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Entrevista con la novelista exiliada en París

«Escribir es suicidarse», dice Adelaida, y fue precisamente un intento de suicidio el de Gastón Lucas, cerrajero jubilado, una vida aparentemente tranquila, convencional, lo que suministró la materia, lo que desencadenó el proceso creativo de la obra Gastón Lucas, cerrajero - Crónica del antihéroe, por la cual la autora ha sido premiada con la medalla de oro de la crítica internacional en el Festival del Libro de Niza .«Cuando sucedió lo de Gastón yo había terminado ya mi primera novela Mais que l'amour dun grand Dieu... y estaba obsesionada con acabar con mi Novela personal; Gastón me venía de maravilla para comenzar otra cosa; el azar hizo que fuera su vecina, que fuera la única en el inmueble que tenía teléfono; había que avisar a la police secours y tuve que intervenir... Mi primer libro es en gran parte ficción -autoblográfica, pero tienen un lazo que los une, el suicidio. En el primero traté de ir hasta los límites del exhibicionismo, que es una forma de suicidio, evacuar el yo, exponerlo, esparcirlo. En el segundo, también está presente el suicidio al anularme yo, completamente, detrás del personaje de Gastón, que intenta un suicidio físico real. »

Gastón forma parte de los innumerables, de los que no tienen voz o, al menos, de las voces que no se escuchan más que como un murmullo, de los que padecen la dictadura del lenguaje de los otros, de los que para hacerse oír, para poder expresar algo, tienen que llegara la violencia, el crimen o el suicidio, de los que tienen que afirmar su existencia, negándosela.

«Yo no sé si Gastón era sincero en su intento de suicidio; a lo mejor no hubiera llegado hasta el final, pero él quería expresar algo, yo le di la prueba de que existía. Con mi libro dio en el clavo, se hizo popular, una popularidad que llevó con gran dignidad. La peor de las injusticias es la de carecer de lenguaje; quizá por eso inconscientemente traté de dar la voz a alguien que había estado privado de ella; Gastón Lucas forma parte de aquellos a los que nada distingue, a quien nada de extraordinario ocurre fuera del trabajo, el amor y la muerte, si no es la guerra. »

«Con Gastón yo no coincido en nada; él es específicamente francés, si quieres es lo mejor de lo que Francia ha producido, desde luego, pero es el sentido común, el respeto de la norma, etcétera. Yo no soy eso ni tengo nada que ver con ello. Gastón Lucas, cerrajero es la obra de una niña buena, que no me corresponde; llegué al final porque creo que la única manera de corregir los errores es llegando hasta el final. Quizás es Francia lo que no me acaba de convencer, de seducir; yo me siento fiel a mis antepasados abulenses, no puedo evitarlo, tengo una imagen de lo español que me atrae ... »

Para poder «arreglar mi vida para ser escritora» son muchos los caminos que Adelaida ha tenido que recorrer, son muchos los personajes agazapados en el ser de la escritora, muchas han sido sus muertes y sus renacimientos.

«Para mí escribir es suicidarse. O quizás un deseo de anular la propia muerte, perder el sentido de la muerte, perderle el miedo, es una carrera contra él. Escribir a nivel individual es administrarte la muerte en pequeñas dosis. Me cuesta mucho escribir, pero necesito hacerlo. Quizás a otro nivel intento justificar mi vida, anular el complejo de culpa, pagar el precio... Escribir es horrible, es volver al origen absoluto de todo, olvidar lo que sabes, perder la memoria y entrar de golpe en el vacío, el vértigo... Además soy mujer, y cuando comparto mi vi da con un hombre me convierto en hembra; entonces me cuesta mucho ponerme a escribir, entonces tengo que romper, separarme, escribiendo anulo mi sexo femenino y lo que todos tenemos del otro; la obra es el fruto de mis soledades y mi esquizofrenia ...»

« Escribo con angustia y miedo, me comporto como un hombre que fuera impotente en la cama, siento como si no tuviera derecho a la palabra, la idea de poseer el lenguaje me asusta, esto quizá crea mi impotencia. »

«Analizar por qué se escribe es difícil, a veces pienso que necesito seducir, y escribir es una forma sublímada de hacerlo.»

Adelaida Blázquez, un lenguaje incisivo, un sentido del humor agudo, penetrante, amargo, una sensibilidad capaz de expresarse a través de una forma duramente trabajada, pulida, purificada de atavismos gramaticales, una forma de escribir que «t'acroche», que sugiere e incita a ir más allá de las formas y las apariencias.

Adelaida comienza con un exilio en Bélgica primero, más tarde en Francia, siguiendo a un padre español, oficial del ejército fiel a la República («un escritor frustrado, todo un personaje, con el que tuve una larga e íntima correspondencia») y una madre alemana («que había interiorizado el discurso machista, poco culta y una mujer difícil»), una educación basada en un hispanismo histérico; consecuencia: una furiosa rebeldía, el irse de casa a los catorce años, los innumerables trabajos, la llegada a la universidad («donde me encontré con los hijos de los burgueses que habían mamado la cultura, el bienestar físico y la comodidad, yo tenía complejo, no poseía nada, ni el lenguaje; mi madre me había enseñado un español pobre, estuve privada de la palabra como mujer, como emigrante y por no conocer a fondo mi lengua, el español...,me fui»). Obrera, maniquí, actriz y... escribir, escribir como una obsesión, como una furia por pasar al otro lado de las cosas, pasar a otra cosa, ampliar la imagen de sí misma («de pequeña yo quería ser hombre, veía los privilegios y las ventajas de mis hermanos, odiaba el absurdo discurso de mi madre») hasta llegar a ser mujer, hasta querer serlo.

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