, Hua Kuo-feng, con ambiciosos objetivos para 1985 (120 grandes proyectos industriales, aumento agrícola del 5% anual e industrial de un 300%), puede abrir puertas a la colaboración. Pero no se olvide que si China paga a tocateja, revisa los proyectos con minucia aplastante. La puerta está abierta, pero para cruzarla hay que estar bien preparado.

Teherán y Bagdad son otras dos escalas de este viaje, que revisten también una significación importante. Los intercambios con Irán e Irak, deficitarios para España a causa, sobre todo, del petróleo, son importantes y pueden serlo más. Con Irak, España tiene relaciones desde 1947, y desde 1951 con Irán. Con el primer país, las relaciones eran equilibradas en 1973, pero hoy arrojan una diferencia de 4 1.000 millones de pesetas de importaciones, frente a 2.900 millones de exportaciones. Con Irán, cuarto país productor de petróleo del mundo (después de la URSS, Estados Unidos y Arabia Saudita), las diferencias crecen y se acentúan: 90.000 millones contra 8.000 millones, siempre en pesetas. La industrialización y modernización de Irán, al mismo tiempo, abre la puerta a los inversores del exterior. Los intereses españoles se acercan ya a los mil millones de dólares y existe ya una sociedad mixta de inversiones hispano-iraní. Frente a los 3.000 años de China, Irán celebró recientemente su bimilenario, e Irak, entre el Tigris y el Eufrates, pudo ser la cuna de la Humanidad. Este viaje no hace más que rendir el debido tributo a la historia y contemplar una realidad inexcusable.

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