El contrafuero
El Consejo Nacional del Movimiento es como ese japonés que sigue en la trinchera sin enterarse de que la guerra mundial ha terminado y Hitler ya no manda nada. El Consejo Nacional es una trinchera melancólica y un poco nipona.El otro día se sacaron un contrafuero contra la reforma política, lo cual que ellos mismos se asustáron de la barbaridad, como cuando un niño se asusta de su sombra, en el pasillo, y desestimaron el contrafuero.
-Pero el espectáculo ya lo han dado- dice el abrecoches.
-Ahora echan de secretaría General del Movimiento a quince colaboradores, porque no colaboraban nada- informa el quiosquero.
¿Cómo explicarle a un lector caraqueño -a mí se me lee mucho en Caracas- la diferencia entre Consejo Nacional y Secretaría General del Movimiento? ¿Cómo explicarle a un caraqueño, con el calor que tienen siempre allí, la diferencia sutil y escolástica entre Nemesio y Raimundo Fernández-Cuesta? El otro día cogí un taxista -o me cogió él a mí- que había estado en Venezuela, precisamente, trabajando allá unos años el hombre, y me decía que allí tienen mucha riqueza, mucho petróleo y mucho terreno.
-Terreno, oiga no vea usted, todo el terreno que usted quiera.
Imposible explicarles a unos señores con tanto terreno esa miniatura del Consejo Nacional del Movimiento, que cubica en el mínimo espacio posible el mayor número de figuras históricas, imposible. Ni siquiera acudiendo al ejeniplo del Museo de Cera. En Venezuela tienen varios kilómetros cuadrados de terreno por habitante. En el Consejo Nacional tiene cinco consejeros históricos por metro cuadrado de escaño. Me lo dijo una vez Julio Cortázar mientras nos paseábamos a caballo con Borges por los pasajes baudelerianos de París:
-Viniendo de la desmesura americana, un bosque europeo es una miniatura.
Pues si un bosque es una miniatura, qué miniatura no será el Consejo Nacional del Movimiento, que ni siquiera. es un bosque animado, como el de Fernández-Flórez, o el de Macbeth, sino un bosque que en seguida se desanima. Y si no, ya ve usted qué pronto han. retirado el contrafuero.
Es mi contradicción interna: que soy un escritor universal y tengo que escribir de problemas locales para ganarme el pan de Munárriz. A ver cómo le explico yo al lector caraqueño, al hombre de la sabana venezolana, allí donde el mundo es ancho y ajeno, tal ccimo lo veía don Ciro Alegría, lo que es Lsa orfebrería jurídica del contrafuero.
-No lo van a entender.
Un consejero nacional sin contrafuero es como un gaw:ho sin pistolas, o sea, que tanipoco me sirve el ejemplo del gaucho para hacerme entender. Pero sí que tienen algo de gauchos legendarios e inexistentes, los señores consejeros nacionales del Movimiento, cuando desenfundan el contrafuero o lo hacen bolear sobre su cabeza de plata, como las boleas de la pampa. Me lo dijo Borges en Buenos Aires, mientras nos tomábamos el té en una pastelería, con Marcos Ricardo Barnatán, en tanto que Videla se pegaba la balasera en la calle con los montoneros:
-El gaucho es una creación de Buenos Aires.
Pues lo mismo el consejero nacional del Movimiento, mis queridos caraqueños. El consejero es nuestro gaucho. Una cosa del folklore nacional. Una figura mítica e inexistente que de pronto dispara un contrafuero, como el gaucho, pese a no existir, dispara un revólver. El gaucho es una creación de Buenos Aires y el consejero nacional es una creación de Madrid. En el resto de la nación saben que no existe. Como esos colaboradores de Secretaría General a quienes nadie había visto nunca. Porque tampoco existen. El sueldo que cobraban es una prueba de su avaricia, pero no de su existencia.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.