Los residuos radiactivos serán un grave problema
Europa está en pie de guerra. El pasado 13 de noviembre 25.000 alemanes armados con escaleras, alicates, palos, piedras y bombas molotov asediaron durante más de tres horas el recinto donde se construye la central nuclear de Brokdorf, defendido por un foso de ocho metros de ancho, alambradas militares, muros de hormigón y varios centenares de policías antidisturbios. Batallones de ciudadanos intentaron asaltar una y otra vez aquella fortificación siendo repelidos con chorros de agua a presión mezclada con productos irritantes, gases lacrimógenos, botes, de humo y cuando se llegaba a la lucha cuerpo a cuerpo, con porras de cuero. Varios helicópteros que controlaban las operaciones, bombardeaban a los asaltantes con bombas lacrimógenas.La consigna: Después del fin de semana, Brokdorf volverá a ser un prado, no pudo cumplirse porque la policía ganó la batalla. Se computaron 134 bajas, 79 policías y cincuenta manifestantes heridos, cinco detenidos.
El mismo día, en Francia, un «Comando de oposición al empleo de explosivos para la destrucción del universo» volaba con dos potentes cargas de plástico la mina de uranio Margac, paralizando las instalaciones.
¿Qué sucede en torno a la energía nuclear para que los ciudadanos hayan emprendido el camino de la violencia?
Sencillamente, lo que hasta ahora eran más o menos probabilidades de accidente -las centrales nucleares-han empezado a ser problema tangible: los residuos radiactivos.
España
En España la alarma cundió cuando en una mina abandonada de Córdoba «aparecieron» unos 1.200 bidones de residuos radiactivos. Nadie quería saber nada del asunto. Al parecer, se trata de residuos producidos por las instalaciones radiológicas que se emplean en medicina.
Pero, ¿qué se hace que se piensa hacer con los residuos de las centrales nucleares?
Actualmente, nuestras tres centrales en funcionamiento (Guadalajara, Burgos Tarragona) apenas si suman 1.100 MW de potencia instalada. Ello supone tres-cuatro toneladas al año de elementos combustibles irradiados. Estas cantidades apenas presentan problemas, ya que además de ser moderadas, nuestras centrales tienen contratados los servicios de las plantas de retratamiento de Windscale (GB) y Le Haag (Francia) para que se hagan cargo de nuestros elementos combustibles irradiados.
El verdadero problema surgirá en la década de los ochenta. Los 35.000 MW de potencia instalada que se prevé alcanzar en 1990 producirán unas 100- 140 toneladas de elementos combustibles ya irradiados.
Es seguro que para esas fechas ningún país admitirá tales elementos para su retratamiento. La posibilidad de almacenarlos sin más es nula, por lo que no nos queda otra salida que construir nuestra propia planta de retratamiento. A esta misma conclusión llegó el Gobierno alemán, provocando con ello la mayor crisis de su programa nuclear. El costo total de las instalaciones previstas por el Gobierno Federal para eliminar sus residuos y reciclar el combustible irradiado se eleva a 270.000 millones de pesetas. Tanto la industria química como la eléctrica intentaron escurrir el bulto hasta que el Gobierno les obligó a hacerse cargo de este proyecto. Su elevado costo se debe sobre todo a que en él también se prevén los medios para almacenar los residuos de alta radiactividad que producen las plantas de retratamiento. Si los reactores rápidos obtienen el éxito esperado, el uranio (después de ser enriquecido de nuevo) y el plutonio que se obtiene en el proceso de retratamiento podría ser utilizado como combustible, de lo contrario estos elementos se sumarían a los demás residuos de alta radiactividad imposibles de eliminar.
Tampoco se ha descubierto ningún procedimiento seguro para su almacenaje. Actualmente estos residuos son solidificados en masas de cristal y depositados en recipientes herméticos. Parece ser que el lugar más seguro para almacenar estos residuos son las formaciones salinas, pero lo cierto es que ningún método garantiza la eliminación del peligro radiactivo.
La necesidad de nuevas formas de energía es una realidad indiscutible, y es por ello que basar el 50% de nuestra producción energética en un sistema cuyo último y más peligroso eslabón aún no tiene una solución técnica perfecta y experimentada, nos parece un riesgo del que nadie puede hacerse responsable.
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