Hacia un festival democrático y popular
Tras veinticinco años, el Festival Internacional de Cine de San Sebastián parece encaminarse con nuevas formas y nuevos aires hacia un proceso de democratizacion. Así, por primera vez en su historia, el festival está siendo considerado por gran parte del público donostiarra como una manifestación cultural y hasta cierto punto popular.La exhibición por barrios y pueblos de parte de las películas, la elección democrática del presidente del jurado. Luis Alcoriza, y la proyección de los ciclos dedicados a Passolini y Buñuel, hasta hace poco considerados como malditos, son buena prueba de esta voluntad de cambio. Sin nombres conocidos, sin títulos honoríficos, el comité organizador intenta conseguir una nueva vía democrática y popular para el festival. De esta forma han podido ser resueltos problemas como el de la huelga de hostelería y se ha logrado el apoyo de los parlamentarios y partidos vascos. En suma, el festival funciona.
Festival que, de conservar los planteamientos y métodos anteriores, hubiese encontrado, dada la situación política de Euskadi, enormes problemas para su desarrollo. Con todo, la organización del festival presenta algunas insuficiencias y lagunas.
Los ciclos a Pasolini y Buñuel siguen arrastrando a este público que simpatiza con los directores: público al que se unen los muchos curiosos de ese cine marcado con la aureola de lo prohibido.
En la sección Nuevos creadores, la película de Lino del Fra sobre Antonio Gramschy, Los días de la cárcel, y Raza, el espíritu de Franco, de Gonzalo Herralde, son por el momento las películas más comentadas.
En Otro cine, el fracaso de la jornada vasca hace esperar una nueva proyección de estas películas. Sin embargo, y a nivel popular, Estado de excepción, de Iñaqui Núñez, y Beltxebikezk irrigarraz (Los bolcheviques se rien), del misno director, son seguramente las películas que más interés han despertado. Dentro de la misma sección, hay que destacar sin duda la muestra de cine popular filipino Mababangong bangungol (La pesadilla perfumada), de Kidlat Tahjmik, que ya fuera
premiada por la crítica en el último Festival Internacional de Berlín.
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