_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Una cuestión de hecho

El extraño error cometido por el presidente del Gobierno en sus recientes declaraciones a una revista francesa, en lo que se refiere a la capacidad. pedagógica de la lengua catalana me ha recordado, en cuanto pueda ser un signo de desconocimiento de la realidad, unas palabras de Ortega y Gasset en La rebelión de las masas. Dice allí que Europa no es una «cosa, sino un equilibrio», y que para ser ella misma le es necesario ser una pluralidad. No tengo el texto de Ortega a la vista, pero recuerdo como dice que, impuesta por el prestigio romano, la expansión del latín vulgar se produjo con una uniformidad muy considerable por una gran parte de Europa y bajo el tono de sus habitantes, haciéndoles en ese aspecto y por decirlo así, todos iguales, y como sostiene que este hecho contribuyó a la decadencia del imperio de Roma.De acuerdo.

Lo que nunca entendí fue que no aplicara el mismo criterio a la vieja Hispania, -es decir, a la Península Ibérica-, que es también una pluralidad, y que bajó su tono como consecuencia de una imposición uniformadora. Cambiando los nombres, los argumentos conservan su valor. El horror de la uniformidad impuesta lo conocemos a fondo, y también su ineficacia constructiva. Tanto más, cuanto que -tal como sucedió con el latín-, la imposición se produjo en un momento en que, sobrepasado un siglo de esplendor, la lengua impuesta pasaba una época de considerable amaneramiento. Sólo las tierras que, a pesar de las dificultades, conservaron su lengua propia, consiguieron salvar su personalidad. Pero para los que creían en la unificación como en una panacea, tal cosa fue -y es todavía en muchos casos- vista como un defecto. O aún, en otros, como un delito... Sin la aceptación de la realidad tal como es, no es posible tener ideas claras sobre tal realidad. Y sin ideas claras no es posible la buena voluntad en la hora de llevarlas a la práctica, y de intentar convertir la Península Ibérica, no en una cosa, sino en un equilibrio: es decir, en lo que realmente es por su naturaleza.

Como era de esperar, aquellas lenguas nunca muertas, han recobrado su vitalidad. Si el hecho se toma por lo que es -una realidad patente- no constituye ningún problema: basta con aceptarlo, y se resuelve por si mismo. Me refiero ahora a mi lengua, el catalán. Una reacción iniciada hace un siglo y medio la ha llevado a recobrar todas sus posibilidades de expresión. Si no es oficialmente utilizada para la enseñanza de las ciencias más difíciles y más abstrusas es porque tal utilización no está permitida, y no por defecto alguno en la capacidad de la lengua para tal uso. De hecho, se escribe en catalán de un modo normal sobre tales materias, y se publican libros, y se dan premios a los que los escriben. Y -cuando no se tropieza con prohibiciones oficiales- se enseñan en catalán la física y la biología más modernas. Es, lo repito, una cuestión de hecho. Y si reclamamos la posibilidad de llevarlo a la práctica de un modo normal es porque queremos ser lo que realmente somos, pero también porque creemos que nos beneficia a todos.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_