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Tribuna:TRIBUNA LIBRE
Tribuna
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La reforma sanitaria

Parece que en este país hay unas cuantas cosas que reformar y las más de ellas, urgentemente. Me atrevo a suponer que una de las que exigen mayor perentoriedad es la reforma sanitaria.Leemos en la prensa las reseñas que los partidos, agrupaciones sindicatos, etcétera, dan de sus propósitos si llegaran a ocupar el Poder y en muchas de el las, se trata de lo que, en esas circunstancias harían con la Sanidad. Conferenciantes de las más diversas tendencias nos exponen sus planes para remediar la actual situación sanitaria del país, no tan halagüeña como algunos sostienen, los que manejan las estadísticas, especialmente.

Creo que el tema. merece que no ocupemos de él ostentando exclusivamente, la calidad de médicos.

SALVADOR RIPOLL MARIN

vicepresidente del Colegio de Médicos de Murcia

Los mayores males de la asistencia sanitaria actual se derivan de haberla organizado a espaldas de los médicos y sus Colegios, cuya opinión muy rara vez se solicitó por expresarlo con un delicado eufemismo. De Medicina se sabe poco, pero lo poco que se sabe lo saben los médicos, y pienso que de haber contado con ellos, se hubiera evitado más de un disparate. La reforma sanitaria, imprescindible, no podrá realizarse con ciertas probabilidades de éxito sin la aportación técnica de la Corporación Médica, durante largos años anestesiada -y perdónesenos la deformación profesional- y a la que no se ha dejado intervenir en decisiones fundamentales en las que de habérsela oído, se hubieran suprimido demagogias inoperantes en la salud real del país y además, muy costosas.

La Sanidad, nosotros los médicos lo sabemos tan bien como el primero, no es sólo la asistencia médica. Es más, el que haya de llegarse a la actuación médica que trata al enfermo, puede considerarse como un fracaso de la política sanitaria de un sistema. La política sanitaria satisfactoria es aquella que, fundamentalmente, persigue evitar que la enfermedad llegue a producirse y empieza mejorando las condiciones de vida de la población: Viviendas adecuadas, alimentación apropiada con un código alimentario que se cumpla, lucha contra la contaminación ambiente, condiciones de seguridad en el trabajo, etcétera, junto con una medicina preventiva con las garantías técnicas necesarias que impidan que el hombre llegue a ser presa de la enfermedad, son las bases indispensables de una actuación acorde con las exigencias actuales.

Disminuir la morbilidad es lo mejor y lo más barato. Resulta más adecuado evitar los accidentes de carretera que disponer un hospital cada tantos kilómetros.

Salvando las prioridades señaladas más arriba, la asistencia médico-hospitalaria por sí misma deberá, según nuestra opinión, adecuarse a las condiciones humanas, geográficas y económicas de nuestro país. Es evidente que el actual estado del problema no es éste.

Si intentáramos analizar los defectos de la asistencia sanitaria sería el cuento de nunca acabar.

Todos sabemos lo mal que funciona y lo que cuesta mantenerla y éste es el resultado de una pésima planificación.

Pensamos que la reforma sanitaria debe hacerse según estas premisas:

Primero. Aquiescencia del pueblo. Sólo con el consenso democrático del país, adquirido a través de leyes votadas por sus legítimos representantes, se puede asumir y organizar la sanidad desde la base, el hombre enfermo de la pequeña población que tiene tanto derecho á una asistencia médica correcta como el más infatuado habitante de la gran urbe y tanto en la más pobre y abandonada región española cuanto en alguna poderosa y supercivilizada parcela.

Segundo. Unificación, creando un Ministerio de Sanidad y en él, un Servicio Nacional de Salud.

Un país como el nuestro, no excesivamente sobrado de recursos, debe aprovechar hasta la última peseta empleada en asistencia sanitaria. No es posible que la sanidad española camine por líneas paralelas, sobre todo cuando paradójicamente, una de las ramas de la asistencia médica monopoliza en la práctica un altísimo porcentaje de ella. Se impone la unificación de toda la Sanidad española y ello dada la trascendencia de su actividad y las enormes cantidades de dinero que gasta, no puede hacerse en un nivel inferior al de un Ministerio. Además de que, por otra parte, sólo siendo así, podría meter en cintura a los innúmeros grupos y grupitos que en Sanidad, hacen la guerra por su cuenta. Empezando por algún Ministerio.

Y podrían utilizarse todos los re cursos sanitarios del país, personal hospitales, productos farmacéuticos, todo, lo que la moderna tecnología médico-sanitaria pone a disposición del ser humano acosado por la enfermedad, que debe ser en esa situación más entrañable para sus conciudadanos y recibir todo cuanto necesite para salir de esas difíciles circunstancias.

Parece que lo que a estos fines haya, poco o mucho, no debe estar disperso y que. con una adecuada ordenación de recursos y utizándolos al máximo se produciría una mejora sustancial de la asistencia médica, y por ende, de la salud pública. Y probablemente con un costo menor.

Tercero. Financiación estatal.

Es de toda evidencia que la buena medicina en la época actual -y no me refiero solamente a la que pudiera hacerse en España- es cara y por sí misma aun evitando el derroche que pueda atribuirse a una mala organización.

El país necesita gastar dinero, mucho dinero, en Sanidad, pero no despilfarrarlo, entre otras razones, porque no parece que andemos muy sobrados de él.

El Ministerio de Sanidad, y a través de él, el Servicio Nacional de Salud debe ser sufragado por los Presupuestos Generales del Estado. No debe haber otra caja que la del Ministerio de Hacienda, cuando las cifras manejadas y la trascendencia de su empleo son de la magnitud de las que habrá que gastar.

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