La represión y el cine
El cine latinoamericano es, sin duda, uno de los casos más ejemplares por lo que a vocación y creencia en el medio se refiere. Las sucesivas dictaduras militares no cejan en su empeño por silenciar uno de los vehículos expresivos de mayor eficacia.Un breve recuento de víctimas cinematográficas da los siguientes resultados: Eduardo Tena, cineasta uruguayo encarcelado en su paí desde el mes de mayo de 1972; Ju lio TorxIer, asesinado en Argentina por la Triple A; Jorge Müller y Carmen Bueno, encarcelados en Chile desde el golpe fascista de Pinochet. Fernando Birri, que fue director del Instituto de Cine de la Universidad del Litoral, en Santa Fe (Argentina) y que ahora vive su exilio en Roma, acaba de rendir un homenaje público a Raymundo Gleyzer, miembro del grupo argentino Cine de Base «desaparecido» en su país desde el 27 de mayo de 1976. Y todo parece indicar que en Latinoamérica los homenajes a las víctimas nunca pueden dejar de ser colectivos. El propio Birri cita a Haroldo Conti («desaparecido »); Walsh (« desaparecido »), Quique Juárez, Pablito Zhir y Paco Urondo, encarcelados o asesinados.Sin embargo, el devenir históri-
co, y la propia voluntad de los cineastas latinoamericanos hacen infructuosos los intentos de silenciar lo incomprendido: Jorge Sanjinés, Miguel Littin, Mario Handler, Patricio Guzmán, Patricio
Castillo y Fernando Solanas, por citar tan solo a unos pocos, continúan su labor en países más hos
pitalarios. Pedro Chaskell dirige desde La Habana, la Cinemateca Chilena de la Resistencia. El Grupo de Cine de la Base, prepara un nuevo filme histórico; en Puerto Rico y en Panamá comienzan- a
surgir cinematografías combativas. En la selva hay mucho por ha cer, trabajo colectivo uruguayo se
exhibe en las pantallas libres. Jorge Cedrón, prepara en París una película basada en una obra de
Haroldo Conti (Mascaró). La vida y la obra continúa.
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