Un invento que perdura
Como un invento, un modelo, una historia que cada año se renueva y perfecciona, este nuevo James Bond nos ofrece, tras sus últimas ediciones, una versión más atractiva aún, más lujosa y sofisticada, para amantes de este tipo de relatos. Este décimo capítulo del conocido agente tiene poco que ver con el cine como arte sino es desde del prisma del relato fantástico, con Melies y sus discípulos, creadores de pirotecnias, trucos y escenarios especiales con los que hacer soñar o sorprender a sus espectadores.Dirigido por Lewis Gilbert, no siempre afortunado en parecidos y anteriores cometidos, esta vez sale airoso de su empeño quizá porque acertaron sus colaboradores, ya que se trata de una obra, por así decirlo, colectiva como tantos productos que hoy se nos ofrecen, como la actual arquitectura, el Concorde o las victorias de Fórmula I. En ellas sólo el equipo cuenta, apenas existe un creador individual y poco más o menos, apuntan a un público que suele reducir a muy simples cotas su demanda de creación hasta llegar al simple entretenimiento.
La espía que me amó
Sobre historias de lan Fleming. Guión de Christopher Woody Richard Maibaum. Dirección. Lewis Gilbert. Intérpretes: Roger Moore, Bárbara Bach, Curt Jugens, Richard Kleig. Gran Bretaña. Fantástico. 1977. Local de estreno: Lope de Vega.
En tal tipo de trabajos resulta difícil distinguir al verdadero protagonista. Podría ser el director de la orquesta, de este fantástico recital de millones, los guionistas que han inventado de su cosecha particular la aventura, a partir de un título y un nombre, el actor, Roger Moore o Ken Adam, especialista en trucos o, por parecidas razones, el paisaje de los diversos continentes donde el filme se ha rodado.
Afirmaba Fleming -agente de Bolsa en tiempos de paz y agente especial en tiempos de guerra- que sus historias iban más allá de lo probable pero no más allá de lo posible y así, el gran éxito de estas películas, nacidas de sus libros, reside, sobre todo, en el hecho de ofrecemos toda una serie de inventos y sugestiones a medias entre lo que la técnica de hoy, nos da y lo que el día de mañana puede ofrecemos.
En casos parecidos la ciencia suele ahogar al relato; no sucede así en esta ocasión, lo que hay que agradecer a Christopher Wood y Richard Maibaum, muy bien identificados con la mitología de Ian Fleming. Así, esta última aventura con su reino bajo el mar, como un nuevo capitán Nemo a lo Julio Verne, se revela mejor que las precedentes, má dotada de medios, lo que es más importante, de invención y fantasía. Sin embargo, en otros empeños de parecida categoría siempre había un pequeño hueco, un momento especial, reservado a hacernos comprender la idea, o, mejor, la razón que los movía, que empujaba a sus inventos complicados y sus elementales muñecos. Aquí tal motivo no aparece.
Es una historia de aventuras a lo siglo XX en la que se nos ofrece algo así como la versión entre irónica y desenfadada, una posible colaboración soviético-americana gracias a la cual, dos agentes secretos corren los riesgos acostumbrados -amor incluido- rodeados de juguetes para adultos en un ambiente de juegos artificiales.
Babelia
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