Las segundas intenciones
CaudilloGuión y dirección: Basilio Martín
Patino. Producción Reta. España.
Blanco y negro. Documental 1977.
Local de estreno: Cine Madrid
Precedido y arropado por la balumba acostumbrada de aclaraciones, autoexégesis y justificaciones que suelen acompañar a sus documentales, Basilio Martín Patino ha estrenado por fin este tercero de los suyos titulado Caudillo.
La primera pregunta que plantea es la razón de su título; la segunda, la de sus intenciones. ¡Franco aparece poco, habla poco, se le ve risueño, incluso cordial, se diría que inédito hasta ahora. La mayor parte del espacio o del tiempo cinematográfico aparece dedicado a nuestra guerra civil, a momentos demasiado conocidos como para emocionar o sorprender a viejas y nuevas generaciones. Secuencias que reducidas a unas cuantas imágenes resultarían eficaces, pesan como plomo en el afán de prolongarlas. Ya se sabe que en arte la cantidad no es mucho; la calidad lo es todo, pero norma tan elemental no parece haber sido tomada en cuenta en esta ocasión
Respecto a la intención del filme, resulta evidente que Patino, ante el tema, ha optado por una especie de lavado de manos dejando que otros opinen a favor o en contra de su biografiado. Tal proceder, hace años, tendría justificación. Hoy no se entiende, sobre todo habida cuenta de la actitud de la prensa, por ejemplo, en trances parecidos.
Por un pretendido afán de mostrarse más objetivo que nadie la biografía, a fuerza de manifestaciones claras a favor de Franco y de sutiles críticas en contra que es preciso leer entre líneas, acaba por convertirse en un elogio, poniendo al público a favor del protagonista, haciéndole comentar a la salida que se trata de «una película sobre un gran hombre al que se ha pretendido ridiculizar inútilmente».
El filme no es que peque de ambiguo, sino de superficial, y en ocasiones de cierta tosquedad como cuando se intenta ridiculizar a su protagonista fíjando su imagen en posturas o gestos grotescos y subrayando con pasodobles o música de zarzuela su vida familiar o sus encuentros con embajadores. Tales procedimientos cuadran más a un joven con afanes dé ruptura que a este cauto autor cuyo afán de trascender va más allá de sus propios filmes, de festival en festival y de declaraciones en declaraciones.
Con las limitaciones de archivo propias de este tipo de trabajos este documental incluye, junto a algún capítulo interesante como las comunas de Aragón, documentos inútiles y desfiles interminables. Su planteamiento trivial-produce efectos inesperado tales como que los famosos poemas de Neruda sobre Madrid resulten fríos y retóricos, tanto como tópicas las alusiones a Picasso, frente a los discursos de la Pasionaria o las palabras de Unamuno, cargadas de emoción, cuando no proféticas.
Concluir esta apresurada biografía con la llegada de Franco al caudillaje es uno más de los esquemas forzados en los que se mueve la película, como si la influencia de Franco en la vida española acabara allí, cuando todos sabemos que es allí precisamente donde se inician cuarenta años no concluidos todavía. La película, a medida que avanza hacia su final, se desborda atropelladamente, resumiendo en segundos apartados fundamentales, dando la sensación de que no sólo el público se aburre, sino también su realizados que decide descabellarla lo más rápidamente posible.
Seguramente este Caudillo interesará en Roma, Londres, Leipzig o Berlín. Es posible que fuera de España gusten aún de ver a estos terribles y valientes españoles matarse entre sí; los unos al compás de músicas ridículas, los otros al compás de canciones más nobles, pero este seudoanálisis histórico a nivel de cine-club viene a justificar una vez más. esa imagen habitual y maniquea de un país a muchas millas de la razón y el pensamiento, heroico y generoso, pero al que es preciso tratar como a hermano menor, con sumo cuidado, dejándole curar sus rencores y heridas antes de hablarle de igual a igual, hasta que llegue al uso de razón de los pueblos maduros o si se quiere, respetables.
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