Las "hermosas joyas" del género chico
Como el Ayuntamiento tiene ahora, mal que bien, su teatro popular en el que, día a día, un público muy numeroso asiste a representaciones de teatro y ballet, a conciertos de distinto signo, a proyecciones cinematográficas y, desde el miércoles, a una temporada de zarzuela. Encomendada a la denominada Compañía Lírica Española. de Antonio Amengual, la función inaugural reunió dos piezas representativas del género chico, eso que les cronistas de antaño denominaban hermosasjoyas: Agua, azucarillos y aguardiente, de Ramos Carrión y Chueca y La verbena de la Paloma, de Ricardo de la Vega y Bretón.Chueca y Carrión, consiguieron un cuadro de costumbres ¡qué costumbres!-, un pequeño teatro testimonial que siempre me pareció, a la vez, gracioso y estremecedor. Porque la pintura resulta tan eficaz y auténtica que ante nosotros se alza la España zaragatera y triste, que provocó la reacclón dolorida de los noventaichistas, la España del desastre, como la denominara Miguel de los Santos Oliver. Señalo estos rasgos en Agua, azucarillos y aguardiente, porque en La verbena, con todo y moverse en un ambiente análogo, hay un algo de mayor alegría y hasta de soterrada rebeldía. Lo cierto es que, una y otra vez, conservan su carácter antológico y son seguidas por el público con delectación.
La verbena de la Paloma y Agua, azucarillos y aguardiente
Compañía de A. Amengual. Directores musicales: Estela y De las Heras. Teatro: C. C. de la Villa.
Bien es verdad que, en el mundo actual marcado por las exigencias del disco, lo que suele lograrse en montajes directos contrasta con los méritos de lo grabado. ¿Cómo disponer en una serie como la iniciada en el Centro de la Villa de una orquesta y unos coros comparables con los que intervienen a las versiones del mierosurco? Todo queda, pues, chiquito, simpático y localista, como de vuelta a los orígenes. Algo, sin embargo, podría evitarse. Quizá por la distancia entre los intérpretes de hoy'y los estilos del género -el habla, los ademanes, el moverse en la escena- en algunos casos los actores tienden a la caricatura y el género chico esretrato. Cabe, si se quiere, estilizarlo, hacer casticismo a lo Eduardo Vicente, pero no acudir a la sal gorda de la exageración, o sea, la deformación. Excelente me pareció Marisol Lacalle (Pepa, en la pieza de Chueca y cantaora, en la de Bretón) y particularmente afortunado Antonio Lagar, un Julián humanísimo, lírico, rebelde y digno, cantado y hecho con perfección. Dólo`res Trav'esedo también cantó muy bien -castiza y elegante- la Susana y Marianella Barandalla compuso, muy entonadamente, el personaje de la Señá Rita. Sencillos, tradicionales y elementales los decorados, con algún punto a favor de La verbena en cuanto solución, correctas las breves intervenciones del ballet. Eso es todo: teatro veraniego, espíritu popular, evocacion sin anoranza y, en definitiva, posibilidad de tararear, una Vez más, lo mil veces tarareado. Curiosidad para algunos turistas que no habían visto nunca una zarzuela y, acaso, primer contacto, en vivo, de algunosjóvenes de los barrios mesocráticos con lo tantas veces oído a través del disco o seguido en las producciones orduñescas de RTVE.
Babelia
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