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"El inocente", realismo y sociedad en Visconti

Con El inocente, que marcó el fin de la vida de Luchino Visconti, se inicia este XXIV Festival de Cine de San Sebastián. A partir de una de las más célebres novelas de D'Annunzio, el realizador, con Suso Cecchi, D'Arnico y Enrique Mendioli, han creado una historia dentro del estilo del realizador en lo que a fondo y forma se refiere, subrayando e inventando, cuando no existen, una serie de notas donde realismo y sociedad amplían el tenia central hasta transformarlo en el ya habitual y favorito del Visconti de los últimos años: la decadencia de las altas clases sociales.El inocente, como cualquier lector de D'Annunzio sabe, es el hijo fruto de una unión adúltera aceptada en teoría por un matrimonio separado de común acuerdo. El nacimiento de tal inocente, consecuencia del amor de la mujer con un escritor famoso, viene a romper tal acuerdo, planteando el problema de una posible paternidad fingida que el protagonista, Tullio, no está dispuesto a aceptar. El inocente pues, se interpone entre él y su mujer, en su nuevo amor recuperado. Por tanto es preciso sacrificarlo.

La versión cinematográfica, en su afán de ofrecer un retrato de familia, y al tiempo la aventura social ya la vez costumbrista de una época, ha realzado la importancia de algunos personajes corno la amante del marido, y arrastrado a éste, hasta el suicidio, pues -según Visconti-, el público actual no habría tolerado que un infanticidio quedara impune. Hay también alusiones a la igualdad de la mujer, no sólo en el amor, en esta tragedia ,convertida en cuento moral de ambición popular, hermosas escenas y desmesurados diálogos donde se roza el melodrama y los personajes se presentan más como caracteres -el marido, la esposa, la amante, la madre-, que como seres humanos que de serlo, seguramente hablarían, amarían, y morirían de otro modo.

Aquellos que gustan de los filmes de imágenes impecables en lo que a forma y colorido se refiere, no saldrán defraudados de estos alardes habituales en los que figurantes, cortinas, muebles, flores, recrean una época tan fielmente como los cuadros que cubren las paredes, más quien busque ahondar en ese mismo tiempo, en esos años decadentes y dorados, seguramente habrá de lamentar que Visconti, puesto a hacer su retrato, en vez de D'Annunzio no eligiera a Proust, por ejemplo.

Giancarlo Giannini, interpretando a Tullio, unas veces convence y otras se queda a medio camino, un poco teatral, limitado por su propio personaje. Laura Antonelli fía su trabajo a una cierta frialdad destinada a contrastar más tarde con, la belleza de su desnudo. Jennifer O'Neill, cumple en su papel más fácil, con Marc Porel o Rina Morelli, desaparecida recientemente.

Tal es el balance de El inocente. Quizá con él y pensando en el Palmarés de este año, Visconti, como el Cid, llegue a ganar su última batalla después de muerto.

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