_
_
_
_

Las bacterias han "aprendido" a resistir

Las bacterias han resistido sobre nuestro planeta más de 1.500 millones de años. Durante este larguísimo período de tiempo se han presentado, sin duda, circunstancias adversas para su existencia. Sin embargo, como todas las entidades vivientes, han aprendido a adaptarse a esas circunstancias, mutando sus características hasta lograr las más adecuadas. Surgieron así, a lo largo de esos millones de años, multitud de formas bacteriales adaptadas a todos los ambientes y a todos los organismos vivientes en los que se alojan. «Los antibióticos -opinan los especialistas- no iban a lograr de un modo radical lo que no ha conseguido esa multitud de agentes agresores a lo largo de todas las eras.»Un ejemplo espectacular de esta capacidad de adaptación de los seres vivientes al cambio adverso lo dan las mariposas de la ciudad británica de Manchester. Antes del comienzo del desarrollo industrial poblaban los álamos blancos de esta ciudad unas mariposas del color de los árboles. La Naturaleza las protegía así de la voracidad de los pájaros, que, al confundirlas con los árboles, no hacían extinguirse la especie. Este equilibrio ecológico fue alterado por un cambio, ocasionado esta vez por el desarrollo humano. La multitud de combustiones realizadas con carbón dio origen a un aumento de la cantidad de hollín en los jardines, que ennegreció los árboles. Las mariposas blancas resultaban entonces perfectamente visibles sobre el fondo de los álamos, oscurecidos por el hollín. En función de este cambio, los pájaros podían observar claramente la codiciada presa y, en muy poco tiempo, habrían acabado con la especie si una nueva mutación, producto del azar, no la hubiese salvado.

Más información
Transmisión de la resistencia al antibiótico

Sucedió, como es norma común en la evolución de los seres vivientes, que un cambio facilitó la adaptación de éstos a la nueva situación, cuando, en el caso de las mariposas blancas, un macho nació negro.

Lo que había sido un simple hallazgo del azar fue la causa de la salvación de la especie. El macho negro salvó más fácilmente su vida de la agresión de los pájaros al ser de nuevo confundido con el color de los álamos oscurecidos por el hollín, dando origen a una descendencia en la que, tal como explican las leyes de Mendel, aparecieron más mariposas negras. El final de la historia es fácil de suponer: hoy las mariposas de Manchester son negras porque sólo las adaptadas al cambio pudieron sobrevivir, burlando de nuevo la persecución de los pájaros, mientras aquellas otras blancas, resultado de la adaptación primera, desaparecían eliminadas por las aves.

Adaptación al cambio

La salvación de las bacterias, pues, como la de todos los vivientes en circunstancias adversas, radica en la capacidad de mutar. Un ejemplo de esta adaptación lo dan los neumococos, causantes de la pulmonía, que seguían siendo sensibles a la penicilina, muchas décadas después de su implantación. Esto, que constituía un hecho interesante desde el punto de vista biológico, fue también superado por nuevas circunstancias. En el año 1976 una epidemia en Africa del Sur hizo requerir en el tratamiento de personas afectadas por la infección dosis de penicilina ocho veces superiores a las habitualmente empleadas. Eso probaba que los neumococos habían aprendido a resistir a la penicilina.

Otra reciente información hecha pública por uno de los más prestigiosos centros mundiales de investigación bacteriológica y virológica, en la ciudad de Atlanta (Estados Unidos), ha mostrado bacterias absolutamente resistentes a la penicilina. Las bacterias han tardado, por tanto, 37 años en adaptarse a la penicilina.

Son los 37 años transcurridos desde que en 1940 comenzó a utilizarse la penicilina. Doce años antes, en 1928, un escocés, taciturno y meditabundo, llamado Fleming, había sintetizado el sensacional producto que podría acabar con multitud de bacterias mortales para el hombre, pero fue otro científico, de origen judeo alemán, Ernest Boris Chain, quien logró aislar la penicilina en estado puro en el referido año de 1940. Los rasgos del carácter de Fleming no le invitaron a la lucha por defender su producto, pero Chain, cuando aisló el producto, comprobó que eran ciertas todas las propiedades anunciadas por Fleming.

A los seis meses de iniciarse la aplicación de la penicilina, unas modalidades de bacterias, llamadas estafilococos, ya comenzaron a resistir el antibiótico. Pero han sido hechos comprobados durante los últimos dos años los que muestran la adaptación de los neumococos.

Torpe empleo de antibióticos

Las investigaciones realizadas en todo el mundo muestran, en consecuencia, que las bacterias, en su diversidad, son capaces de resistir a los antibióticos, mutando -al modificar sus genes- y originando nuevas entidades que ya no son sensibles al antibiótico e, incluso, transmitiendo a otras células su inmunidad.

¿De qué depende esta inmunidad? De muchos y desconocidos factores, pero lo que ha resultado evidente es que un clima saturado de antibióticos, en el interior de un organismo viviente, favorece la provocación de esas tremendas mutaciones que hacen posible la aparición de bacterias resistentes a los más diversos antibióticos. La alternativa, según los especialistas, no es otra sino la adopción de una política de antibióticos más adecuada e inteligente. La lucha contra las bacterias fatales demuestra una vez más que un arma eficaz, los antibióticos, se convierte en inútil cuando se usa abusiva y torpemente.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_