Tediosa comedia
Es esta una comedia tediosa y bufonesca. Cualquiera que acuda atraído por el nombre de Vitorio Gassman o los encantos corporales de Ornella Mutti, se sentirá defraudado. Los esfuerzos de los guionistas por hilvanar una trama más o menos verosímil o ingeniosa, a base de Mafia, carnicero italiano y alusiones de dudoso gusto en torno a la integridad física de la protagonista, se evidencian inútiles a lo largo de la historia, salvo en muy contados instantes.Conocida es la pasión de cierta burguesía italiana por todo aquello que viene de Londres: infracultura, modales, moda, césped y colleges, toda esa especial mercadería que poco tiene que ver con el espíritu de la Inglaterra auténtica si es que, como tantos otros, al otro lado del canal, perdura todavía. Pues bien, ese barniz inglés para turistas de ocasión que tan felices hace también a algunos productores españoles, se halla aquí como envoltura elegante de un tosco sainetón sazonado con las más rancias especias sicilianas. Como todos los malos platos, esta historia, adobada con el otro tiempo buen actor Vitorio Gassman, se digiere mal, bien es verdad que en tal labor poco le ayuda Ornella Mutti, con su eterno aire de empleada de hogar emancipada, disfrazada, superdesarrollada, aunque en está película y sin que sepamos por qué, tal desarrollo físico no llega a evidenciarse.
Virginidad
Intérpretes: Vittorio Gassman, Ornella Mutti, Adolfi Celi, Lou Castel. Madeline Hinde.Dirección: Franco Rossi, Italia. Comedia. Color, 1975. Locales de estreno: Callao y Vergara.
Conociendo la carrera artística de Gassman y sabiendo que su antagonista comparte la cabecera del reparto de uno de los filmes italianos más importantes de la temporada, es fácil deducir que la culpa del fracaso debe cargarse a Franco Rossi y sus colaboradores. Con tales mimbres podía haberse urdido algo más consistente o menos aburrido. Sin embargo, no ha sido así. La historia se arrastra con fatiga a la sombra de decorados lujosos, alusiones a la Cosa Nostra repetidas hasta la saciedad, mohines de la Mutti y abundante gesticular de Gassman, que a lo largo de hora y media desarrolla todo un curso notable de las más torpes artes histriónicas. La narración se complica y estira gratuitamente, parece que va a tomar vuelo, para caer más tarde en los lugares comunes habituales. La verdad es que si los planes de austeridad incluyeran los mercados cinematográficos, sería cuestión de preguntarse la razón de que filmes como Virginidad lleguen a nuestras pantallas. Nuestra industria no es Hollywood, ya se sabe, pero se basta y sobra para producir virginidades como ésta, vulgar, fustrada, aburrida y sosa.
Babelia
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