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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El referéndum en Chile

EN CASI dos páginas de publicidad pagada, aparece en este número de EL PAIS el discurso completo pronunciado por el general Augusto Pinochet el miércoles pasado para anunciar la realización de un «plebiscito» o «consulta», organizada con el propósito de que el pueblo chileno pueda pronunciarse en «defensa de la dignidad nacional», representada, según explicó, por la Junta Militar que preside, o en favor de la reciente resolución de las Naciones Unidas que condenó a su régimen por la repetida violación de los derechos humanos en Chile.Ya que la dictadura chilena ha decidido invertir dinero en difundir cada una de las palabras del señor Pinochet, faltaríamos al respeto a nuestros lectores y a lo que entendemos por una información libre e independiente si no empleáramos también nosotros un espacio adicional para señalar el vacío moral, político y jurídico de esas palabras.

En este «plebiscito» preparado por el régimen chileno no se ofrece ninguna alternativa concreta, ni política, ni social, ni nacional, ni internacional, corno no sea la de la continuidad de la propia dictadura. Lo único que se intenta, al parecer, con esta «consulta» es, tal como lo explicó el señor Pinochet, lograr que el pueblo chileno «reafirme» y avale el régimen dictatorial y la persona que lo encarna. Los españoles tenernos alguna experiencia no lejana de este tipo de consultas populares que son la burla de la democracia.

Por lo demás, los elementos electivos presentados por el señor Pinochet a su país no guardan relación entre sí. ¿Cómo plantear una elección entre la «patria» y una «conjura internacional»? Pinochet olvida quizás que el régimen por él encarnado es precisamente producto de una conjura apoyada desde el exterior.

Finalmente conviene señalar que la nación chilena sólo conoce de la resolución de la ONU y sus motivaciones lo que el señor Pinochet y sus censores quieren que conozca. Decenas de miles de chilenos se encuentran desde hace años fuera del país, víctimas de un régimen que no vacila en canjear a sus prisioneros por los de otra nacionalidad, como si fuesen rehenes. Esos chilenos no podrán votar, lo que pondrá a salvo su dignidad, pero no la de la «consulta». Tampoco hay censo electoral, ya que los últimos padrones se quemaron en 1976, ni junta que supervise electores y urnas, ni libertad suficiente para un debate previo que clarifique el asunto, ni partidos que promuevan opciones. Pinochet considera, seguramente, que esas condiciones son innecesarias. Tras haber tirado la piedra contra el espejo de la democracia, Pinochet pretende ahora reconstruir su imagen en los restos del espejo.

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