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Posicion confusa de la Administración norteamencana sobre Cuba

Los pronósticos de la nueva Administración demócrata de normalizar las relaciones entre Estados Unidos y Cuba, parecen más que evidentes. Sin embargo, nadie acierta a explicar en qué circunstancias aceptaría Washington este acercamiento y las confusas, cuando no contradictorias, afirmaciones oficiales no hacen más que complicar el panorama. En una inesperada declaración efectuada el miércoles, mientras visitaba el Ministerio de Agricultura, el presidente Carter enumeró las condiciones que considera necesarias para llegar a la normalización diplomática con el régimen de Castro: retirada de las tropas cubanas de Angola, renuncia por parte cubana a su «influencia» en el hemisferio occidental y restablecimiento del respeto a los derechos humanos en el interior de la isla.

Carter se mostró optimista ya que, aseguró, «fuentes indirectas» le han indicado que Cuba está preparando la paulatina retirada de su cuerpo. expedicionario en Angola. La afirmación, se aseguraba en Washington ayer, sorprendió in cluso a algunos funcionarios ex pertos en el tema cubano, para los que Castro sigue manteniendo sus 15.000 hombres en Africa y no existen indicios de que piense repatriarlos en un futuro inmediato ni siquiera próximo.

Por otra parte, no está muy claro qué entiende Carter por «influencia» cubana en el hemisferio oeste, aunque se supone que el presidente se refería al apoyo castrista a la in dependencia de Puerto Rico, cuya situación actual es calificada de «colonialismo» por el régimen de La Habana.

En cuanto al «retorno al respeto de los derechos humanos» en la isla, algunos comentaristas se referían ayer al tema con ironía, preguntándose si la dictadura de Batista respetó esos derechos o, si no a qué etapa política anterior a Castro se refirió el presidente Carter.

Pero el problema esencial radica en que esta enumeración de condiciones previas hecha por Carter, se contradice evidentemente con las declaraciones que hiciera hace un par de semanas el secretario de Estado, Cyrus Vance, en el sentido de que no pondría ninguna precondición a los cubanos para tratar el tema de la normalización de relaciones entre Washington y La Habana.

Poco antes de que Vance hiciera esta declaración, el embajador norteamericano en la ONU, Andrew Young, se había ganado las iras de los sectores más conservadores del Congreso, al afirmar que la presencia cubana en Angola tuvo una «influencia estabilizadora». El Departamento de Estado se apresuró a aclarar que, ni Vance, ni Young aprobaban la intervención cubana en la ex colonia portuguesa.

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Lógicamente, las condiciones detalladas por Carter deben significar la postura definitiva de Washington hacia el régimen castrista, aunque se contradigan también con las propias declaraciones de Carter durante su campaña electoral, e incluso después. De hecho, la precondición de la retirada cubana de Angola supone una vuelta a las tesis de Ford y Kissinger.

Por parte cubana también existen, desde luego, condiciones previas a una relación diplomática plena entre los dos países. El congresista Jonathan Bingham, que conversó siete horas con Castro durante su reciente visita a Cuba, señaló que el levantamiento del bloqueo comercial impuesto por Norteamérica a la isla, en 1961, era una de ellas. La retirada del apoyo a los grupos de activistas cubanos exiliados en Norteamérica sería la otra, según la opinión más generalizada en Washington.

Hasta el momento, pues, lo único concreto es el deseo expresado por ambas partes de llegar a una futura normalización. El acuerdo pesquero, los intercambios culturales y deportivos y, quizá, la renovación del pacto sobre piratería aérea, son los únicos temas que Washington y La Habana parecen dispuestos a negociar sin condiciones previas de ningún tipo.

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