Correspondencia
Carta de Felipe IIBarcelona, 8 marzo 1564
Amado nuestro. Dos cartas vuestras he recibido, la postrera de VI de deziembre, la qual no ha sino quatro o cinco días que llegó, y he holgado con ella mucho por saber que teneis salud y que siempre atendéis a hazer cosas que me den contentamiento, como lo será la pintura de la Cena de Cristo en tal grandeza y perficción como será de vuestra mano, y assi os tengo en servicio lo que en esto aveis trabajado, que yo terné dello la memoria que es razón. La pintura podréis dar a García Hernández muy bien en orden y puesta de manera que no reciba daño en el camino. En lo que toca a vuestras cosas, escribo a Nápoles y Milán como os dirá García Hernández, y me pesa que no se cumpla con vos como es razón, pero yo lo mandaré de manera que no aya falta, que en esto y en todo consceréis siempre la voluntad que os tengo.
Carta de Aretino
Mayo de 1544
Imaginad aún lo que me maravillaron las nubes formadas de humedad condensada; las cuales, en la vista principal, estaban en parte cercanas a los tejados de los edificios y en parte al fondo, y una de la derecha se difuminaba en un pardo negruzco. Me asombró ciertamente la variedad de tonos que ostentaban: los colores más próximos ardían con las llamas del fuego solar; y los más lejanos enrojecían con un ardor de minio no tan encendido. iOh, con qué bellos trazos los pinceles naturales impelían el aire, apartándolo de los palacios de la misma manera que lo aparta el Vecellio cuando pinta paisajes! Aparecía por un lado un verdiazul y por otro un azul verdoso realmente compuesto por las extravagancias de la Naturaleza, maestra de maestros. Con claros y oscuro, velaba y realzaba lo que debía ser realzado o velado, de manera que yo, que bien sé cómo vuestro pincel es espíritu de los espíritus, por tres o cuatro veces exclamé: «Oh Tiziano, ¿dónde estáis ahora?».
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