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Tribuna:DIARIO DE UN SNOB
Tribuna
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Julián Albir

La Gerencia Municipal de Urbanismo ha escrito una carta. La Gerencia Municipal de Urbanismo no es nadie, no tiene rostro, no tiene corazón, pero escribe cartas, pues nuestra civilización burocrática ha sustituido los dioses herméticos y sobredorados por los entes administrativos. Julián Albir sí tiene quién le escriba, aunque más valiera que no, porque la Gerencia Municipal de Urbanismo, en su carta, le dice que se muera en la chabola si no tiene para otra cosa.Te cito a ti, Juan Antonio, y cito a César Vallejo, que hace cuarenta años moría en París, chabola de sí mismo, desvencijada chabola humana de amor y estopa:

-Herido y muerto, hermano, criatura veraz, republicana, están andando en tu trono, desde que tu espinazo cayó famosamente.

Caerá famosamente tu espinazo, amigo e incógnito Julián Albir, con resonancias de Vallejo y de Quevedo, porque así lo ha decretado la Gerencia esa Municipal de la cosa, caerá famosamente en tu chabola de Palomeras Centro, y me llama el cura Llanos para comer y le voy a decir que vaya a verte, que te lleve algo, o bien el otro obispo, el punk Iniesta, que el otro día casi le echaron las señoras, en los jesuitas de Maldonado, por rojo, y que ha dicho en Bazaar, paredaño del desnudo cuarentón de Brigitte Bardot, que todo hombre es un ser sexuado. Todo hombre tiene sexo, sí, aunque la teología ciclista quiera ignorarlo, y todo hombre tiene espinazo, aunque quiera ignorarlo la Gerencia Municipal de Urbanismo.

Incluso Julián Albir tiene un espinazo enfermo que caerá famosamente, porque aquí estamos dispuestos a hacer famoso el caso, mientras los entendidos en socialización, que han leído por encima a Keynes, contertulio habitual de Virginia Woolf, deciden poner el salario mínimo en unas 550, qué tíos. Quinientas vale una butaca del teatro, y con las otras cincuenta le queda al mínimo asalariado para tabaco, legumbres, caviar, visones de la señora, plazos del televisor, nocilla de los niños y cepillo de las ánimas, que también suben al cielo todos los obreritos buenos.

Julián Albir habita con su familia una chabola de seis metros cuadrados, y sigo con los poetas: «Hasta qué hora son cuatro estas paredes». Les pasa en casa de Julián Albir lo que a los personajes de Dylan Thomas, que cuando comen se empequeñece la habitación, de pequeña que es. Lo que ocurre es que como comen poco, o más bien nada, no se nota el efecto.

Y precisamente a la hora de no comer es cuando recibieron la carta de la Gerencia Municipal negándoles todas las salidas:

-Aquí pone que las viviendas del Ayuntamiento son para desalojados y las sociales para salarios de 50.000 pesetas-

Como Julián no es un desalojado, faltaría más, sino que tiene la rara fortuna de disfrutar sus inalienables seis metros cuadrados de chabola, se queda sin casa. Como por otra parte no llega a un salario de 50.000 pesetas, porque está enfermo y nadie quiere enfermos a 50.000 pesetas, pues a esperar que su espinazo caiga famosamente, que la Gerencia Municipal tiene sus papeles en orden, lleva los expedientes al día, menudos son, y don José Luis Alvarez, o sea el alcalde, después del desayuno de trabajo con Chillida, tipo Carter, no va a tener ahora. un desayuno de chabola, que ya sería mucho desayunar.

Va a haber unos encuentros de cristianos y marxistas para ponerse de acuerdo sobre eso de si hay Dios o qué, van a poner el salario mínimo a tope, Suárez ya se sabe casi bien los folios que le va pasando Fernando Onega para el día 5, la derecha asume hoy, como era inevitable, el corte de Lenin a don Fernando de los Ríos, Libertad para qué, la verdad que fue un corte, y mientras tanto, en Madrid, ¿cuántos espinazos caen famosamente, cuántos chabolistas se van chabolizando, haciéndose por dentro de cañizo frágil que en seguida muere con la lluvia? Comprendo que la cosa social ya no se lleva y hay que ser veneciano o de Lasuén, pero todo Madrid, puro derroche, gira hoy, para mí, en torno de Julián Albir, que ha recibido una carta, en su chabola, y sabe que ya puede morirse burocráticamente en orden, y yo sólo puedo doblar mi espinazo, no tan famosamente, para escribir, no más enfermo ni hastiado que de costumbre, a mi hermano (no, en Cristo no, ni en nadie, sólo hermano) antes de que su espinazo caiga famosamente, y en silencio. Ni vamos a enterarnos.

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