Mixtificación de una obra
En literatura, como en cualquier otra actividad humana, crear mitos se paga. Lo malo es que quien lo paga son los mitificados, no los mitificadores. Cuando de la lectura de un escritor se hace un culto, se corre el riesgo de asimilar una imagen falsa, distorsionada, del significado y de la importancia de su obra. Sin salirnos del campo de las literaturas hispánicas, recordemos los casos de Neruda, Antonio Machado, Hernández, Vallejo, Lorca, Juan Ramón Jiménez, víctimas del celo de sus adoradores. En un país como el nuestro, en años de asfixia política y de arrasamiento cultural se fabricó toda una mitología de una literatura más o menos comprometida, que ha tenido respuesta por el lado contrario: un progresivo alejamiento por parte de muchos escritores jóvenes de lo que sólo anteayer era considerado como modelo inmarcesible.
Jorge Luis Borges
Edición de Jaime Alazraki. Taurus Ediciones. Madrid, 1976.
A escala occidental
Ha ocurrido por motivos políticos o éticos y ha ocurrido por razones estéticas. Entre los escritores más arriba citados, los cinco primeros son ejemplos obvios de una mitificación de izquierda; el último, de una supervaloración formalista. Cuando llega el tiempo de las revisiones, los términos se invierten y se procede convenientemente a una defenestración. En este país de exclusiones, es uno de los deportes más practicados. Ocurre que, bien mirado, a los grandes escritores habría que defenderlos celosamente de sus entusiastas.Con Jorge Luis Borges está ocurriendo algo por el estilo, pero no únicamente a escala española o latinoamericana, sino occidental. Negar la grandeza del escritor argentino sólo se puede hacer desde posiciones del más cerril sectarismoSe ha hecho, sin embargo. No vale la pena recordar los nombres de los detractores. Decir que Borges es un gran escritor es cometer una redundancia; es como decirlo de Kafka o de Faulkner. Pero lo que es cierto también es que el éxito mundial de Borges está siendo acompañado de una mixtificación de su obra, más o menos consciente.
Pretexto
Es de temer que el Borges leído y estudiado en Nueva York o en París tenga muy poco que ver con el original. Que el inmenso aparato propagandístico de la industria cultural francesa o anglosajona haya vampirizado a Borges, convirtiéndolo en algo que no tiene nada que ver en realidad con él. Leyendo algunos artículos publicados en revistas anglosajonas, se teme que al escritor argentino lo estén confundiendo con Tolkien, con Bradbury o -incluso- con Lovecraft. Los franceses van por otra vía. Borges se ha convertido para ellos en un excelente pretexto para hacer literatura, para lanzarse alegremente a una sofisticada labor de exégesis que tiende a convertir la admirable transparencia de sus imágenes y de sus símbolos en una mareante sucesión de mensajes secretos.Trabajando sobre el excelente volumen preparado por Alazraki se puede tener una idea aproximada de este fenómeno. Leer las sobrias páginas que en su día dedicaron a Borges Amado Alonso, Alfonso Reyes, Anderson Imbert, Sábato, y compararlas con algunos textos posteriores, nos da la medida de la mixtificación. Updike, por ejemplo, exhibe la misma aburrida trivialidad que en la mayor parte de sus novelas. Blanchot especula a partir de una idea absolutamente subjetiva que se hace de Borges. Por un George Steiner capaz de enriquecernos señalando, al lado de las virtudes casi mágicas del argentino, sus evidentes defectos -la repetición agobiante de sus esquemas narrativos, el preciosismo, su más bien mezquina concepción del mundo-, nos encontramos con-especulaciones académicas cuyo fin parece consistir en alejar cada vez más a Borges de sus lectores.
Es difícil saber si la moda Borges resistirá mucho tiempo. Las luminarias de lengua castellana que se encienden en el mundo cultural francés y anglosajón suelen durar poco. El boom de la novela latinoamericana fue apenas una fulguración. En el caso Borges, el fenómeno se está prolongando, acaso porque se ha mitificado no sólo una obra, sino también a una persona. Pero podemos permitirnos el beneficio de cierta duda: si Borges sigue siendo apreciado en toda su grandeza por sus lectores o si se ha convertido ya en materia de disección para algunos temibles profesores de literatura.
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