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Crítica:TEATRO
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

La mortal pesadumbre erótica

El tormento erótico que está cayendo sobre gran parte de nuestros escenarios tuvo, al comenzar, un divertido punto de locura. Cuarenta años de represión sexual daban, matemáticamente, inevitablemente, una explosión de libertad y júbilo. El teatro se puso a hacer locuras. La cosa parecía simpática. Pero una locura tan prolongada deja de ser algo divertido para adquirir la mortal pesadumbre de la estupidez.Estoy abrumado por la pésima calidad de nuestro teatro erótico-crítico-político, por su falta de imaginación, por su tenebrismo, por su insolvencia técnica, por su inanidad. Las comedias críticas han pasado de la lectura en profundidad al zarpazo insultante. Los temas políticos se han escorado hacia la agresión oportunista. La liberación sexual ha descubierto el angustioso abismo de quienes no saben qué hacer con ese sexo, dando de lado la alegría de su liberación. ¿Tiene sentido seguir asistiendo una y otra vez al reiterado espectáculo del exhibicionismo sin talento o el parloteo de quienes hablan y hablan y hablan sin tener una sola idea que comunicar?

Satán azul, de Enrique Barreiro

Música: Alfonso Santisteban. Dirección: Antonio Corencia. Figurines y telones: Pedro Moreno. Coreografía: Skip Martinsen. Escenografía y diseño de luces: Antonio Corencia. Intérpretes: Marisa Medina y otros. Teatro: Arniches.

La ayuda estatal al teatro podrá paliar las heridas empresariales o laborales, pero, ¿qué va hacer ese Estado frente al abandono y desafección del público? ¿Va a llevar a los espectadores a la fuerza? ¿Cuándo vamos a salir de este pozo?

Así que he ido a ver Satán azul. Una mujer con alegría en los ojos, hermoso cuerpo, buena voz y expresividad fácil, Marisa Medina, con talento de actriz y mimbres de vedette, es arrastrada y casi devorada por un espectáculo interesante en su planteamiento y lamentable en su desarrollo, un espectáculo de tristeza infinita, disparatadamente iluminado y equivocadamente dirigido. Entre humos constantes y proyectores ambarinos, la enorme insuficiencia del equipo de actores y actrices ofrece -una interpretación mortecina de algo que es preciso gran esfuerzo para intuir: el planteamiento de Barriego de una interesante y burlona versión moderna del satanismo. Junto a esa pretensión, Alfonso Santisteban ha compuesto hora y media de ininterrumpida partitura que va desde ciertas abstracciones de excelente técnica, hasta estupendas parodias, como la del tango o el pasodoble. Y este trío -Medina, Barreiro, Santisteban- lucha a brazo partido contra la reproducción musical, que impide, enfriándola, cualquier comunicación entre la sala y los intérpretes; contra una selección de actores y actrices aturdidos, incapaces de superar las tremendas dificultades que tiene la interpretación a cuerpo limpio; contra un director ritualista, que dramatiza cuanto toca y convierte la farsa en jeremíada. Ya sé que en Hair había humo. También suele haberlo en Esquilo. Pero Satán azul estaba más cerca del primero que del segundo. Y Corencia no se ha enterado.

Yo creo, para empezar, que si nuestro teatro quiere seguir con el erotismo, lo primero que tiene que hacer, al menos, es desenfatizarlo. El cuerpo humano no es un descubrimiento del teatro español contemporáneo. La actividad sexual tampoco la han inventado nuestros directores; es muy anterior a ellos. Mucho. Y el trascendentalismo del desnudo también lleva siglos fuera de órbita. El público, nuestro público, con un olfato muy fino, está rechazando el teatro que le ofrecen. Yo no puedo hacerlo; tengo que seguir asistiendo a los teatros. Aunque me decida a huir, a huir como un loco, en cuanto la actriz de turno inicie su, generalmente feo y existencial, desnudo Para no verla. Para salvar mi alegría, Nunca creí que podría llegar a encontrarme en una situación así.

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