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Plan internacional para salvar al Mediterráneo de la contaminación

Una gran operación internacional para salvar el mar Mediterráneo de la destrucción ambiental va a ser puesta en marcha. Se trata del plan azul, término con el que se designa una serie de acuerdos adoptados hace un año en la ciudad de Barcelona, y ahora revisados en Split (Belgrado, Yugoslavia). El plan establece el compromiso de los países firmantes —España entre ellos— para llevar a cabo un desarrollo racional del turismo y el control de los residuos que se vierten sobre el mare nostrum.

El 90% de las aguas residuales de dieciocho países van a desembocar al mar Mediterráneo sin tratamiento previo alguno. Sólo la tercera parte de los puertos mediterráneos goza de instalaciones de limpieza de buques-tanque. La invasión turística que se está desarrollando con intensidad creciente sobre todo el litoral del mare nostrum amenaza su porvenir. Cada verano que transcurre aumenta la cantidad de productos vertidos en los alcantarillados. Todo esto acaba traduciéndose en capas de petróleo o residuos de alquitrán sobre la arena y el agua, residuos que hacen que el consumo de crustáceos llegue a convertirse en algo realmente peligroso.

Los países industrializados ribereños intentan frenar lo que ha llegado a convertirse en una situación grave. Los que están en vías de desarrollo, sin embargo, acusan a los primeros de haberse industrializado sin pensar en el medio ambiente y comenzar a preocuparse por el tema precisamente cuando le toca desarrollarse a ellos. Llevan aún más lejos su acusación, asegurando que la preocupación por evitar la polución, frenando el desarrollo, es un pretexto de las grandes potencias para frenar la expansión industrial de los países pequeños y medianos.

De hecho, con la excepción de Estambul y de las costas del Líbano e Israel, las regiones más contaminadas del mar Mediterráneo son las que están en el norte: la costa española, el arco que va desde Barcelona a Génova —zona que tiene nueve millones de habitantes en los meses de invierno y treinta millones en los de verano—: el litoral italiano, la zona del fondo del Adriático... Ahí se encuentran instaladas nada menos que 60.000 fábricas. Las aguas de estas zonas superpobladas e industrializadas afluyen al mar sin depuración.

En los últimos días de enero de 1976 una iniciativa española reunió en la Ciudad Condal a representantes de varios países mediterráneos. Se dio la voz de alarma. La Reunión intergubernamental sobre la protección del medio ambiente del Mediterráneo, bajo el patrocinio del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, lograba así que doce países acordasen realizar una seria vigilancia de la contaminación por aceites e hidrocarburos de petróleo. Se acordó, también, estudiar la concentración de ciertos metales en el pescado y los mariscos; especialmente el mercurio, el cadmio, el selenio y el manganeso. También se acordó vigilar los hidrocarburos dorados y el DDT. Se decidió hacer estudios de los daños causados por los contaminantes en la herencia genética de ciertas especies marinas, en la sospecha de que pudieran estar produciéndose peligrosas mutaciones.

Ahora, los reunidos en Split, examinando lo realizado desde la conferencia de Barcelona, han acordado desarrollar el plan azul de cara a seis campos de acción: la protección del suelo, el control de los recursos de agua potable atención a las pesquerías y la agricultura, control de las aglomeraciones humanas, planificación del turismo y aprovechamiento de la energía solar.

Se trata de hacer compatible el desarrollo del Mediterráneo con la lucha frente a la polución, poniendo en marcha la cooperación internacional al respecto. El costo de los próximos proyectos es de un millón y medio de dólares para dos años (noventa millones de pesetas), cuyo pago debe repartirse entre los productos nacionales brutos de los países participantes. A Francia le corresponderá financiar el 45% de las inversiones.

Una parte de lo acordado será puesto inmediatamente en marcha, mientras otra apunta hacia el año 2000, aconsejando a los países integrantes una planificación concertada del desarrollo de los planes nacionales que vigilen sus fuentes de agua potable, sus explosiones turísticas, control de residuo, análisis marinos, y demás puntos de la operación general.

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