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Literatura en armas

Gracias a una cuidada reproducción acaba de hacerse asequible lo que era una rara pieza de bibliófilo: la difícilmente coleccionada serie de los números publicados de El Mono Azul, aparecidos durante los años de guerra en la España republicana.Nacida en jornadas próximas al desencadenamiento de la contienda, su existencia se prolongó de manera varia y guadianesca de 17 de agosto de 1936 -a febrero de 1939.

Su presencia física también sufrió diversos cambios. Aquel primer Mono Azul de los días milicianos, en tamaño holandesa, llega hasta el 5 de noviembre. Cambia el 12 de este mismo mes, tomando una función más cercana a la guerra que ya empieza a mostrarse prolongada y creciente en su dureza. Las dos páginas centrales del nuevo formato constituyen un cartel que puede pegarse (y se recomienda que se haga) en las paredes, con sencillas instrucciones sobre protección del fuego enemigo, por ejemplo. Dura esta etapa hasta el 26 de noviembre del 36. Corresponden a las jornadas más tensas de la lucha por Madrid y el establecimiento de las líneas del frente.

El Mono Azul

(Agosto 1936-Febrero 1939, 47 números). Verlag Detlev Auvermann KG. Glashüten im Taunus 1975.

Tras una nueva pausa surge en el tamaño primitivo el 11 de febrero de 1937 y el 1 de mayo, éste con carácter extraordinario.

Un nuevo avatar. El diario madrileño de la tarde La Voz cede semanalmente a la Alianza de Intelectuales su página penúltima. Así apareció El Mono Azul quizá con menos difusión y causando mayor dificultad a los coleccionistas, del 3 de mayo hasta el 9 de diciembre. Una «tercera vida» desde el 1 de mayo a junio de 1938. Un número final en febrero de 1939.

Tiene interés recordar esta andadura ya veces son tan significativos, los momentos de reaparición como los de silencio.

Los valores que la revista puede tener para el lector de hoy son diversos. Dejemos de lado un punto que no deja de ser importante: el testimonial. En segundo lugar su valor literario. No es necesario ponderar la riqueza de sus colaboraciones. Al lado de Rafael Alberti y María Teresa León, verdadera alma de la revista, el investigador literario o el amante de la poesía encuentra en sus páginas a Antonio Machado, Vicente Aleixandre, Emilio Prados, Manuel Altolaguirre, Luis Cernuda, Miguel Hernández, Antonio Aparicio, entre bastantes más, y las primeras salidas poéticas de Miguel Alonso Calvo -hoy, Ramón de Garcíasol-, José Luis Gallego y Rafael Morales.

En la prosa narrativa, a que estuvo menos atento, hay trabajos de Sender -el humano y directo Sender de aquellos días-, Darío Carmona, César Vallejo...

El romance

Quizá el hecho más importante a señalar sea la elección del romance como forma expresiva. La idea debió surgir en consideración de su carácter popular. El hecho es que todos los poetas, en un momento en que el verso libre y el irrespeto a las formas clásicas domina una gran parte de la poesía española (si bien es verdad que se iniciaba una vuelta a la estrofa), usan como instrumento eficaz para una poesía combativa y que llegue a todos la más vieja fórmula de la épica primitiva. El fenómeno fue más amplio de lo que pueda parecer. Vanguardia diario del Comisariado General de Guerra, publicaba en todos sus números un romance remitido desde el frente. Soldados, oficiales, maestros de escuela, aficionados a la poesía, veían publicados sus romances. Muchos de ellos pasaron al Romancero de la guerra civil, publicado con motivo del Congreso Internacional de Antifascistas para la defensa de la Cultura. En los romances de El Mono Azul vinieron a fundirse el neopopularismo que había dado triunfos a los poetas de la hoy llamada generación de 1927 con un acercamiento al romance popular o de ciego que circula por los pueblos castellanos hasta bien entrado este siglo. Es curioso hoy, por ejemplo, leer una poesía de Aleixandre en metros romancescos, cosa que no ha vuelto a hacer en toda su obra, descubrir cómo Bergamín da entrada en el octosílabo a sus ingeniosos juegos de palabras y conceptos.Universal trascendencia tienen los números correspondientes a julio de 1937, coincidentes con el II Congreso Internacional de Escritores Antifascistas, que celebró sus sesiones en Valencia y Madrid. Con tal motivo se enriquece con colaboraciones valiosas de Jef Last, Ludwig Renn, Alexis Tolstoi, Nicolás Guillén, Jean Cassou, Langston Hughes, Octavio Paz, Egon Erwin Kish, en una nómina incompleta que, como en el caso de los colaboradores españoles, sólo puede dar en su totalidad la colección del periódico.

Finalmente hay que señalar la excepcional condición de literatura militante que la revista llevaba en sí. Rafael Alberti, en su Letrilla de El Mono Azul, con que presentaba el primer número, ponía intención en la tela de confección del mono azul del obrero: «Ni era una tela planchada que no se comprometía.»

Nunca una poesía que pudiera calificarse de circunstancial llegó a más altura. Nunca, tampoco, se ha visto un trabajo intelectual de equipo urgido por la circunstancia cumplir tan ardorosa y cohesivamente su tarea. Algunos poemas antológicos de Antonio Machado y Miguel Hernández se escribieron para El Mono Azul.

La pulcra edición facsimilar ha resuelto eficazmente el problema que planteaban los distintos formatos realizando una importante obra bibliofílica y una interesante obra de salvación y asequibilidad de una muestra testimonial de alto valor. Rafael Alberti ha escrito para esta edición un poema que titula La vuelta del mono azul.

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