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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

De nuevo sobre la generación del 98

Emilio Lamo de Espinosa

Como en tantos otros aspectos también en lo relativo a los intelectuales que surgieron hacia 1898, las últimas generaciones de españoles nos hemos alimentado de mitos. El redescubrimiento de la juventud del 98 -título de un libro de Blanco Aguinaga en el que se hacía un profundo análisis del pensamiento de esta generación en los años de fin de siglo- nos ha revelado un pensamiento bastante alejado del prefaseismo, con el que corrientemente venía a mezclarse. En contra de Laín, que comenzó su trahajo sobre el 98 con un capítulo titulado «Un paisaje y sus inventores», Blanco Aguinaga mostraba que al 98 se entraba por el problema de España y se salía por el paisajismo, salida que implicaba, además, una mala solución al problema inicial. El libro del hispanista americano E. Inman Fox, recientemente editado por Cuadernos para el Diálogo, La crisis intelectual del 98, recoge diversos trabajos, algunos inéditos, otros ya publicados, aunque han sido ampliados para la presente edición, todos ellos en la misma línea de los trabajos de Blanco o de Pérez de la Dehesa. Creo ver en relación con ellos una triple extensión.Por una parte, hacia atrás, el libro de E. I. Fox. se extiende hasta el regeneracionismo, mostrando así la diferencia entre la obra de un Galdós -más próximo del regeneracionismo, - y los del 98, diferencia que se manifestaría en la introducción del término «intelectual» en el lenguaje común, dato que ayudaría a definir esa generación «como la primera que, como tal, expresaba la necesidad de influir culturalmente en el rumboíde su país» (página 13), es decir, sería la primera generación de pensadores que tendría por interlocutor a la sociedad y no al poder («El año de 1898 y el origen de los "intelectuales"» es el título del primer capítulo del libro que comentamos). En segundo lugar, E. I. Fox profundiza en el análisis de la juventud de Unamuno y su relación con Maeztu, en la de Bareja, y sobre todo en la de Azorín, cuya inspiración «libresca» documenta en un interesante capítulo. Finalmente, trata de dar respuesta al problema que el redescubrimiento del socialismo o anarquismo de la juventud del 98 planteaba.

La crisis intelectual del 98

E. Inman Fox. Ed. Cuadernos para el Diálogo. Madrid, 1976.

Schopenhauer influye

A través de la obra de Baroja (especialmente El árbol de la ciencia), Inman Fox descubre la profunda influencia de Schopenhauer sobre esta generación, influencia que, en definitiva, respondía a la problemática socio-política en que se hallaban inmersos: «el mundo como voluntad y como representación» no era sino la teorizáción del dilema en el que tal generación se encontraba. Por un lado, la voluntad de cambiar España en una dirección europeizadora -en lo que son herederos de Costa y el regeneracionismo-, y, por el otro, la casi total impotencia para acometer esta tarea, impotencia que se traduciría en una orientación intelectualista y contemplativa, donde entraría desde el adentro de Unamuno hasta la inspiración libresca y el paisajismo de Azorín, y la vuelta a la naturaleza de Ganivet, mientras que Baroja o Maeztu continuarían la orientación vitalista. Así, el último ensayo que da el título al libro, La crisis intelectual de los jóvenes del 98, efectúa un análisis sociológico de esta generabión en cuanto perteneciente a una específica capa de la pequeña burguesía española que «siguió el auge de la "federal" y que se sintió amenazada por la industrialización soñando con la posición que ocupaba en una sociedad pre-capitalista» (página 218); por ello, si «intelectualmente apoya la necesidad de la lucha de clases», sin embargo, «sienten emocionalmente la desaparición de los antiguos valores y costumbres de la clase media» (página 219), lo que habría fomentado esta ambivalencia entre la realidad y el deseo. «Acción contra pensamiento, pasión contra razón, vivir contra leer, tiempo contra eternidad, Europa contra España» (página 231), tal era el dilema en que se encontraba, dilema que -como Inman Fox señala agudamente muestra un gran parecido con «el vaivén entre la violenta protesta y la huida hacia la metafísica» que se daría en la contracultura de hoy (página 226).

Mirar al pasado

Creo, sin embargo, que Inman Fox no documenta suficientemente, a mi juicio, el porqué de ese «mirar al pasado» en los jóvenes del 98, que acaba resultando un dato, sin duda probado, pero no explicado. Ni se analiza quizá suficientemente lo que podríamos llamar el contenido latente de esa juventud del 98: el socialismo de Unamuno responde a una crisis espiritual y se salda con otra, siendo el socialismo intermedio una especie de «efecto» religioso: el anarquismo determinista de Azorín está ya preñado de contemplación: el cientifismo de Maeztu es de los que hoy llamaríamos «tecnocrático», con todo lo que de pre-fascista hay en esta ideología, y el Schopenhauer de Baroja es sólo el camino hacia Nietzsche (lo que, sin duda, no es el camino del infierno, pero sí el del irracionalismo). Ese contenido latente, esa ambigüedad, estaba ya en 1898, y el problema que queda en pie sería explicar por qué -en contra de lo que pensaba Blanco Aguinaga- no fue esta generación la primera generación de intelectuales burgueses que dio el paso al socialismo. Sería quizá interesante una comparación entre esta ambigüedad de salida voluntarista (la del 98) con otra ambigüedad, de salida teoricista y determinista de aquellos intelectuales de la misma época (pienso en J. Vera, Verdes Montenegro o el mismo Besteiro) que sí dieron el paso al socialismo. El presente libro de Inman Fox -un libro sugerente, profundo, informado, aunque por fortuna no erudito- es, sin duda, un avance importantísimo para responder estas preguntas,que vendrían a completar la reinterpretación general del 98, y para lo que sería probablemente necesario profundizar más en los distintos tipos de pequeña burguesía que Fox señala. Por otro lado, ¿no será la impotencia, tanto o más que el deseo de retornar al pasado, lo que condujo a esta generación al escepticismo?, ¿qué posibilidades percibidas -no reales- había hacia 1900 para que unos intelectuales influyeran culturalmente en el rumbo de la Restauración? No había cierto elitismo -quizá krausista- que al aislarlos permitió que sucumbieran fácilmente al escepticismo? Quizá la respuesta a la pregunta ¿porqué el giro del 98? se encuentre no tanto en el origen social de estos intelectuales como en la interacción con su medio, en el que, como Inman Fox no deja de señalar, habría aún un 70% de población rural y una tasa de analfabetismo -que él no cita- de aproximadamente 50%. En estas condiciones, ¿puede asombrar que pensaran que «el árbol deja sabiduría no tiene nada que ver con el árbol de la vida»? Sugerencias más que críticas que brotan de la lectura de este buen trabajo y que quizá puedan ayudar a su continuación.

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