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Reportaje:El poderío del Ejército cubano / 1

Desacuerdos en Washington y París sobre la "globalización" de la OTAN

Tanto el Pentágono como el Comité de Planes de Defensa de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) han preparado, durante los dos últimos años, varios estudios acerca del poderío militar de Cuba. Esos análisis han sido examinados y discutidos en recientes reuniones de la Alianza. Uno de sus expertos dijo hace unas semanas a este diario que «el potencial bélico de Cuba no sólo constituye, con el de Brasil, el más importante de América latina, sino también uno de los de mayor envergadura de los países socialistas liderados por la Unión Soviética, excluida la URSS y, probablemente, la República Democrática Alemana (RDA)».Los técnicos de Washington y de la OTAN, cuyas opiniones coinciden, al parecer, con las de responsables de los ministerios de Defensa de Francia, Alemania Federal y Gran Bretaña, consideran también muy seriamente la posibilidad de que Cuba se incorpore en los próximos años al Pacto de Varsovia, sobre todo si España u otras naciones ingresan en la organización defensiva occidental. «A efectos políticos -se nos dijo- no importaría que la adhesión de España, por ejemplo, se produjese en forma paralela a un alejamiento de Turquía o Grecia de la Alianza. La URSS insistiría, de todas formas, en la necesidad de un equilibrio militar como única fórmula posible de preservar la detente. Cuba, que juega un innegable rol estratégico, tanto en las costas norteamericanas como en Africa, sería entonces presentada por los soviéticos como factor esencial de ese equilibrio.»

Efectos de la globalización

Según norteamericanos y europeos, los efectos de una decisión soviética de esa naturaleza «serían incalculables» y romperían por completo los esquemas y «limitaciones» político-estratégicas impuestas a su pacto hace veintinueve años por Estados Unidos y sus socios de Europa occidental. «Nuestra óptica defensiva -nos explicaron-, que hoy apenas empieza a ampliarse, y nada más que en el terreno de ciertas coyunturas específicas, como las de Africa, entraría, forzosamente, en una era de globalización total y formal. Así la actual Organización del Tratado del Atlántico Norte, que refleja, en principio, una concepción hereda da de la segunda guerra mundial se convertiría posiblemente en la Organización del Tratado del Atlántico, o de Occidente, a secas. »

«Ese sería el momento -agregaron- en que las fronteras políticas y militares de la OTAN podrían extenderse, mediante compromisos jurídicos, no sólo a América latina, sino también a ciertas naciones de Africa y hasta de Asia, como Japón. En ese contexto, China podría representar un papel colateral, pero no por ello menos importante.»

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Divergencias occidentales

De acuerdo con las escasas informaciones que han trascendido de las reuniones atlánticas en las que se ha tratado esta perspectiva el Pentágono y gran parte de los jefes militares de Alemania Federal serían partidarios de asumir inmediatamente la globalización. En cambio, Francia, Gran Bretaña y, en cierta medida, el Departamento de Estado -aunque por motivos diferentes a los de París y Londres- desearían sólo que cualquier iniciativa militar occidental más allá de las «fronteras» de la OTAN (Africa, por ejemplo) se implemente, por el momento, fuera del ámbito de la Alianza, y permanezca bajo el control exclusivo de los «países europeos» (Francia) que la tomen, aunque éstos se beneficien de la «colaboración» de algunos miembros de la OTAN, como Estados Unidos. Esa sería la razón de fondo de los desacuerdos observados durante la conferencia de París, el martes, 6. En resumen: Francia y Gran Bretaña se oponen a la globalización de la OTAN «ahora», al socaire de los acontecimientos en Africa, porque reduciría a la mínima expresión su campo de maniobra política -y económica- en el seno de Occidente. A su vez, el Departamento de Estado trata de impedirla porque estima que eliminaría definitivamente todo posible acuerdo con la URSS sobre las SALT Il (segunda etapa de reducción de armas estratégicas) -gestión en la que Cyrus Vance ha puesto en juego su futuro político, en contra, precisamente, de las aspiraciones del consejero Zbygniew Brzezinski, y del secretario de Defensa, Brown-, y también porque prevé que los países latinoamericanos y africanos «candidatos» no ofrecerán, por lo menos hasta 1982, condiciones políticas adecuadas para la globalización atlántica, debido a su inestabilidad y contradicciones internas (dictaduras militares, crisis de derechos humanos y falencia económica, o conflictos de difícil solución, como el de Marruecos en el Sahara).

Las consideraciones del Departamento de Estado incluyen también las «incertidumbres» que sus diplomáticos observan en España, en particular la posición contraria al ingreso en la OTAN de fuerzas políticas de tanta gravitación electoral como el PSOE. A juicio de los especialistas del Comité de Planes de Defensa, sin el concurso español, la globalización de la Alianza en el norte de Africa sería casi imposible. La exclusión de Madrid, que resultaría aún más grave si su Gobierno adopta una política de «neutralidad activa» como la que propone el PCE, incidiría, además, negativamente para la OTAN en América latina.

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