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Sesenta mil personas, en un ambiente de euforia política

Alrededor de 60.000 personas, en su mayoría jóvenes, se dieron cita el pasado sábado en Canet de Mar, localidad de unos 5.000 habitantes situada a unos 40 kilómetros de Barcelona, para asistir al Festival de Canción Catalana Sis hores de cançó a Canet. La masiva asistencia superó las previsiones de los organizadores (ver EL PAIS de 24 de julio).

El Festival tenía que dar comienzo a las 10 de la noche para terminar a las 4 de la madrugada. Sin embargo a primeras horas de la mañana el pequeño pueblo costero se vio literalmente invadido de jóvenes procedentes de todos los lugares de Cataluña. Durante todo el día se sucedieron diversas manifestaciones, de claro contenido político, ya que los gritos dominantes eran Llibertad, amnistía y Estatut d`autonomía, así como otra exclamación hasta ahora poco oída, por lo menos en Cataluña: España mañana será republicana.

Tanto la Guardia Civil como la Policía Armada habían establecido fuertes dispositivos de seguridad. Los organizadores opinaron que debían hallarse presentes, posiblemente, más de 300 números de la Guardia Civil.

La fuerza pública disolvió numerosas concentraciones llevadas a cabo antes de la hora de inicio del acto propiamente dicho. Fueron retirados algunos carnés de identidad, y se produjeron algunos contusionados.

El recinto, a requerimiento de la Guardia Civil, fue abierto al público tan sólo a partir de las cuatro de la tarde. Automáticamente proliferaron en su interior los más variados tenderetes, correspondientes a todo tipo de opciones políticas y sindicales. Había puestos de ventas de revistas contraculturales, tenderetes en los que se solicitaba solidaridad económica para los trabajadores de Motor Ibérica y otros en los que la Asociación de amistad y solidaridad con el pueblo saharaui vendía posters y fotografias en beneficio de los guerrilleros del Frente Polisario.

Gritos de significación política

Respecto al número de asistentes, los organizadores manifestaron a EL PAIS que habían vendido 46.000 entradas al precio de 175 pesetas y habían repartido unas 6.000 invitaciones. Añadieron que por lo menos habían entrado sin pagar, gracias a un boquete abierto en la parte superior del recinto, unos 10.000 espectadores más.El Festival propiamente dicho empezó con la actuación del grupo Coses. A los pocos minutos se produjo un corte en el suministro del fluido eléctrico que dejó el recinto completamente a oscuras. La Policía Armada encendió prácticanente de inmediato dos potentes focos instalados en sendas plataformas móviles que formaban pare del abundante material a disposición de las fuerzas de orden público.

La avería se prolongó durante cerca de una hora y media, comprobándose, por parte de los organizadores que según todos los indicios había sido provocada, ya que un transformador sito en la zona norte de la población apareció cerrado con cadenas y con varios cables cortados. Los organizadores manifestaron a EL PAIS que pensaban denunciar el hecho a la autoridad judicial.

Reanudadas las actuaciones, intervinieron el grupo Uc y Al Tall y La Trinca. Todos ellos fueron coreados por abundantes gritos de significación política, los cuales a menudo dificultaban la audición.

Terminada la actuación de los grupos se inició la de los cantantes individuales: Ramón Muntaner, Francesc Pi de la Serra, Ovídi Montllor, María del Mar Bonet, Pere Tapies y Raimon.

Con este último se produjo la apoteosis. Eran ya las 4 de la madrugada. Millares de velas fueron encendidas, mientras eran coreadas las conocidas canciones de Raimon. Docenas de banderas republicanas, catalanas, rojas y negras, negras del País Vasco, de Galicia, de Andalucía y de Castilla (el pendón morado de los comuneros), ondearon al viento. Todas ellas alternaban con numerosas pancartas firmadas por grupos políticos o bien por ciudades, nacionalidades o regiones de donde procedían los grupos asistentes.

La intervención final de Raimon fue su conocida canción Al vent, interpretada con el público puesto en pie y mientras una bandera catalana de unos seis rrietros de ancho por unos diez de alto se alzaba sobre el escenario, sostenida por una grúa gigante.

Los espectadores tardaron más de dos horas en poder abandonar el recinto del Festival. Y ello pese a que varios miles prefirieron quedarse a dormir dentro del recinto o bien en la playa, distante un kilómetro. Los embotellamientos tanto antes como después del Festival hicieron que para recorrer el trayecto entre Canet y Barcelona se tardara más de cuatro horas.

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