A los altares
Dice Fray Justo Pérez de Urbel en Interviú que va a ser difícil la canonización de Franco. Yo creo que hay que intentarlo. Franco en los altares, mejor que Franco en la Historia. Nos dejará más tranquilos. Iremos a rezarle, tipo rogativas, para pedir la lluvia, que él fue quien hizo el milagro de los pantanos.Cada pantano, un milagro. Eran milagros de hormigón armado, que luego se caían, algunos, pero ahí están, más comprobables que los milagros de Monseñor Escrivá de Balaguer, a quien sus piadosos quieren, más modestamente, beatificar, aportando prodigios como éste, que tomo de una publicación de la Casa, o sea de la Obra:
-Mis padres vivían separados y por lo tanto en pecado. He rezado siempre para que se reuniesen, y a los setenta años se han juntado.
Un poco más tarde hace los milagros monseñor Barbastro, pero los hace. Se quedará en beato, que ya lo era en vida. Lo de Franco lleva mucho mejor camino, aunque Fray Justo no lo vea claro, porque los milagros de Franco, como digo, son evidentes, comprobables, están ahí: milagros de hormigón armado. Cuarenta años viviendo de milagro, con la oposición del mundo entero, que sin embargo echaba una mano.
Han estrenado Morir en Madrid, y la gente salía del estreno como de un funeral por las dos Españas, que murieron de la otra media, la tercera, la representada por Franco y sus moros con Cristo de escarapela. Milagro fue derrotar a Líster (que estaba en el cine), cuando Líster daba a sus hombres la misma consigna que Mussolini a los suyos:
-Cada hombre que pierda un palmo de terreno será ejecutado.
Madrid fue con Franco, como nunca, la Corte de los Milagros. El milagro del estraperlo, el milagro del trigo argentino, el hongo milagroso y el milagro del botafumeiro de Santiago de Compostela, que se movía solo, de júbilo, y echaba humo, cuando la caravana de la Casa Civil llegaba aún por Ponferrada.
Dicen que Franco iba a Santiago a pedirle al Apóstol clemencia para Grimau, pero parece que el Apóstol no quiso. Al día siguiente de estrenarse en París Morir en Madrid, Grimau era ejecutado, y Le Monde tituló así su editorial: Morir en Madrid. Dice Angelito el anarco que éste fue el gran golpe de lanzamiento de la película. Como la gente no se fija, ayer mismo, cuando el estreno del film en Madrid y el comienzo de la canonización del Caudillo, era hundido el barco España, que utilizó Franco para pasar a la península y dar por inaugurado este Alzamiento:
-Queda inaugurado este Alzamiento Nacional -fueron sus primeras palabras al pisar tierra de rojos.
Y Goering aprovechó para bombardear Guernica. ¿Por qué han hundido ese barco fríamente, científicamente, si era una reliquia histórica? La marquesa/ duquesa lo habría desguazado en dos patadas para llevarse la chatarra a Suiza, a que le hicieran del barco un relojito de pulsera.
Franco es Historia de España y ese barco también lo era. Con su hundimiento se hunde una epopeya y Susan Sontag, la metafísica de lo camp (a la que el tiempo -ay- está poniendo realmente camp, que ya no es lo que era de guapa), dice que ha venido al estreno de Morir en Madrid porque con esto termina la dictadura. Qué sabrán ellos de dictaduras. El barco España tenía que haber sido convertido en Museo del Caudillo. Mi maestro Gonzalo Torrente Bailester sostiene la malvada teoría de que el trauma de Franco era no haber podido ingresar en la Escuela Naval de El Ferrol. De chico no le dejan ser marino y de muerto le hunden el barco. ¿Cuántos relojitos suizos pueden obtenerse cortando un barco en lonchas de reloj?
El Museo de Franco en El Pardo es como el año pasado en Marienbad. Ese barco-museo sí que hubiera estado bien. Le hunden el barco, estrenan Morir en Madrid y Pérez de Urbel dice que no se aclara en lo de la canonización. Todo en un día. Y sin embargo sigue habiendo franquistas. Otro milagro de Franco.
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