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A la estadística no le sienta bien la predemocracia

Los economistas dedicados al estudio de la coyuntura suelen abundar en juicios negativos sobre la calidad de las estadísticas en España sobre la demora existente en la publicación de las mismas y también acerca de la escasez que de ellas hay en determinados aspectos, como es el caso del consumo privado, el sector público, etcétera.Pues bien, dicha situación se ha agravado considerablemente en los últimos meses, de forma que casi puede hablarse de «involución» estadística, por emplear una frase puesta de moda en el ámbito político. El ejemplo del índice del coste de la vida ha constituido la expresión más manifiesta de lo anterior, pero no ha sido ese el único caso que se ha producido. Así, para los meses de febrero, marzo y abril de 1977, UNESA ha dejado de proporcionar datos sobre consumo de energía eléctrica y el Ministerio de Agricultura no ha divulgado los índices de precios percibidos y pagados, así como el de salarios, relativos todos al sector agrario, cambiándose también por este organismo, sin explicación alguna lametodología de su índice de producción total agraria. Las estadísticas del Servicio Sindical de Estadística, básicas ahora para el estudio coyuntural del sector industrial (producción, empleo, horas y coste salarial), pueden desaparecer sin que previamente el Instituto Nacional de Estadística haya hecho el oportuno relevo.

Como resumen y reflejo de todo lo anterior, el INE se encuentra en una situación difícil y confusa, situación que puede sintetizarse diciendo que el intento de manipulación política de sus estadísticas por un lado, y el hecho de que para el nombramiento del cargo de director general de dicho organismo se acuda a criterios estrictamente políticos, está provocando una discontinuidad y alteración en su funcionamiento, lo que, va a manifestarse necesariamente en una publicación más tardía de numerosas estadísticas y en un retraso innecesario en la actualización de indicadores que son absolutamente precisos.

De la situación presente se pueden extrapolar para el futuro situaciones poco positivas que es preciso evitar a toda costa. En la medida en que los políticos de este país estén más pendientes en su actuación de la opinión pública, en la medida en, que en el juego electoral se puedan emplear cifras, y datos sobre la evolución socioeconómica, va a existir una mayor presión por parte de los cargos políticos para intervenir en la publicación y hasta en el diseño de las estadísticas, como ha sido el caso reciente del índice del coste de la vida.

Como se ha indicado antes, un primer requisito para impedir que tales hechos se produzcan sería que el INE fortaleciese su independencia, de forma que el cargo de director general de dicho organismo tuviese una duración mínima, por ejemplo, de cuatro a seis anos, y que en su nombramiento se atendiese a criterios basados en gran medida en la calidad profesional de la persona designada y no en la simple confianza política en la misma, que es lo único que ahora predomina.

Junto a la independencia del INE, es preciso tener en cuenta que en España se elaboran numerosas estadísticas por otros organismos de la Administración. Sobre este punto resulta por completo necesario que se publique la mefodología empleada para la obtención de dichas estadísticas, que en algunos casos se utilizan como datos «oficiales» y nadie sabe cómo se obtienen. No debe impedirse que ningún organismo público o privado elabore sus propias cifras, pero sí debe exigirse la claridad precisa como para juzgar unas estadísticas que en muchas ocasiones sirven para fines estrictamente políticos.

Que existan mejores, más rápidas, y más rigurosas estadísticas en España puede no aparecer como un objetivo de inmediata repercusión provechosa sobre el país, pero resulta cada vez más manifiesto que la elaboración de políticas económicas coherentes y adecuadas y la oportuna crítica a las mismas pasa por ese camino.

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